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La Soberana República del Bajío

Por Staff Códice Informativo - 08/09/2020

La decisión de por lo menos nueve gobernadores de abandonar la Conago para suscribir una alianza “federalista” a la que ha sido invitado el gobernador […]

 La Soberana República del Bajío

Foto: Archivo

La decisión de por lo menos nueve gobernadores de abandonar la Conago para suscribir una alianza “federalista” a la que ha sido invitado el gobernador de Querétaro Francisco Domínguez Servién, ha puesto bajo la mesa un tema que parecía ya sepultado en los albores de la historia. Nos referimos por supuesto, al separatismo.

Aunque distan de alcanzar la notoriedad que tienen sus homólogos en España, los movimientos separatistas mexicanos han tenido una presencia constante a lo largo del tiempo. En el siglo XIX, por ejemplo, hubo fuertes revueltas regionalistas tanto en el norte como en el sur del país. Las primeras culminaron con la independencia de territorios como Texas, que terminaría por unirse a Estados Unidos junto con lo que hoy es California, Arizona, Utah, Nevada y Nuevo México, mientras que las segundas dieron pie a la formación de las repúblicas centroamericanas.

En los albores de la tercera década del siglo XXI, el separatismo sigue siendo un tema vigente y una amenaza para la unidad nacional. Sin embargo, para algunas regiones, más que una amenaza, la posibilidad de erigirse en territorios autónomos e independientes podría constituir una verdadera oportunidad de crecimiento. Este pareciera ser el caso del Bajío, región en la que se localiza el estado de Querétaro, así como varios de sus vecinos, entre los que destacan Guanajuato, Michoacán y San Luis Potosí.

Privilegiado con un clima relativamente benigno, que contrasta con la aridez extrema del norte y la en ocasiones asfixiante humedad que abunda en el sur del país, el Bajío ha ocupado un lugar destacado dentro de la economía mexicana por lo menos desde la época virreinal. En aquellos siglos, la región destacaba por dos cosas: su agricultura, que llevó a lo que hoy es el estado de Guanajuato a ser identificado como “el granero de México” y la minería, que permitió el surgimiento de esplendorosas ciudades coloniales como Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí, así como de importantes “puestos de paso” que eventualmente germinarían en prósperos centros urbanos, como fue el caso de Querétaro y León.

Estas condiciones, que hacen de la región un enclave particularmente rico en recursos, continúan reflejándose en indicadores como el ingreso per cápita, la calidad de vida y la inversión tanto nacional como extranjera, así como la bonanza industrial y el reciente desarrollo del sector terciario. En el rubro de exportaciones, por ejemplo, solo Querétaro y Guanajuato acumularon más de 36 mil millones de dólares en 2019. Si a esto le sumamos los 20 mil millones de Jalisco y los 15 mil de San Luis Potosí, obtenemos una ganancia total por exportaciones que ascendería hasta los setenta mil millones de dólares. Ahora, si a esta cifra le sumamos las exportaciones de Aguascalientes, Zacatecas, Coahuila, Nayarit, Colima, Nuevo León, Durango y Michoacán, la ganancia total asciende hasta los ciento setenta mil millones de dólares en un solo año. Estamos hablando de una cifra que supera los tres billones de pesos, lo cual alcanzaría perfectamente para sostener un estado de bienestar con infraestructura suficiente para satisfacer las necesidades de los cerca de 36 millones de habitantes que tendría este hipotético estado.

La capacidad industrial con la que cuentan estos estados se refleja también en su Producto Interno Bruto que, de acuerdo con datos del Inegi, durante 2018 correspondió al 38% del PIB nacional, por lo que, de ser un país independiente, el PIB  per cápita de la región se incrementaría respecto al que actualmente tiene México, un dato que podría manifestarse en un mejor índice de desarrollo humano y, a la larga, incluso en mejores cifras en lo que se refiere a seguridad.

Los grandes motores de la industria en El Bajío y los estados vecinos del norte son el sector automotriz, el sector aeroespacial y el sector angroindustrial, que durante la última década ha alcanzado prominencia en el estado de Querétaro. Solo el sector automotriz concentra más de nueve plantas armadoras en la zona con inversión japonesa, coreana, alemana y estadounidense. A estas industrias hay que sumar a sus proveedoras, muchas de las cuales son de inversión nacional y que constituyen una de las mayores fuentes de empleo en Guanajuato y Querétaro. El sector aeronáutico, por otra parte, ha convertido a la región en un importante de hub de innovación tecnológica, pues la apertura de plantas en este sector se ha traducido también en la instalación de universidades y centros de investigación.

La capacidad logística es otro fuerte de la zona. Por la región atraviesan algunas de las autopistas más importantes del continente, lo que posibilita la conectividad con Estados Unidos y Canadá. Además, si incluimos a Tamaulipas en nuestra hipotética nación, tendríamos tres de los mayores cruces fronterizos (Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros), así como uno de los puertos más productivos del país, que sería el de Altamira, en la Zona Metropolitana de Tampico. La capacidad portuaria se vería fortalecida en el pacífico con enclaves como Manzanillo y Lázaro Cárdenas. Respecto a los aeropuertos, entre el Central del Bajío, en Silao y el Intercontinental de Querétaro, podrían satisfacerse tanto las necesidades correspondientes tanto al flujo de pasajeros como a los vuelos de carga, que ya tienen un importante centro logístico en el Puerto Aéreo de León, Guanajuato. Si a esto sumamos aeropuertos como los de Guadalajara, Aguascalientes y Monterrey, obtendríamos una gran capacidad para trasladar pasajeros y favorecer el intercambio de mercancías a nivel internacional.

Por otra parte la extracción de petroleo y sus procesos también suponen un punto a favor para esta imaginaria y potencial nueva nación, y es que la región configurada se beneficiaria de las tres refinerías que se encuentran en la región, y que además se encuentran distribuidas estratégicamente: en el norte se encuentra la de Cadereyta, Nuevo León; al este con la de Madero, Tamaulipas y en el centro con la que se ubica en Salamanca, Guanajuato.

Por supuesto, un país funcional no puede depender exclusivamente de la industria. Una economía diversa es algo muy sano y deseable para el desarrollo de toda sociedad. No obstante, esto está lejos de ser un problema para la hipotética República del Bajío. Pensemos en la agricultura. Como ya se mencionó, algunos de los estados de la región están entre las regiones más fértiles del continente. Michoacán, por ejemplo, destaca en la producción de limón y aguacate. Este último se ha convertido en uno de los ingredientes más codiciados por cocineros y comensales de Europa y Estados Unidos. Cada Superbowl, millones de toneladas de Aguacate salen de los municipios rurales de Michoacán con destino a los supermercados y restaurantes estadounidenses. La ganadería, así como la producción cárnica y láctea, tienen también importantes enclaves en Coahuila, Durango y Nuevo León, sobre todo en la Comarca Lagunera, mientras que Querétaro, Aguascalientes y Guanajuato han comenzado a destacar en la producción vinícola.

El turismo sería otro “pez gordo” para la República del Bajío. Hoy en día, esta actividad supone una de las mayores fuentes de ingresos a nivel nacional. No obstante, gran parte de los atractivos están dentro de la zona que se independizaría. Si pensamos en playas, por ejemplo, la región cuenta con Puerto Vallarta, así como con la Riviera Nayarit y la llamada Costa Alegre del sur de Jalisco. Además, en Michoacán hay muchísimas playas sin explorar que sin duda ofrecen grandes posibilidades para el desarrollo turístico.

En lo que se refiere a lugares históricos, la región es rica en monumentos y enclaves de interés, pues gran parte de la historia nacional se gestó aquí, comenzando por la independencia y prosiguiendo por la Reforma y Revolución. No hay que olvidar, por ejemplo, que en Querétaro tuvieron lugar episodios de trascendencia como el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y la firma de la Constitución de 1917. Por otra parte, los centros históricos de ciudades como San Miguel de Allende, Guanajuato, Morelia y Zacatecas, así como los pueblos mágicos al estilo de Pátzcuaro y Bernal, ofrecen grandes atractivos tanto al turista nacional como al extranjero, mientras que los parajes naturales como la Huasteca Potosina o la Sierra de Zapalinamé, en Coahuila, cuentan con un potencial importante para el ecoturismo.

¿Dónde podríamos situar la capital de un país con estas características? Pese a la existencia de ciudades muy grandes como Guadalajara y Monterrey, quizá el enclave más adecuado, tanto por sus actuales condiciones de seguridad, como por su importancia histórica y su accesibilidad geográfica, sea la ciudad de Querétaro. Se trata de uno de los lugares con mayor nivel de vida en la región, así como con mejor clima y un centro histórico que, por más que crezca la urbe, no pierde su encanto pintoresco. Por supuesto que, de constituirse en capital de un país independiente, la proyección internacional de Querétaro se dispararía. Además, dado su papel protagónico en acontecimientos de relevancia histórica, convertirse en eje de un movimiento separatista le vendría como anillo al dedo a esta ciudad, sobre todo ateniéndonos al hecho de que, como dice el presidente, nos encontramos ante la “cuarta transformación”.

Tanto el Bajío como sus vecinos del norte podrían desarrollar muchas de sus potencialidades si se independizaran. Por supuesto, lograrlo no sería fácil y existiría resistencia por parte de la administración centralista de la Ciudad de México. Si embargo, considerando lo que la región tiene a su favor, quizá nadar por cuenta propia sea una aventura que vale la pena.


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