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La literatura, un respiro

Por - 24/02/2017

La literatura es el arte que utiliza las palabras para crear. Se aboca al uso estético de la palabra escrita

 La literatura, un respiro

El arte ha sido, a lo largo de la historia, un aspecto intrínsecamente ligado a la vida del ser humano, sirviendo como un lenguaje universal en el que prevalecen la belleza y la estética. En la Grecia antigua surgió la división entre las artes superiores, las creadas para ser apreciadas con los ojos y los oídos que hoy conocemos como las siete bellas artes: arquitectura, escultura, pintura, literatura, música, danza y cine (añadida en la época moderna).

La literatura es el arte que utiliza las palabras para crear; se aboca al uso estético de la palabra escrita. A través de ella, las personas podemos incursionar por mundos, espacios y tiempos inimaginados, armónicamente entretejidos. Son segmentos encadenados en determinada posición que construyen esos mundos por los que los lectores viajan de la mano de la imaginación, la razón y los sentimientos. En ese mundo muticromático de figuras caprichosas e irrepetibles, visualizo mi amor por la literatura.

Deseo compartir con mis lectores algunas pistas no solo para disfrutar la lectura sino para recrearla y recomponerla en el “aquí y ahora”. Primero, hay que visualizar los tres apartados de la obra literaria autor, mensaje y lector, como una relación entre el tiempo, el espacio y los personajes. Un ejemplo es el Hamlet de Shakespeare que, cinco siglos después, sigue funcionando a pesar de estar fuera de su espacio contextual; el autor está presente, no sabemos en qué tipo de lector pensó, ¿en mí, en ti o en quién?

En la actualidad, los avances tecnológicos insertan otra mirada visual, auditiva y volátil: y frente a este mundo, la obra literaria es un acto de cultura que trasciende tiempo y espacio, que se crea y recrea hasta el infinito. Por eso hay grandes obras que inflaman el espíritu, la reflexión, la alegría, el sufrimiento, nostalgia o tristeza. Sin importar la época en que se lean y relean, siguen estando vivas.

Toda obra literaria es un signo de la realidad, es un resumen de la visión sintética de lo que le ocurre al autor, imaginada hipotéticamente. Tiene verosimilitud porque hay signos que remiten a una verdad, de ahí que todo signo sea válido. Del talento del escritor, de su profundidad en escoger el “signo importante de una realidad” depende que ese signo sea válido. A través de sus palabras, el escritor emite un juicio sobre la vida y si el lector llega a captar el mensaje, es válido y, por lo tanto, interpretable. La obra literaria no se debe tomar como un dogma sino como un cúmulo de posibilidades que puede ser tan o más compleja que la vida misma, de ahí su trascendencia.

La obra literaria es reflejo de un símbolo por eso se ubica dentro de la historia de la cultura. Pongamos un ejemplo, la obra de Dostoievski es universal por la forma en que plasma “el mal” a través de sus personajes y sus contextos atemporales. Toda obra debe estar conectada a una simbología: Edipo a la fatalidad; Dante a la eternidad; El Quijote, al ideal; Don Juan, al amor; Otelo, los celos desmedidos; entre otros. La coherencia entre el símbolo y el signo, es un reflejo de la vida “real” transmitida por la literatura, que le da autonomía y la libera hasta de su propio creador.

Desde esta óptica, la obra literaria no depende más que del lector, y no necesita conocer nada de la circunstancia de la obra o del autor para que sea válida. Depende exclusivamente de sí misma. También es polivalente -hay que salvar la coherencia interna-llena de significados y sentidos que siempre remiten a la vida y es interpretable de muchas maneras. Solo hay un dogma: acercarse a lo que implicó el autor y que pretende sintetizar una parte de la vida a través de las palabras, de su escritura.

Toda obra es un signo de comunicación, hay que saber leerla para comprenderla, ya que las reacciones son intuitivas, verosímiles. Los personajes “bien creados”, trascienden autor y novela, permanecen en ella pero no son iguales porque cobran vida propia a través de cada lector que lo asimila. Por ello es que diversos lectores pueden identificarse con un mismo personaje desde su propia óptica. Tú, ¿con cuál personaje literario te identificas?


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