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Lo pequeños que somos

Por - 03/08/2015

Últimamente he leído mucho sobre el universo. Tanto que incluso hay días enteros en que mi cabeza da vueltas sobre cuán pequeños realmente somos. Y […]

 Lo pequeños que somos

Últimamente he leído mucho sobre el universo. Tanto que incluso hay días enteros en que mi cabeza da vueltas sobre cuán pequeños realmente somos. Y es que no solo se trata de saturar la mente con datos y distancias tan incomprensibles que pudieran a uno volverlo loco sino, principalmente, de rasguñar la verdadera razón por la que somos capaces de reflexionar sobre esas improbabilidades. Hay un magnifico autor, Ray Bradbury, que decía que “somos una imposibilidad en un universo imposible”. Por mucho que lo admiro, si me preguntan a mí, creo que en la misma descripción pudieran tener cabida los perros. Lo que a mí me sorprende al punto de quitarme el sueño es que nosotros tengamos la capacidad de razonar al respecto.

Hace unos días una amiga mía me reprochaba (no sin falta de hilaridad al respecto) que debía parar ese tipo de lecturas. Decía entre risas que a ese paso eventualmente nada más me importaría. Y quizá tenga razón. El punto es que nos hemos acostumbrado a mirar solo lo que tenemos de frente que hemos olvidado que somos partes infinitésimas de un sistema mucho más complejo del que jamás podremos imaginar. Lo importantes que nos sentimos y lo pequeños que realmente somos (resumido en una frase).

La cuestión desde luego no versa en olvidar todo y dedicarnos a contemplar el cielo nocturno tratando de descifrar el significado de la vida sino en procurar que algún sentido tenga haber aparecido por aquí. Carl Sagan decía que si una mano divina pudiera tomarnos y arrojarnos aleatoriamente al espacio, hay 1 probabilidad entre 1×1(31)0 de aparecer siquiera cerca de una estrella (¡no se diga un planeta como el nuestro!) y, sin embargo, henos aquí. Y eso es lo que verdaderamente me intriga.

Creo que la vida nos fue dada para invertirla en experiencias. Y es que un gran porcentaje de personas viven bajo la insensata idea de que hemos de basar nuestra relevancia en posesiones. Gente que dedica sus días enteros en hacer dinero (a cualquier costo) y ¿para qué? Porque tampoco se trata de vivir en la calle mendigando y pregonando la enormidad del universo pero todo debe tener un justo balance. Creo que mientras más nos demos cuenta que no se trata de la misma cantaleta filosófica de siempre sino de la propia esencia de nuestra existencia, hasta entonces no contaremos con la empatía suficiente para sacar esto a flote. Y no me refiero solo a nuestro país.

Hace algunos meses fui a cenar a un conocido lugar de tacos en Querétaro. Ahí, todos mis amigos dejaron sus coches en la calle pero yo se lo entregué a los muchachos encargados de estacionarlo. A la salida todos me reprochaban el gasto innecesario cuando puede dejarse sin costo alguno a un lado de la banqueta. El muchacho cuando escuchó que decían eso me agradeció haberle tenido la confianza. Me dijo que era su trabajo y que con él podía tener la certeza de que todo estaría seguro. Quizá se pregunten ahora ¿pero qué tiene que ver esto con el monólogo sobre el universo? Permítanme decirles. Cuando llegué a mi casa ese día, descubrí que me habían robado unos zapatos de la cajuela.

Creo que la gente olvida de pronto lo relevante que es simplemente por estar aquí. Y ese muchacho es uno de ellos. Porque si fuera consciente de su propio valor, jamás empeñaría su palabra por unos zapatos usados.

La vida (y lo que puede hacerse con ella) debe vivirse como si fuera lo más preciado porque, ser tan ínfima como es, es lo que la hace, en efecto, lo más valioso que existe.


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