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Adaptación, supervivencia y evolución: el negocio de la música

Por Ana Noriega - 10/08/2017

Hubo un momento en la historia de la música moderna, hace no tanto tiempo, en el que asistir a un concierto era relativamente barato; las […]

 Adaptación, supervivencia y evolución: el negocio de la música

Foto: Thomas Hawk

Hubo un momento en la historia de la música moderna, hace no tanto tiempo, en el que asistir a un concierto era relativamente barato; las entradas al mítico festival Woodstock, ocurrido en 1969 en White Lake, Nueva York, en el cual alrededor de 400 mil personas disfrutaron las presentaciones de leyendas del rock como Janis Joplin, Carlos Santana, Jimi Hendrix, The Who, The Grateful Dead y Joe Cocker, y que pasó a la historia como uno de los eventos musicales más significativos del siglo XX, tuvieron un costo de 18 dólares por los tres días y 6.5 dólares por un día. 

En contraste, asistir al Festival Coachella, que se lleva a cabo cada abril desde 2001 en Indio, California, y, como referente cultural de la generación millennial presentó en su última edición a artistas como Kendrick Lamar, Nicolas Jaar, Radiohead, Lady Gaga y Hans Zimmer, cuesta alrededor de 400 dólares, la entrada más económica. En el contexto mexicano, entre los ejemplos más pasmosos de entradas caras están las del concierto que el exBeatle Paul McCartney ofrecerá este septiembre en el Estadio Azteca, cuyo costo asciende hasta a los 12 mil pesos.

En menos de 50 años los precios de las entradas a conciertos se han inflado de forma exhorbitante, y, si bien la profesionalización de los espectáculos a través de súper producciones en el escenario, así como la falta de escrúpulos de promotores y agentes que han encontrado una mina de oro en el mundo de las presentaciones artísticas en vivo, han contribuido a esta inflación, lo cierto es que los cambios que la industria musical ha experimentado, así como los formatos en los que la música se consume, también han tenido un impacto directo en esta situación.

Otro factor de peso que ha contribuido al registro de una alta en la cotización de las entradas a conciertos, tiene que ver con la forma en que las personas experimentan la música, dicho en palabras más sencillas, de cómo la escuchan. En tiempos donde todos los álbumes de cualquier artista imaginable están al alcance de una búsqueda en Spotify, Apple Music o YouTube, lejos ha quedado el ritual que había que seguir para escuchar un tema deseado; esperar a que la canción sonara en la radio, comprar el álbum en algún formato (vinilo, disco compacto, cassette) o, en su defecto, pedirlo prestado, eran algunas de formas a través de las cuales se podía satisfacer al oído. Rota la brecha de acceso a la música en la era digital, y gracias al internet y el streaming, lo lógico es que la máxima experiencia para disfrutar de esta sea el vivo. Los precios de los boletos dependerán de cuánto esté dispuesto el fanático a pagar, y un límite para esto se antoja difícil de adivinar.

 

La carrera tecnológica por el consumo

La industria musical está estrechamente ligada a la industria tecnológica. No se puede hablar de evolución en el consumo de música sin hablar, también, de los avances tecnológicos que la han propiciado, y esto va más allá de formatos y dispositivos de reproducción. La velocidad con la que la tecnología ha avanzado en las últimas décadas no tiene precedentes, por eso no resulta extraño que especialistas de ambas ramas aún no tengan claro hasta qué punto la tecnología ha influido en la música.

De acuerdo con una entrevista brindada por Brian Moon, académico de música en la Universidad de Arizona, y publicada en el sitio web Futurity, especializado en analizar las formas en las que la tecnología cambia la vida de las personas, en la actualidad la tecnología permite conocer indicadores con respecto al consumo de música que en las épocas previas al internet y las redes sociales estaban fundamentados únicamente por el instinto de quienes trabajaban en los sellos discográficos; por ejemplo, la cantidad de visitas que la página de Wikipedia de una nueva banda de rock recibe puede indicar si esta va a tener éxito el próximo año. Otra herramienta que permite a los empresarios musicales prever el éxito de un artista es Shazam, una aplicación que identifica canciones a partir de muestras obtenidas por el micrófono del dispositivo en el que se utilice, pues los temas más ‘shazameados’ por región son luego lanzados a nivel nacional con una buena recepción casi garantizada.

La tecnología también ha logrado diversificar el mercado musical pues, de acuerdo con Moon, la información sobre consumo de música que arrojan las diferentes herramientas tecnológicas han orillado a la industria a atender un gusto musical heterogéneo y a no enfocarse únicamente en las modas. 

 

Vídeos musicales y discos compactos, furor efímero

En agosto de 1981 comenzó a transmitir el canal de televisión MTV con una oferta de vídeos musicales las 24 horas del día, los siete días de la semana. En los años posteriores a su lanzamiento, la programación que ofrecían se consolidó como una nueva forma de consumir música, la producción de vídeos musicales alcanzó un nivel altísimo y MTV se convirtió en la sintonización más popular entre adolescentes y adultos jóvenes. Sin embargo, a principios de la década pasada la programación musical fue reemplazada casi es su totalidad por reality shows y otros programas de contenido dramático; la causa que sentenció a MTV fue, precisamente, la tecnología.

En años recientes, el canal ha tenido que lidiar con el decremento generalizado de los contenidos de televisión sobre música, con caídas de rating anuales hasta del 30 por ciento, debido, principalmente, a que las generaciones más jóvenes consumen estos productos por medio de internet. La apuesta de MTV para recobrar relevancia es volver a sus raíces musicales, a través del programa de conciertos acústicos MTV Unplugged, que fue retomado por el canal el año pasado.

Una situación similar vivió el formato compact disc (CD), que en 2003 llegó a abarcar más del 95 por ciento de las ventas de música para luego ser devorado por el formato digital, primero por las descargas y posteriormente por los servicios de streaming. De acuerdo con un estudio publicado en Business Insider, en 2013, una década después de su auge, los discos ocupaban solo alrededor del 30 por ciento de las ventas que, según las expectativas, seguirán a la baja.

Por si misma, la música puede llegar a ser eterna; es la industria que la abarca la que constantemente se tiene que readaptar y evolucionar para seguir siendo un negocio altamente lucrativo.


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