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De Tegucigalpa a Querétaro, voces de la migración

Por Carmen Galván - 16/11/2018

A Marina Ríos, quien viaja con sus hijos y marido, la amenazaban los maras en Tegucigalpa. La de ella es una de las miles de historias que atravesaron a la caravana migrante centroamericana

 De Tegucigalpa a Querétaro, voces de la migración

Fotos: Archivo

Santa Rosa de Copán, San Pedro Sula y Tegucigalpa son nombres que se repiten durante la conversación. Quienes integran el grupo nacieron o vivieron ahí y ahora las dejan atrás porque la inseguridad, la falta de empleo y los altos costos de la vida nos les permiten mantener a sus familias.

Son humanos, son americanos, su idioma es el español. No son seres de otro planeta, solo están de paso en esta ciudad del Bajío mexicano para llegar a Estados Unidos, para alcanzar el sueño americano que tanto ha vendido Hollywood.

Hay muchos nombres, uno es Rosa Castillo, quien “gracias a Dios” ha tenido un buen viaje caminado poco y en ride. Va “pal norte” para buscar un mejor futuro para su familia, así lo manifiesta con la falta de empleo e inseguridad de su país natal.

En mi país no hay generación de empleo, la delincuencia está muy mala, la canasta básica sube más día tras día y no hay empleo, ¿Cómo vamos a pasar allá? Tenemos necesidades, tenemos hijos que mantener y estamos en búsqueda de un mejor futuro para nuestras familias“, narró.

La mayoría consideran que el trato mexicano ha sido excelente, les han dado espacios para dormir, comida, ropa, medicamento. Qué lástima que no todos son así ya que aún no saben que enfrentarán dificultades en Jalisco, Nayarit y Sinaloa y ni hablar de las expresiones xenófobas en Tijuana.

Les damos gracias a todas las familias mexicanas por darnos alojamientos, por apoyarnos en comida, víveres con los niños porque hay muchos niños que vienen en camino, muchísimas gracias y que Dios los bendiga, nosotros no se los podemos pagar, pero Dios se los va multiplicar por el gesto de amor que han tenido con nosotros“, mencionó la mujer hondureña.

No se quedan permanentemente en los albergues porque, aunque tienen todo, piensan en sus familias en Honduras que “aguantan hambre“.

La mayoría dejó a su madre, hermanos, hijos, pero para Juan López que tiene 27 días viajando, recuerda que es muy dura la vida en Honduras “no hay empleo, la canasta básica está muy arriba, la gasolina subió mucho y no hay empleo es la verdad, no podemos nosotros el dinero que nosotros ganamos justo para mantener a nuestras familias“.

Él viaja con su sobrina Maribel López quién narra que las 450 lempiras hondureñas que ganaba no le alcanzaba para pagar luz, renta, para la escuela de sus hijos, uniformes y comida “entonces tendría que buscar un nuevo futuro para mí familia, ese es el motivo por el cual yo vengo hasta acá“.

Dice que ella es capaz de todo por sus hijos, aunque ha sido duro separase de ellos, de su madre y de sus hermanos menores. También dice que se unió a la caravana después de pensarlo una noche y encomendarse a Dios.

Yo vi la caravana que iba pasar un día antes. Hoy pasa la caravana y lo pensamos un buen, nos acostamos a dormir, le pedimos a Dios que nos diera dirección y de lo único que yo le pedí en mi plegaria es que si está era mi oportunidad no me la quitara, y le dije señor yo tengo el deseo de hacerlo y que se haga tu voluntad“, relató Maribel.

Ella no considera que los mexicanos sean malos, dice que la gente en Honduras solo tiene boca para hablar, pero de acuerdo a su experiencia ella no puede decir eso de los mexicanos.

Por otro lado, Wendy, que dejó a su hijo, espera en la orilla de la  carretera a Celaya Cuota un vehículo que le pueda dar ride, ella viaja porque con la explotación que vivía en su trabajo ya no le alcanzaba y eso fue lo que la llevó a migrar a otro país.

Elsa Marina Ríos descansa en el estadio Corregidora. Considera que su viaje ha sido difícil aunque, de comida, dice, no se puede quejar con México.

Ella viaja porque en la capital Tegucigalpa padeció amenazas de los maras salvatruchas y la falta de trabajo. Viaja con sus hijos y si marido aunque dejó muchos familiares.

En San Pedro Sula a Araceli Esperanza Escobar tampoco le iba bien. Los “mareos” como también se refieren a los maras los extorsionaban y los amanazaban cuando no les daban dinero.

Estas solo son algunas voces de las más de seis mil que conforman la Caravana Migrante de Centroamérica, un primer contingente ya pasó por Querétaro, se espera que este fin de semana llegue otro grupo de mil 500 personas.


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