×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Besar los pies no basta para exculpar los delitos

Por Karen Munguía - 18/04/2019

Así se vivió un año más de la representación del Jueves Santo en el Cereso, en la que participan reos que cometieron delitos “no graves”, como robar o participar de riñas

 Besar los pies no basta para exculpar los delitos

Foto: K. Munguía

La entrada fue simple: Cruzar rejas, dejar objetos no permitidos, pasar una revisión y recoger pertenencias antes de seguir el camino para llegar hasta la capilla del Centro de Readaptación Social (Cereso) San José el Alto, donde se llevaría a cabo la misa previa al lavatorio de pies que encabeza el obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez. La distancia que recorremos es corta, pero la tensión alarga el trayecto.

El oratorio está lleno de personas vestidas con pantalón de mezclilla y sudadera blanca. La mayoría llevan tenis, algunos otros zapato casual. Todos empiezan a cuchichear cuando los periodistas ingresamos al lugar. Miradas de un lado a otro y, minutos después, silencio.

Cuando el reloj marca las 9:51 de la mañana, las campanas se escuchan, el incienso se propaga y el coro comienza, así se perpara la entrada. Acompañado de seis reos, todos con pantalón de mezclilla y playera blanca, el obispo ingresa a la capilla dedicada a San Maximiliano Kolbe, sacerdote polaco que murió víctima de los nazis y que ahora tiene el patronazgo de las penitenciarías..

Las alabanzas inician y el obispo empieza la misa. En la homilía dice a los presos que entiende su dolor, lo que sufren ellos y sus familias por sus circunstancias. Entonces brotan las lágrimas, más evidentes en unos rostros que en otros. Entre ellos se dan palmadas en la espalda o apretones de manos. Entre ellos curan su dolor.

En cada “él me levantará” que retumba en el lugar, se siente el arrepentimiento; el canon dicta que en cada beso del obispo a los pies de los discípulos está el perdón.

De repente unas risas, el coro se adelanta, y quienes están al frente de la misa piden silencio con la mirada. Las voces bajan y el obispo vuelve a tomar la palabra, una de las últimas oraciones antes de la entrega de ofrendas: dos canastas de bolillos hechos por quienes alguna vez en su vida cometieron un error y ahora pagan por ello, por quienes ahora, en sus miradas, muestran arrepentimiento.

Luego viene una adoración en un altar colocado bajo la imagen de Jesús, símbolo de que “él está en nosotros”. Así termina una celebración que forma parte de la Semana Santa y que, en el calendario de festividades de esta tradición, ocurre un día antes de la crucifixión de quien, por unos momentos, congrega a los internos del Cereso para adorarle y rezarle. A nuestra salida, el ritual se repite: tensión, miradas de los presos, cuchicheos y algunas voces pidiendo silencio y respeto.

Así se vivió un año más de la representación del Jueves Santo en el Cereso, con aquellos reos que cometieron algún delito no tan grave, como robar o participar de riñas, y que cumplen condenas menores, separados de quienes han violado o asesinado.


Otras notas



De nuestra red editorial