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La toma de La Bastilla, ¿por qué AMLO cerró las Islas Marías?

Por Staff Códice Informativo - 21/02/2019

El pasado lunes 18 de febrero, Andrés Manuel López Obrador anunció, sin preámbulo, el cierre de uno de los centros penitenciarios más icónicos de México. […]

 La toma de La Bastilla, ¿por qué AMLO cerró las Islas Marías?

Foto: EFE

El pasado lunes 18 de febrero, Andrés Manuel López Obrador anunció, sin preámbulo, el cierre de uno de los centros penitenciarios más icónicos de México. Se trata ni más ni menos que de las Islas Marías, tres pequeñas fracciones de tierra, más el islote San Juanico, que se levantan entre el esplendor azul del pacífico nayarita. De acuerdo con el presidente, que expidió un decreto en ese sentido, 400 de los 600 presos que cumplen ahí su condena serán reubicados en otros centros penitenciarios, mientras que algunos otros, serán liberados. Respecto a la penitenciaría, que opera desde hace más de 100 años, se anunció que fungirá como centro para el desarrollo cultural, así como para la conservación de los recursos naturales.

Todo esto, es decir, el anuncio de transformar una colonia penal en centro cultural y reserva ecológica, suena muy bien, pero abre camino a muchas interrogantes. La primera de estas, es ¿por qué escogió López Obrador ese centro penitenciario en particular? ¿Qué beneficio obtiene el Gobierno Federal al clausurar un centro de bajo perfil que además estaba lejos de las condiciones de hacinamiento y sobrepoblación que caracterizan a otras penitenciarías en el país? La respuesta a estas preguntas, la encontramos, en primera instancia, en el discurso historicista del presidente nacional. Desde su primera candidatura presidencial, Obrador se vendió a sí mismo como una fuerza progresista. Que lo sea o no, es lo de menos, el hecho es que, en el plano federal, no ha vacilado en trazar paralelismos con figuras rupturistas y revolucionarias. Basta con ver, por ejemplo, la reciente exaltación que hizo de Emiliano Zapata al dedicarle este año en el calendario nacional.

Esta tradición revolucionaria tiene una lógica a nivel internacional. En términos generales, se remonta a la Revolución Francesa con la toma de la prisión de La Bastilla en 1789. La Bastilla era una prisión célebre por albergar un gran número de presos políticos. La toma de dicho centro penitenciario fue, para los revolucionarios, una forma de dar a conocer, no solo su ruptura con el viejo régimen, sino también su desprecio hacia lo que consideraban un ícono de la represión y la tiranía.

Para entender el paralelismo entre La Bastilla y las Islas Marías, nos tenemos que remontar a 1905, cuando Porfirio Díaz, entonces presidente de la nación, las transformó en la colonia penal que subsistía hasta el decreto de Andrés Manuel López Obrador. El concepto mismo de colonia penal es distinto al de las prisiones convencionales, pues mientras en las segundas lo que prima es el castigo, en las primeras se buscaba, en cierta forma, la reinserción de los presos mediante el trabajo. De este modo, podríamos decir que, en el México porfirista, las Marías eran el equivalente a Siberia o a la Tierra de Van Damme, hacia donde los ingleses deportaban a sus criminales.

Tras la revolución, y sobre todo en tiempos de Lázaro Cárdenas, se buscó que las Marías fueran en verdad un lugar para rehabilitar presos poco peligrosos acusados de delitos federales. No obstante, al haber sido fundada por Porfirio Díaz, la colonia penal conservó una connotación autoritarismo. El hecho de que entre sus clientes postrevolucionarios hayan figurado personajes como Concepción Acevedo de la Llata, mejor conocida como ‘Madre Conchita’ y acusada sin pruebas del asesinato de Álvaro Obregón, o el escritor José Revueltas, no hizo más que reforzar esa percepción.

Es cierto que hubo penitenciarías más icónicas que las cuatro islas nayaritas. San Juan de Ulúa, en Veracruz, Lecumberri, en la Ciudad de México o el viejo Centro de Readaptación Social en San Luis Potosí, son algunas de las más destacadas. No obstante, todas dejaron de operar años atrás. Las Islas Marías estaban tan enraizadas en el imaginario nacional, que incluso hubo una película de Pedro Infante al respecto y hasta en un capítulo de El Chopiras y El Peterete, Chespirito se dio la oportunidad de bromear sobre la penitenciaría como una especie de resort para los delincuentes.

Al cerrarla, fiel a su discurso de “cuarta transformación”, AMLO quisiera dejar claro que su proyecto nacional es más radical incluso que la propia Revolución Mexicana, pues ésta conservó un ícono de la represión porfirista. Esto, claro, solo en la cabeza del mandatario, pues en la realidad, es muy probable que tal radicalismo no exista y que, al final, solo sea un gesto simbólico para mantener una linea discursiva con pocas posibilidades de pasar a la acción. En otras palabras, es una nueva toma de La Bastilla, pero región 4.


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