Astillero/Julio Hernández López/La Jornada
Las campañas calderónicas de imposición de presuntas verdades mediante propaganda intensiva devinieron esta vez en un fiasco tragicómico. No corresponde a una administración pública medianamente […]
Las campañas calderónicas de imposición de presuntas verdades mediante propaganda intensiva devinieron esta vez en un fiasco tragicómico. No corresponde a una administración pública medianamente aceptable el anunciar solamente a partir de “fuertes indicios” la presunta muerte de uno de los jefes del narcotráfico más peligrosos y más buscados, y menos con una especie de cadáver fugitivo como sustento…