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“Que me quiten lo bailado”, el legado de Pepe Mujica

Por Expertos TEC - 02/05/2024

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, ha anunciado que tiene un cáncer de esófago complejo y lo hizo con la entereza y el humor que siempre lo ha caracterizado

 “Que me quiten lo bailado”, el legado de Pepe Mujica

El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, ha anunciado que tiene un cáncer de esófago complejo y lo hizo con la entereza y el humor que siempre lo ha caracterizado. Recuerdo conocerlo en el 2012 en una reunión de jefes de Estado de la UNASUR, yo era la encargada de recibirlo y coordinar a su equipo.

Ese día se le haría un homenaje en vida y se presentaría un libro fotográfico sobre su legado. Hoy aún lo tengo firmado por su puño y letra junto a una dedicatoria que dice “Pelea por tus sueños, para que sean menos sueños y más realidad”.

Como era de esperarse, llegó vestido sin los estereotipos de presidente, ni traje, ni corbata porque decía que era un accesorio inútil que te complicaba la vida. Fue de los pocos que saludó con todos, por lo que el ingreso de los demás presidentes y sus comitivas se retrasó considerablemente. Pero nadie se enojó, porque era Pepe, porque así era Pepe.

Quienes nos dedicamos a la comunicación política solemos recomendar que los presidentes asuman ciertas posturas para caracterizar el poder y el respeto; pero también soy de las que defiende firmemente que jamás se debe “disfrazar” a un político. La ciudadanía no es ingenua y se da cuenta cuando le quieres vender una falsa imagen.

Pepe era auténtico, despojado de presiones sociales, pero aun así, y a pesar de ser un hombre de paso lento, voz carrasposa y sutiles gestos, cuando lo vi y estrechó mi mano era innegable que irradiaba una energía que solo se percibe en aquellas figuras que vinieron a cambiar el mundo. En aquellos personajes que nacen solo una vez en la historia.

No importa si eres de izquierda, centro o derecha, nadie puede negar que el legado de Mujica trasciende a nuestras creencias. No fue un jefe de Estado tradicional en ningún aspecto, aunque siempre militó por causas sociales, por su “campo querido”.

No venía de las altas cúpulas de la política, del privilegio. Desde muy joven se vinculó con partidos políticos buscando un espacio de lucha, hasta que entre los años sesenta y setenta, encontró su lugar y decidió unirse al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Un grupo guerrillero urbano que el New York Times llamó “los Robin Hood de la guerrilla”.

Fue preso muchas veces, pero cuando llegó la dictadura no volvió a quedar en libertad, hasta que retornó la democracia. Estuvo en la cárcel 14 años. Aislado y torturado, nunca buscó la venganza, al contrario, al quedar en libertad su carrera política tomó fuerza y se unió al Movimiento de Participación Popular, una facción del Frente Amplio que era una coalición de izquierdas. En 1995 fue elegido diputado y en 1999 senador, cargos desde los que empezó a cambiar la historia para los más desfavorecidos.

Desde estos espacios políticos impulsó la legalización de actividades laborales informales y la seguridad social para trabajadores urbanos y agricultores. Grupos que históricamente no eran considerados “trabajadores” y por ende no tenían derechos.

Después, Tabaré Vázquez, lo nombró ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca y para el 2010 había crecido tanto su popularidad que lo llevó a la presidencia de la República.

Mujica es un hombre de izquierda, humilde, austero, y profundamente progresista. La prensa lo llamaba “el presidente más pobre del mundo”, pero él respondía “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”.

Un militante activo de las causas sociales. Un estadista político que encarna a la perfección el lema de que el servidor público debe servir más no servirse de la política. Sin muchos estudios, ni títulos universitarios ostentosos, fue un adelantado para su época y para América Latina. Durante su gobierno no dudó en darle voz a las minorías e impulsar leyes que dividieron al país. Despenalizó el aborto, regularizó el cannabis y legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Es un hombre que cree firmemente en que los derechos deben ser los mismos para todos, y esa fue la motivación que guio su mandato. Redujo a niveles históricos la pobreza y la desigualdad en Uruguay, y entre tantas obras no se olvidó de la tierra, del campo, de los trabajadores rurales. Instauró el Día del Trabajador Rural para recordar siempre que la lucha no ha terminado. Les reconoció por primera vez las 8 horas laborales, lo que significa que si el campesino se tiene que levantar a la madrugada o a medianoche para ayudar a parir a una vaca (por fuera de su horario laboral) ahora tiene derecho al pago de horas extra.

Lo impresionante no es la ley, es que se haya aprobado apenas en el 2012 y, considerando que estamos celebrando el Día del Trabajador, es un buen momento para recordar que la lucha por los derechos laborales no ha terminado y lastimosamente no solo hay que hacerlo por los que aún no los tienen sino para que tampoco haya retroceso de lo ganado.

Por leyes como esta el sector empresarial siempre fue opositor, pero nunca le importó porque su popularidad siempre fue alta y más aún al final de su mandato.
Además, Mujica decía que la forma más eficiente de mantener oprimidos a los pueblos es no darles educación. Por eso impulsó la educación técnica en el campo, para profesionalizar al campesino. También, fortaleció sus sindicatos y jamás penalizó la protesta.

Pepe no hacía esto solo porque creía que era lo correcto, lo hacía con consciencia de clase porque él era, es y seguirá siendo un campesino, un agricultor. Hoy en día sigue viviendo en su chacra a las afueras de Montevideo, junto a su esposa, cuidando animales y sembrando flores. Después de ser presidente su vida no cambió mucho, pero el sí le cambio la vida a muchas personas.

Actualmente, sigue militando, porque dice que ahí está su corazón, se ha convertido en un referente en contra de la acumulación de la riqueza y en ferviente defensor del medio ambiente y la sostenibilidad, de la paz social.

Aprovecha cualquier espacio para hablarles a los jóvenes porque siente que la esperanza del mundo está en ellos. Proclama la importancia de ser felices, de perseguir la libertad y no la riqueza y lo ha defendido con el ejemplo.

A Mujica se le puede criticar mucho, en su gobierno no logró la reforma educativa que buscaba y él mismo lo reconoció como un fracaso, pero eso no quita que ha sido uno de los referentes más sólidos de la izquierda latinoamericana.

El legado de Pepe Mujica trasciende fronteras e ideologías y fue evidente cuando, luego de que anunciara su actual enfermedad, figuras de todo tipo (políticos, artistas, comunicadores, etc.) se solidarizan y le enviaran muestras de cariño. Creo que esto sucede porque más allá de ser progresista, encarna inconscientemente la forma en la que nos gustaría ver la vida. Sin el peso de los estereotipos, sin la presión social de acumular riqueza, sin el miedo al fracaso y a la muerte.

No busco que este artículo sea un homenaje a Mujica, sino un recordatorio de lo que es y debería ser la política, más allá de si coincidimos con su visión progresista del mundo o no.

Este es un año electoral con más de 70 procesos electorales a nivel mundial y varias elecciones presidenciales en América Latina, incluida la de México, y que mejor momento para recordar que ser político debería ser vocación y no interés individual.

Al igual que cualquier profesión de servicio la grandeza de sus actos debería medirse por el legado que dejan y no por lo que reciben, por el mejor nivel de vida para el mayor número de personas alcanzado. Por eso siempre les digo a mis alumnos que estudiar ciencias sociales tiene un requisito fundamental, querer impactar positivamente, al menos una vida.

En la rueda de prensa en la que Mujica anunció su enfermedad fue evidente que sentía que esta vez la muerte estaba más cerca que antes, y como lo caracteriza, decidió hablarles a los jóvenes.

Quiero agradecerles y, además, transmitirles a las pibas y pibes de este país, a los jóvenes, que la vida es hermosa, que se gasta y se va. El quid de la cuestión de triunfar en la vida es volver a empezar cada vez que uno cae. Y que, si hay bronca, que la transformen en esperanza”.

Y se despidió diciendo “la vida es tan hermosa que no tiene sentido que la sacrifiquen por estupideces. Por lo demás, estoy agradecido. Y, al fin y al cabo, que me quiten lo bailado”. Hagamos que la profesión que hayamos elegido, nos encuentre al final de nuestra vida, con el placer del deber cumplido.

Natally Soria Moya
Internacionalista, politóloga y comunicadora política. Directora Asociada del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Tec de Monterrey, campus Querétaro.
natally.soria@tec.mx
@NatallySoriaEC

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