×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Heridas emocionales de la infancia

Por Pamela Andrade Aguilar - 08/06/2022

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

El principio mas profundo del ser humano
es el anhelo de ser apreciado.
– William James –

 Heridas emocionales de la infancia

Sé por experiencia que cuando nos convertimos en padres observamos todo desde la mirada de la prevención, la protección, el amor y el cuidado hacia nuestros hijos. Y que al hablar de las heridas de la infancia queremos saber todo de ellas para evitar crearlas en nuestros hijos. Pero te tengo una noticia: es imposible.
 
Las heridas o fracturas emocionales se forman en la vivencia de la infancia  principalmente a través del especial y milagroso vínculo de la vida,  la relación madre/padre con hijo/hija. Incluso, son parte del proceso de desarrollo entre los cero y los siete años de edad; cuando niñas y niños comienzan a conocer el mundo y a darle sentido a sus experiencias en él.
 
Como adultos, no podemos evitarles las heridas emocionales a nuestras hijas e hijos, pero sí podemos tener más claridad sobre ellas. Y para eso, primero debemos reconocer que también fuimos heridas y heridos.
 
En cada uno de nosotros vive un niño o niña pequeña a quien podemos conocer más, reconocer sus heridas y ser conscientes de ellas para aceptarlas y abrazarlas en el presente. Si hacer esto ayuda a relacionarnos mejor con nuestros hijos y dejarles un poco más limpio el camino emocional para su vida: mucho, muchísimo hemos ganado ¿no crees?
 
Te invito a tener la mirada abierta, compasiva y amorosa hacia ti y hacia tu historia.
 
Todos los seres humanos tenemos una herida emocional: La primera herida sucede en el nacimiento; que en primera instancia fue la separación de nuestra esencia para tomar un cuerpo que viene al mundo a vivir; en segunda instancia, fue la separación de nuestra madre con quien conectábamos para recibir, sin siquiera pedirlo, solución a todas las necesidades básicas, la temperatura ideal, la comida y en el mejor de los casos un ambiente idóneo para nuestro desarrollo emocional y físico.
 
Lise Bourbeau, en su libro “Las 5 heridas que impiden ser uno mismo” señala como heridas básicas del desarrollo emocional a la herida de abandono, la herida de rechazo, la herida de humillación, la herida de traición y la herida de injusticia. Te invito a hacer esta lectura para conocerlas, encontrar la forma en la que se construyeron y reconocer las mascaras del ego que nos pusimos, para proteger nuestra herida al salir al mundo.
 
Cuando un bebé nace comienza a expresar sus necesidades a través de la única forma de comunicación que tiene, el llanto. El bebé tiene frío y llora para ser tapado, tiene hambre y llora para ser alimentado, esta incomodo y llora para manifestarlo.
 
Cuando esto sucede, en circunstancias optimas, la madre, padre o cuidador traduce ese llanto para saciar la necesidad del bebé. Así es como de origen  comenzamos a creer que las cosas de la vida vienen de afuera para adentro y que la satisfacción de nuestras necesidades será de afuera hacia adentro.
 
Por ello, tomar el camino de regreso a casa, a nuestra esencia, quizá será la más compleja tarea de nuestras vidas.
 
Aquí es donde comienza todo, la mente y la estructura emocional del niño son egocéntricas por naturaleza. Piaget definía esta etapa como “ la dificultad que tiene los niños para situarse en una perspectiva distinta de la suya”, emocionalmente sucede lo mismo, los niños no tienen la capacidad para distinguir que aquello que pasa a su alrededor no es causado por ellos de manera directa.
 
Cuando éramos niños veíamos felices a papá o mamá y creíamos que éramos nosotros los que hacíamos algo bien y que por eso estaban felices, lo mismo sucedía si los veíamos enojados, nos asegurábamos que algo habíamos hecho muy mal y que por eso ellos se sentían enojados.
 
Así comenzamos a darle significado a nuestras experiencias, mandando a la parte más lejana de nuestra conciencia las actitudes o imágenes nuestras que nos hicieron sentir rechazados, insuficientes y no amados. Y compensamos trayendo a la luz las actitudes o imágenes que nos hicieron sentir vistos, reconocidos o amados.  Así construimos el ego que nos ayudó a sobrevivir en ese momento.
 
El ego es “el sobreviviente” que nos permitió subsistir emocionalmente, identificándonos y fortaleciéndonos en lo aceptado por otros. Si decidimos trabajar en ello, nos llevará todo un camino de conciencia separarnos y aceptar que somos mucho mas que él, para volver a la esencia.
  
A continuación te comparto una vista general de como podemos trabajar las heridas de la infancia. Comienza por preguntarte ¿Cuál es mi herida primaria?

Quizás te pueda ayudar saber que las necesidades básicas, primarias de cualquier ser humano son: sentirnos vistos, sentirnos escuchados, sentirnos amados y que cuando no sentimos totalmente satisfechas estas necesidades se crean las heridas, o como yo lo entiendo: aquí es donde todos los humanos conectamos con la Herida de la Humanidad.

Si al recordar tu historia no es claro cual pudiera ser tu herida en la infancia, conéctate con tu cuerpo, recuerda que cuando éramos niños no había palabras, no había memoria, solo había cuerpo y en este maravilloso cuerpo están todas las respuestas. Cuando alguna de las tres necesidades básicas no estuvo saciada, desde nuestra emocionalidad, despierta una huella en nuestro cuerpo.

• Comienza por reconocer las sensaciones y emociones que surgen en ti de manera continua ,y en muchos ocasiones como respuesta automática ante la vida, por ejemplo: continuamente me siento sin energía para ir adelante, me siento habitualmente frustrado/a por mi vida, entro en estados de ansiedad de manera automática, etcétera.

• Continua con observar como se hace presente hoy la herida en tu vida.

Cuando tengas conciencia de la herida observa como se presenta actualmente en tu día a día. Revisa que personas, circunstancia o condiciones despiertan la herida en tu presente y como te mueves o te defiendes desde la herida, que personajes has creado para reafirmarte la herida o para negarla, sin juicios solo como un observador empático y curioso por conocer mas.

• Resignífica la herida.

Todo lo que nos pasó y pasa en la vida tiene tanto perjuicios como beneficios, el sufrimiento aparece cuando nos resistimos a lo ocurrido y lo cargamos de juicios, por ejemplo: esto fue injusto, esto no debió ser así, una buena madre/padre no podría haber actuado de ese modo, todo esto es resistencia. Desde la resistencia, lo único que podemos hacer es aceptar que nos resistimos y no perpetuarla.

Cuando puedo observar mi historia sin resistencia, con aceptación, puedo resignificar lo vivido, observar los perjuicios que hoy se presenta en mi vida y tomar los beneficios que también me ha dejado para encontrar el equilibrio.

• Y por último, hacerte cargo de la herida.

Quizás todo lo tienes ya claro en la cabeza: ya sabes cuál es tu herida, ya sabes como se presenta, incluso sabes como se siente en tu cuerpo y ahora te preguntas ¿que hago con esto?

Ahora toca para mi el mas difícil de los trabajos, o por lo menos donde más me atoro yo, dialogar con mi niña, mirarla, escuchar su dolor, permitirle expresarlo, saber lo que le duele hoy en sus relaciones, poderle decirle te veo, entiendo como te sientes, aquí estoy yo para ti.

Dale a tu personita la mejor versión de madre o padre en su presente. Hoy serás tú el adulto que le ayude a transitar su herida y que lo acompañe al mundo que le rodea. Si buscas sanar tus heridas, te invito a comenzar un trabajo emocional profundo, a darte el tiempo y la oportunidad de sanar, y lo más importante, a reconocer que no somos responsables de nuestras vivencias de la infancia pero sí somos responsables, como adultos, de no seguir perpetuando éstas heridas.

“Todos tenemos una misión al llegar a este planeta: vivir las experiencias una y otra vez hasta que podamos aceptarlas y amarnos a través de ellas” Lise Bourbeau.

Si no hacemos el trabajo de mirar atrás, de reconocernos desde las heridas, de acompañarnos amorosamente y a la vez responsabilizarnos de ellas, para salir del dolor de la víctima, probablemente sea la niña/o herida/o la que se este relacionando con el mundo, la que este siendo madre/padre y este conduciendo el volante de nuestra vida.

Pamela Andrade Aguilar

Psicoterapeuta Gestalt con Maestría en Psicoterapia Gestalt, Especialista en Orientación y Desarrollo Humano y Especialista en Terapia de Pareja por el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt CDMX.


Otras notas



De nuestra red editorial