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Aunque los años pasen…

Por Andrés González - 31/10/2021

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

La familia – todos los quince hermanos – nos habíamos congregado  entorno a la cama en la que estaba postrada la persona más querida de casa. 

 Aunque los años pasen…

Salías de un templo un día llorona 

Cuando al pasar yo te vi 

Hermoso huipil llevamos llorona 

Que la virgen te creí.  

Son estas fechas, las que nos ponen tristes.  

Y nos llenan la cabeza de recuerdos. 

Si el tiempo todo lo borra, este recuerdo nunca desaparece. 

La familia – todos los quince hermanos – nos habíamos congregado  entorno a la cama en la que estaba postrada la persona más querida de casa. 

Cuando llegó el doctor que la atendía, nos llamó en privado a tres de los hermanos mayores. 

“Ya no hay mucho que hacer – nos dijo – llévensela a su casa y a esperar a que sea lo que Dios quiera”. 

Al resto de los hermanos nada les dijimos. Nada. 

Nos vieron llorando y así salimos todos de la habitación, sin pronunciar una sola palabra. 

El nudo lo traíamos en la garganta, pero el corazón nos apretaba el pecho, todo nuestro ser. 

No sé qué tienen las flores llorona, 

Las flores del camposanto 

Que cuando las mueve el viento llorona, 

Parecen que están llorando. 

En casa – y desde ese día – ya nada volvió a ser igual. 

Se espaciaron a la casa paterna nuestras visitas. Cuando nos sentábamos a la mesa, la persona que nos faltaba era la raíz y el tronco de todos nosotros. 

Ay  de mi llorona, llorona de un campo frío 

El que no sabe de amores llorona 

No sabe lo que es martirio. 

Y cada año, por estas fechas, nos unimos todos, en un solo corazón, en torno a la figura materna.

Y lo seguiremos haciendo hasta que algún día, allá y con ella,  nos vayamos juntando uno a uno los quince.

Ay de mi llorona, llorona, llévame al río, 

Tápame con tu rebozo llorona 

 porque me muero de frío. 

Este otoño, como los últimos que hemos pasado, me parece el más triste de todos. Y así cada año. 

Dos  besos llevo en el alma llorona 

Que no se apartan de mí 

El último de mi madre llorona 

Y el primero que te di. 

Ay, los besos y los abrazos de una madre, son inigualables. 

Y como se extrañan, más que ningún otro. 

Hasta pronto…mamá.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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