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Cambio climático: acuerdos, avances y retos

Por Staff Códice Informativo - 13/06/2016

El pasado mes de diciembre, jefes de Estado de 147 países se reunieron en París para la Cumbre del Clima o Cop21, que se tradujo en un ejemplo del modelo de gobernanza global que mezcla la fuerza tradicional de los Estados-nación con un complejo entramado de actores que luchan por tener una influencia internacional.

 Cambio climático: acuerdos, avances y retos

Por: Rodrigo Chávez Fierro

El objetivo de la reunión era lanzar un mensaje claro a los actores económicos con la idea de provocar un flujo masivo de inversiones hacia nuevas áreas de negocios que desarrollen una economía verde. Por vez primera en 21 años de historia, el acuerdo estableció un límite para el aumento de la temperatura del planeta, así como la aceptación del concepto de responsabilidad común, pero diferenciada, entre economías desarrolladas y en vías de desarrollo.

Los Estados se comprometen a implementar políticas públicas que garanticen una economía cada vez más alejada de los combustibles fósiles. Pero los esfuerzos no vendrán solo por parte de los países. Cada vez las inversiones pasan de las empresas dedicadas al mercado del gas, el petróleo o el carbón, a empresas generadoras de energía limpia, es decir un proceso de desinversión en los combustibles fósiles.

Grandes fondos de inversión han comenzado a movilizar sus flujos de capital fuera de los hidrocarburos. Muestra paradigmática es el fondo manejado por los hermanos Rockefeller, que en los inicios de la historia familiar se encontraba ligada al monopolio de la extracción y producción de petróleo, y el cual anunció recientemente su proceso de desinversión de cualquier producto financiero vinculado a los combustibles fósiles. 

La Cumbre del Clima de París es un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático. El mensaje de un mundo unido con un objetivo común ha cobrado tal fuerza que no puede ser ignorada por el mercado. Los gobiernos deben asumir su papel en el desarrollo de políticas públicas acorde a los fines trazados.

El acuerdo es más un punto de inicio que un punto de llegada. Apoyado en el sistema de Naciones Unidas y en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, sienta sus bases en el sistema name and shame, donde los Estados tendrán que presentar públicamente a partir del 2020 y cada cinco años una actualización de su plan voluntario de reducción de gases de efecto invernadero, el cual será examinado por un comité de expertos y publicado en internet. Tendrán peso la opinión pública del país y la internacional, así como el reproche social.

Se busca una gobernanza basada en la transparencia y la presión pública sobre los gobiernos. Esta presión, es la que ha conseguido el reconocimiento del calentamiento global como un efecto de la actividad humana. Y como bien señala el economista estadounidense Paul Krugman, si el acuerdo es posible, es porque las nuevas tecnologías han cambiado las reglas del juego.

El cambio en la industria automotriz

Los tradicionales fabricantes de automóviles se encuentran bajo distintas amenazas que ponen en riesgo el futuro del sector. Los autos que conducen cerca de mil millones de personas en el mundo prácticamente son los mismos que rodaban por las calles hace cincuenta años. Es importante señalar las mejoras en los motores y los nuevos diseños, pero la forma como se impulsan no ha variado… hasta ahora.

El trabajo de Elon Musk en Tesla para impulsar los vehículos eléctricos en detrimento de los motores de combustión es muestra de ello. Los motores impulsados por diésel han quedado dañados en su imagen y eficiencia después de las revelaciones de Volkswagen de haber instalado dispositivos para burlar las pruebas de emisiones contaminantes en once millones de vehículos. El escándalo de las emisiones también incluye a Mitsubishi y Daimler. Los consumidores, sobre todos los millennials, más apegados a la protección del medio ambiente, ya no saben en quién confiar.

El avance de la tecnología hace que los coches estén más contactados a la red, sobre todo para volverlos más atractivos a los jóvenes, a los cuales les interesa más estar en línea en todo momento que los caballos de fuerza del motor. Así, empresas como Apple y Google, aparecen como amenaza de los principales fabricantes de automóviles.

Samsung, en asociación con el grupo de tecnología británico Tantalum, trabaja ya en un coche que no necesite conductor. Estas marcas, bien arraigadas en el ánimo de la gente y con buena imagen, están por convertirse en competencia directa de las armadoras.

La propia Mary Barra, presidenta ejecutiva de General Motors, así lo reconoció en la reunión de Davos: «estamos pasando de una industria que, durante 100 años, ha confiado en los vehículos mecánicos e impulsados por combustibles derivados del petróleo, a una con autos interconectados, controlados electrónicamente y alimentados por diferentes fuentes de energía». La industria automotriz va a cambiar más en los próximos cinco años, que en los últimos cincuenta, sentenció. Los antiguos fabricantes están asumiendo el reto. Pero el objetivo no es hacer funcionar un motor eléctrico o construir un sensor de frenos automáticos, sino lograr que esa tecnología esté al alcance de todos.

La otra amenaza sobre el sector automotriz que debilitará sus ventas es la economía colaborativa representada por Uber y Cabify. Predicciones señalan que en el futuro nadie tendrá un carro, sino que la conducción será un servicio a pedido, activado con un simple toque al teléfono inteligente, tal cual lo ofrece Uber.

A los jóvenes les preocupa cada vez menos tener un automóvil. La propiedad de coches está disminuyendo entre los miembros la generación millennial. De acuerdo con la Universidad de Michigan, en 1983 un 87 por ciento de los jóvenes de 19 años poseía licencia de manejo, para el año 2014 la cifra bajó a 69 por ciento. Los jóvenes de las grandes ciudades se pueden trasladar en metro o Uber. Además de ahorrarse el inconveniente de no contar con espacio para estacionar el vehículo en la calle.

La amenaza no sólo se cierne sobre las tradicionales armadoras. El 80 por ciento del petróleo que se produce en el mundo se destina para el transporte. Países productores y empresas petroleras estarán dentro de las víctimas de la nueva tecnología del movimiento.

Foto: Alisdare Hickson
Foto: Alisdare Hickson

El problema del agua

El Banco Mundial adelantó que la escasez de agua provocada por el cambio climático podría afectar hasta en un 6 por ciento la tasa de crecimiento económica en algunas regiones del mundo, producto de los efectos en la escasez de agua en la agricultura y la salud, lo cual podría generar migraciones, desplazamientos internos y conflictos. El crecimiento de la población, el aumento en sus ingresos y la correspondiente expansión de las ciudades, creará un crecimiento exponencial en la demanda de agua, en circunstancias cada vez más erráticas e inciertas.

En este sentido, es necesaria la adopción de medidas en el corto plazo. En regiones donde existe abundancia de agua, como África central o Asia oriental, el recurso podría empezar a reducirse; o bien en regiones donde ya es un recurso limitado, como el Medio Oriente o el Sahel en África, la escasez se intensificará considerablemente. Se alerta que para 2050 la disponibilidad de agua dulce en las ciudades, debido a su uso en los sectores agrícola y energético, se reduzca en casi dos terceras partes de los niveles registrados en 2015.

La inseguridad que provoca la falta de agua podrá multiplicar los conflictos en zonas donde las estructuras estatales no han logrado consolidarse. Esta situación propiciaría la subida abrupta en los precios de los alimentos a consecuencia de las sequías, lo cual a su vez generaría conflictos latentes y grandes migraciones.

El propio Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial ha sido claro al respecto: «La escasez de agua constituye una amenaza importante al crecimiento económico y la estabilidad en el mundo, y el cambio climático está agravando el problema». Sin embargo también alienta a los países a adoptar políticas públicas que permitan gestionar el agua de forma sostenible durante los años que están por venir.


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