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Huachicoleros

Por Andrés González - 26/06/2017

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Ahora y por estos últimos hechos – que no son de manera alguna los únicos – nadie puede decir que en Querétaro no existe el robo de combustible

 Huachicoleros

Un viejo y conocido mal está tocando nuevamente a las puertas de Querétaro, que amenaza con extenderse, con penetrar círculos policiacos, gangrenar a la sociedad en muchos de sus estratos y llegar hasta donde se le permita.

Se trata de los “huachicoleros”, palabra desconocida para la generalidad de los queretanos hasta hace unos diez años, pero que ahora la entendemos perfectamente, porque el mal – robo de ductos – afecta al menos a diez estados del centro del país, entre estos a Querétaro.

Y es que la semana que terminó, considerada como una de las más violentas que ha tenido la entidad en lo que va del siglo, dos de los más cruentos hechos tienen como una de las líneas de investigación la relación con los huachicoleros. El crimen de la colonia Mansiones del Valle y los caídos en el bar La Cabaña, en Apaseo El Alto, en el vecino estado de Guanajuato pero ubicado a escasos metros de los límites con esta entidad, tienen el tufo del crimen organizado metido en el huachicoleo.

Ahora y por estos últimos hechos – que no son de manera alguna los únicos – nadie puede decir que en Querétaro no existe el robo de combustible.

El huachicoleo se practica en torno a los ductos principales que parten de los centros de refinación que se tienen por diferentes partes del país. Así, las refinerías de Minatitlán y Coatzacoalcos en el estado de Veracruz, surten al mayor centro consumidor de combustible del país, como lo es la CDMX y pasan por las entidades del mismo Veracruz, Puebla y el Estado de México.

En Puebla se ubica el llamado “triángulo rojo”, formado por los municipios de Tepeaca, Tecamachalco, Quecholac y Palomar de Bravo.

La refinería de Salamanca surte a través de sus oleoductos a gran parte del occidente de México pero también a los estados cercanos ubicados al norte de Guanajuato.

El huichicoleo es una práctica común en los municipios del mismo Salamanca, Irapuato, Celaya, Silao, Valle de Santiago y Pueblo Nuevo, por decir los menos.

La refinería de Cd. Madero lleva sus combustibles a todo ese estado pero también a las entidades vecinas.

Pero a este mal que abate a la economía nacional y por ende nos golpea a todos, bien se le puede considerar como el principal “mal del sexenio”, inclusive por encima del narcotráfico, puesto que sus ganancias son consideradas ya superiores.

Cuando iniciara el sexenio que corre, si bien este mal ya había hecho su aparición, no se encontraba en los altos niveles que actualmente tiene.

Y es que al problema lo dejaron crecer, le dieron tiempo para organizarse – crimen organizado – para tomar fuerza y allegarse de todo tipo de recursos, desde los económicos y materiales hasta los humanos.

Su organización es férrea y la desobediencia interna se paga con la muerte.

Ahora está convertido en un monstruo que todo parece abarcar, que todo intenta penetrar.

Por este crecimiento, el número de asesinatos relacionados con el huachicoleo se pierde ya en la inmensidad de las tragedias nacionales relacionadas con este, tanto de parte de los grupos criminales que suelen ajustarse cuentas entre sí, como de parte de las fuerzas de seguridad nacionales.

Y su presencia es fácilmente ubicable – por estos citados ductos, por las fumarolas que vemos arder a deshoras de la noche, humear a cualquier hora del día a las orillas de muchos caminos – pero lo redituable del negocio ha permitido que crezcan los grupos dedicados a ello. Y su organización interna va desde los “ordeñadores” de estos ductos propiamente dichos, los que buscan los contactos con quienes hacen la venta del producto, incluyendo las propias gasolineras, hasta los pillos de cuello blanco que incrustados dentro de PEMEX que son desde donde parten los primeros “pitazos” para esta ordeña.

El negocio ha llegado a tales extremos que el producto robado se ofrece en las orillas mismas de autopistas o carreteras secundarias en estos estados. Y hasta precio “oficial” lo tienen ya fijado y que de los ocho pesos que costaba, ahora oscila entre los 11 y los 13 pesos. El riesgo ha aumentado, el precio también aumenta.

Pero en todo el país y particularmente en Querétaro, ni todos somos huachicoleros, como tampoco – y mucho menos – todos son narcotraficantes.

Para combatir este mal que efectivamente es responsabilidad directa de PEMEX, de las policías y cuerpos de seguridad federales y que incluyen al Ejército y la Marina, es también necesario el apoyo de las policías estatales y municipales, a fin de detenerlo y en el que se hace necesaria la participación de la ciudadanía toda para denunciar no solo la presencia de extrañas camionetas que surcan los caminos secundarios, sino también todos aquellos lugares en donde se vende el producto a precios de “oferta” y que están por debajo de los precios oficiales.

Si bien las penas para los huachicoleros se han endurecido – van ahora hasta los 30 años de cárcel – esto no ha sido suficiente para detener a estos malandrines que ahora mismo – y esto ya se ve – están tocando a las puertas mismas de la entidad.

Es hora de cerrar filas.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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