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Las razones (malas) de Trump

Por - 07/11/2016

Trump lo devela desde el lema de campaña “Hacer a América grande otra vez”, lo que implica que en una ocasión lo fue y ya no lo es

 Las razones (malas) de Trump

Donald Trump parece un cometa nefasto aparecido de pronto en el cielo de la política norteamericana. No es así, ya en otra colaboración he explicado que su postura se enlaza con dos tradiciones de su país: aislacionismo y excepcionalidad americana.

En esta ocasión buscaré desmotar el sustento de su discurso. Para hacerlo, parto de encuadrarlo en esta corriente del mundo occidental que se basa en la definición por exclusión, que se hace presente lo mismo en Francia que en Austria, Alemania, Polonia, etc.

La definición por exclusión parte de crear un pasado glorioso pero irreal. Se afirma que hace años la realidad del país era mejor, un momento ideal (antes del ingreso a la Unión Europea, o de la llegada de inmigrantes, del arribo de una fuerza política al poder, etc.) en el cual la economía era boyante y la paz social reinaba.

Fijado ese momento ideal, esa especie de “estado de naturaleza”, se identifica el suceso que acabó con tan idílica situación. Lo mismo puede ser una derrota militar, la firma de un tratado o un declive económico. Precisado el suceso, se crea la “leyenda negra” que identifica al villano de la historia (el mito de la “puñalada por la espalda” de los nacionalistas alemanes de la República de Weimar, por ejemplo) que debe ser un grupo social o político a cuyos miembros no sólo se les tacha de culpables, sino que además se les debe de retirar todo derecho a la ciudadanía y a la nacionalidad.

Esta vieja receta ha sido aplicada múltiples veces. En ocasiones se identifica como “villanos” a los miembros de una raza o religión, a quienes pertenecen a una clase social o intelectual. Y ponga aquí el nombre que quiera, pero lo mismo hizo el Nacionalsocialismo que el Estalinismo o el Khmer Rojo. El método permite su uso por cualquier ideología.

Se construye entonces un odio por el otro, por el ajeno, por el malo. Por el extranjero (el que no pertenece al “espíritu nacional”) que vino a destruir el mundo ideal en que se vivía antes del “suceso” que perversamente provocaron esos ajenos.

Trump lo devela desde el lema de campaña “Hacer a América grande otra vez”, lo que implica que en una ocasión lo fue y ya no lo es. No importa que jamás precise el momento de esa grandeza ni en qué consistió. Lo que importa es que lo fue y dejó de serlo.

Y no lo es, en el pensamiento del candidato republicano y sus voceros, en buena medida porque un grupo político accedió al gobierno (los demócratas) y principalmente por la “oleada de inmigrantes ilegales” latinos pero también musulmanes (legales o no), esto es, los extraños que se convierten en villanos.

El plato está perfectamente elaborado conforme la antigua receta. Para que América sea grande otra vez, hay que hacer dos cosas: primero, elegir a Donald Trump para acabar con los demócratas en el gobierno; segundo, echar del país a los ajenos “malos” (los que no tienen el mismo tono de piel ni rezan igual que los blancos) y entonces operará el milagro del renacimiento blanco, anglosajón, protestante y preferentemente masculino en su versión machista.

Esta historia ya la hemos visto. Y sabemos cómo acaba.


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