Día del niño, ¿qué celebramos?
Nadie, en su sano juicio, puede negar que este grupo poblacional, requiere crecer sano, asistir a la escuela y tener seguridad; es decir, disfrutar de una vida plena
Como cada año, el próximo 30 de abril se celebrará, en México, el Día del Niño (y la Niña). Sin distingo, autoridades políticas, educativas y sociales, además de los padres y amigos, llenan de regalos y festejos a lo “más preciado” del País que son nuestros niños y mexicanos.
Nadie, en su sano juicio, puede negar que este grupo poblacional, requiere crecer sano, asistir a la escuela y tener seguridad; es decir, disfrutar de una vida plena. En México, los niños y las niñas son 39.2 millones menores de 18 años; el 85% de ellos asiste a la escuela y el 29% trabaja (INEGI 2015).
Al siguiente día, 1º de mayo, se conmemora el Día del Trabajo. Dos celebraciones cercanas; la primera, orientada a proporcionar cuidado y asistencia especial en razón de la vulnerabilidad de la niñez; la segunda, para garantizar la jornada laboral de ocho horas, entre otros derechos. Fechas dedicadas a la fraternidad y a la comprensión en un mundo ideal. Ello, me lleva a reflexionar sobre un tema que me duele y, también, lastima a nuestra sociedad: el trabajo infantil.
La Organización Internacional del Trabajo define el trabajo infantil como “toda actividad económica realizada por niños, niñas y adolescentes”; y si el trabajo es una actividad que perfecciona a la persona, cuando se realiza en condiciones de explotación, no se respetan los derechos fundamentales de ella.
En México ha habido importantes progresos en el combate al trabajo infantil; el Módulo de Trabajo Infantil 2013 registró una disminución de 3 a 2.5 millones de la población trabajadora de 5 a 17 años. A pesar de ello, el trabajo infantil sigue siendo un obstáculo fundamental para hacer realidad el derecho de toda la niñez a la educación y a la protección contra la violencia, los abusos y la explotación. Entre las principales causas del trabajo infantil, destacan las siguientes:
La ignorancia y algunos patrones culturales, llevan a considerar como normal que desde temprana edad los hijos desarrollen la profesión o el oficio de los padres, o que las niñas y las adolescentes atiendan las labores del hogar y el servicio doméstico. Ni la educación escolar ni sus beneficios a largo plazo son valorados como un elemento de desarrollo personal y social.
La violencia familiar es una constante en la niñez que desempeñan trabajos peligrosos. Hay un importante número de menores de edad que son explotados y huyen del maltrato físico y psicológico porque carecen de un núcleo familiar que les brinde los cuidados necesarios.
La demanda de mano de obra infantil, implica menores costos de producción porque las remuneraciones y las prestaciones son parciales o nulas, y en el caso de las actividades productivas familiares, no reciben remuneración alguna.
La pobreza, puede llevar a este núcleo poblacional a abandonar la escuela debido a los costos indirectos y al costo de oportunidad en la aportación que pueda hacer el niño o la niña al hogar. Esta situación deshumaniza a los niños al reducirlos a un simple activo económico.
Cerrar los ojos ante los abusos cometidos contra la niñez trabajadora empobrece e incluso destroza el futuro capital humano necesario para superar las barreras de la pobreza, limita su pleno desarrollo y erosiona el tejido social en nuestro país. La alimentación, la salud, la educación, el juego, la protección y el cuidado por parte de la familia, son derechos que rebasan cualquier patrón cultural. Los niños no deben tener más ocupación que la de estudiar y desarrollarse plenamente en actividades propias de su edad. Nada justifica su participación en actividades que los priva de su tiempo y que interfiere en su desarrollo intelectual y físico.
El reto es lograr una sociedad más justa y armónica que permita formar a los futuros ciudadanos, que aportarán mucho al mercado laboral a su debido tiempo. Mientras, deben gozar de sus derechos a la vida, a la no discriminación, a tener una identidad, a la libertad y a la protección. Esto es una obligación de padres, gobierno e instituciones. Bajo esta premisa, ningún menor de 18 años debería de trabajar en nuestro País; entonces, ¿qué celebramos?