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Vivian Abenshushan contra el autor como autor-idad

Por Dafne Emilia Martínez - 06/09/2019

En conversación con Gabriela Jáuregui, habló de su nuevo libro “Permanente obra negra”, una bomba contra la literatura de fórmula, paralizada y paralizante

 Vivian Abenshushan contra el autor como autor-idad

Foto: Especial

Vivian Abenshushan no es autora fácil ni de definir ni de leer. Esto no quiere decir que su lectura resulte trabajosa o que su prosa sea complicada. Todo lo contrario, si algo le repugna a Vivian es el esfuerzo innecesario. Más que difícil, entonces, tendríamos que considerarla una autora desobediente. Su dificultad está en que siempre busca salirse del sistema en el que se escribe, produce y consume la mayor parte de la literatura. Su dificultad está en su rebeldía.

Cuando escribe, Vivian Abenshushan busca todo menos complacer al gran mercado, que es lo que hace la literatura fácil. Sus libros son difíciles de encasillar en un género: van desde la narrativa al ensayo y a veces, incluso rozan lo poético y hasta lo conceptual. Son libros que se niegan a circular como tales y preferirían, quizá, ser páginas de internet, hipervínculos o piezas de arte contemporáneo.

De todo esto habló durante su presentación en el Hay Festival Querétaro edición 2019 con su amiga y colega Gabriela Jáuregui, responsable de Tsunami, uno de los proyectos ensayísticos más ambiciosos de la literatura contemporánea y en el que se compilaron ensayos de doce escritoras mexicanas que van desde la veterana y casi nonagenaria pero siempre lúcida Margo Glantz, hasta la poeta queretana, apenas nacida en el 89, Yolanda Segura.

Pero, aunque lo venden afuera a doscientos pesos, no es Tsunami el libro que reúne aquí a las dos autoras. Ese “libro“, si se le puede llamar así, es Permanente obra negra, la última provocación narrativa de Abenshushan, en la que se indaga en dos conceptos fundamentales para la anarco-escritora mexicana: La autoría como ejercicio individualista de “autoridad” y el plagio, o mejor aún, la apropiación, como un ejercicio para, por un lado, reconocer las propias influencias y, por el otro, cuestionar un sistema que nos plagia constantemente y nos explota sin que apenas nos demos cuenta cada minuto.

Estructurado como un conjunto de fichas bibliográficas, Permanente Obra Negra cuenta diversas historias cuyo punto gravitacional es un oficio que alguna vez ejerció Vivian Abeshunshan. Nos referimos, por supuesto a la “negrería literaria“, es decir, producir obras para que las firmen personajes célebres de la política, el arte o el deporte.

Trazando una analogía con la transportación de esclavos desde África para trabajar en las colonias americanas, Permanente obra negra habla sobre un grupo de negros literarios que viajan en un barco mientras producen la literatura universal. Sometidos a constantes privaciones, los negros finalmente se rebelan mediante la escritura de un libro “susurrante”, el libro que la lectora, en palabras de Abenshushan, tiene en las manos cuando abre Permanente obra negra.

Gran parte del texto está escrito desde la apropiación y la cita (el 80%, según la propia autora), en un ejercicio que es casi benjaminiano. El 20% restante es “nefasta originalidad“.

El libro se funda en el plagio y el copypaste para asumir que siempre escribimos con palabras prestadas y que siempre nos precede lo que hemos leído y lo que hemos conversado, quedando la imaginación y la escritura como una serie de recombinaciones de esas palabras y esas ideas que han sido dichas y escritas por otros y otras (…) me interesaba además ir contra la idea del autor como un sujeto comformado por el talento, el genio, la habilidad y el individualismo“, dice Abeshunshan mientras conversa con Gabriela Jáuregui.

El libro, pensado además como u texto político, busca también abrir otras conversaciones y buscar en la lectora o el lector otras corporalidades más allá de las que se asumen al contar con un libro en la mano, pero también al márgen de las lecturas impuestas desde la pantalla donde, bajo la promesa de una supuesta horizontalidad, las subjetividades son puestas a trabajar de manera constante para “personas de las que apenas sabemos”, como los dueños de Twitter, Google y Facebook.

El libro, se erige entonces como una crítica frontal al sistema hegemónico de producción literaria y se asume como un artefacto que cuestiona, ya no solo los géneros o formatos tradicionales sino el proceso mismo para la elaboración de escritores que, como dice Vivian, se constituye sobre la explotación e invisivbilización de muchísimas voces, muchas de ellas mujeres, como casi todos los productos del capitalismo tardío.

Plagio porque antes fui plagiada, robada, sacada de mí misma“, dice una de las narradoras cuya voz Abeshunshan rescata en esta ¿novela? ¿ensayo? La palabra adecuada podría ser más bien, bomba contra la literatura de fórmula, paralizada y paralizante.


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