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Puto el que lo lea…

Por - 22/06/2014

No se ofenda. La palabra “puto” tiene un origen distinto. Etimológico. Puttus(chiquillo), era también chicuelo, chaval. Los putti es otra forma de designar a los […]

 Puto el que lo lea…

No se ofenda. La palabra “puto” tiene un origen distinto. Etimológico.

Puttus(chiquillo), era también chicuelo, chaval. Los putti es otra forma de designar a los erotes o especie de angelillos que son un icono clásico, con que se adornan cuadros o relieves que representan una escena, bien con trasfondo erótico o religioso en el que se quiere manifestar de algún modo el amor divino.

En el latín clásico se encontró un verso de origen anónimo que usa dicha palabra con una connotación más ofensiva, casi como la conocemos ahora:

Scilicet (Si liceten algunas lecturas) hoc sine fraude, Vari dulcissime,

dicam dispeream, nisi me perdidit iste putus

Sin autem praecepta vetant me dicere sane

non dicam, sed me perdidit iste puer

Traducción:

Evidentemente sin tapujos, dulcísimo Vario,

yo diría: que me muera si no me ha perdido ya ese puto

Pero si las buenas formas me prohíben realmente decirlo,

no diré sino me ha perdido ese muchacho

El verso es de fines del s. I a.C. y se refiere evidentemente a un “amor de calle”.

En el bajo latín italiano putto (muchacha o muchacho), proveniente del latín clásico putus (niña o niño). En el portugués de Portugal (no en el de Brasil), puto mantiene hasta hoy el significado de ‘muchacho’, sin connotación sexual alguna, mientras que en muchos países hispanoamericanos esta forma masculina se aplica despectivamente a los hombres homosexuales.

Y justo aquí comienza la reflexión a propósito del famoso “Puto” que se grita en los estadios de futbol. La “tradición”, como puerilmente le han llamado, se originó a mediados del 2003 en un partido del Atlas como una forma de agredir verbalmente al rival.

Y desde ese entonces es común escuchar a hombres, niños y mujeres gritar al unísono “eeeeeeeeeeeh Putoooooo” cuando viene el saque del portero contrario. Todos gritan! Léase de nueva cuenta: hombres, niños y mujeres.

El grito es una ofensa. De eso no me queda la menor duda. Ofensa que se transformó en folclor, en tradición, dicen. Pero sigue siendo ofensa. Desde el lenguaje legitimamos prácticas de exclusión, de sometimiento o racismo, solo que no nos damos cuenta. Porque es una práctica tan arraigada que se ha convertido en eso: en tradición, en folclor. Basta repasar los refranes que por años hemos repetido como zombis sociales:

    – Las mujeres como las escopetas, detrás de la puerta y cargada.

    – Vieja el último.

    – Ladrón que roba ladrón, tiene cien años de perdón.

    – Quedarse como novia de rancho: vestida y alborotada.

    – Fracasé por el IVA, la Eva y el uva.

    – La suerte de la fea la bonita la desea.

    – Para gato viejo ratón tierno.

    – A las mujeres, ni todo el amor ni todo el dinero.

    – Reloj, caballo y mujer, tener bueno o no tener.

    – Jalan más un par de tetas que una yunta de bueyes.

La FIFA puso el dedo en la llaga. Y me parece que la polémica a propósito del uso de la palabra “puto” en los partidos de la selección mexicana no tiene que ver necesariamente con futbol. Tiene que ver con lo que decimos, porque eso nos hace ser lo que somos como nación.

El lenguaje se origina en la vida cotidiana. Se refiere a la realidad que experimento en la conciencia y que comparto con otros de manera establecida. El lenguaje me permite nombrar las cosas, las circunstancias, las acciones, las visiones, los valores. A través del lenguaje damos a las cosas un lugar en este mundo. El lenguaje nos define como cultura porque a través del lenguaje objetivamos, legitimamos. La legitimación no sólo nos dice como individuos por qué debemos hacer una u otra cosa, sino que nos explica por qué las cosas son lo que son. Reitera valores aprendidos y aprehendidos en la comunidad a la que pertenecemos.

Rápidamente, como clase de sociología, trataré de explicar los niveles de legitimación según la Teoría de la Construcción Social de la Realidad (Berger, P. y Luckmann, T. ,1984):

    – La legitimación incipiente. Corresponden todas las afirmaciones tradicionales sencillas referentes al “así se hacen las cosas” y punto.

    – El segundo nivel de legitimación se refieren a grupos de significados objetivos, los proverbios, las máximas morales y las sentencias, las leyendas y cuentos populares.

    – En el tercer nivel de legitimación están las teorías y referencias científicas.

    – Los universos simbólicos constituyen el cuarto nivel de legitimación. El universo simbólico se construye mediante objetivaciones sociales. Son productos sociales que tienen una historia.

Justo en esta última categoría es en donde me parece, se concentra la polémica. El universo simbólico que los mexicanos comparten es el del Macho y ser Puto, es precisamente lo contrario. En México la peor ofensa es “puto” porque pone en duda la virilidad y eso va en contra del máximo valor mexicano: el machismo, la hombría, el “powerman”.

Ofendemos como no nos gustaría ser ofendidos.

El lenguaje tiene una enorme capacidad para atribuir significados tan arraigados que no solo los asumimos en lo social, sino que incluso en nuestras experiencias más solitarias, insistimos sobre ese significado. Por eso considero que el tema del grito no se trata de futbol. Es una discusión mucho más profunda.

La propia CONAPRED a través de un comunicado señala: “El grito de ‘puto’ es expresión de desprecio, de rechazo. No es descripción ni expresión neutra; es calificación negativa, es estigma, es minusvaloración. Homologa la condición homosexual con cobardía, con equívoco, es una forma de equiparar a los rivales con las mujeres, una forma de ridiculizarlas en un espacio deportivo que siempre se ha concebido como casi exclusivamente masculino. El sentido con el que se da este grito colectivo en los estadios no es inocuo; refleja la homofobia, el machismo y la misoginia que privan aún en nuestra sociedad”.

Dicen que la verdad no peca pero incomoda. ¿Qué es lo que realmente nos incomoda del señalamiento de la FIFA?, ¿que nos quiten la posibilidad de expresarnos en un partido de futbol como acostumbramos en México o que nos hagan ver como una nación machista, homofóbica, intolerante y racista?


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