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Reportaje: Títeres en México, tradición ancestral que se remonta a la época prehispánica

Por Staff Códice Informativo - 03/08/2019

La compañía de los Hermanos Rosete Aranda, la más importante de México y conocida a nivel mundial, ha tenido tanta influencia que en una universidad rusa existe una materia teatral que lleva su nombre

 Reportaje: Títeres en México, tradición ancestral que se remonta a la época prehispánica

Foto: EFE/Rosana Ubanell

“La tradición de los títeres ha marcado la historia de nuestro país desde hace cientos de años. Se han encontrado figurillas de barro en sitios arqueológicos de Tlaxcala como Cacaxtla y Xochitécatl, que imitan seres humanos articulados. Los hijos de las altas clases sociales contaban con estos juguetes ya en épocas prehispánicas”, afirma Julio García Castillo de rehiletes.com, especialista en turismo cultural de Tlaxcala.

Incluso hay un códice maya que revela al personaje “Teokikixltli” (el que hace bailar a los dioses) que en una mano muestra a un títere de guante y en la otra un títere de hilos.

La familia de Alberto “Beto” Orozco García ha mantenido viva esta tradición histórica mexicana con dedicación, pasión y un amor inagotable a las marionetas. Tres generaciones al servicio de este arte que Beto, de 34 años, comenzó a aprender con 8 años.

Desde la construcción de sus propios títeres, al arreglo de las obras y los escenarios hasta su manejo, Beto y sus cuatro hermanos –y ahora su sobrino- mantienen viva la tradición. Su madre, Aída García Hernández, elabora el vestuario de las marionetas.

“Es una tradición familiar que sigo porque la conozco desde que nací. Todos en casa somos músicos, titiriteros, mi hermano mayor es cantante de ópera, mi mamá cose el vestuario”, explica Beto a Efe.

Los cientos de marionetas que han elaborado a lo largo de los años permanecen en su taller como patrimonio familiar.

Beto resume su arte en “dar vida a cualquier objeto inanimado” y maneja marionetas de hilo, guante, sombra, bocones, de varilla, fantoches. En definitiva de todo el espectro infinito del guiñol.

En cuanto a los materiales, la familia utiliza cualquier material que tenga capacidad de moldeado, “desde pasta, madera, látex y hasta reciclado. Todo lo que ayude a crear esa vida. Mi mamá los viste de acuerdo al personaje”, afirma Beto.

Si alguien puede dar vida a unos acróbatas saltimbanquis, a un esqueleto bailón pasado de tequila, a un triste tenor o a un titiritero en pena, es Beto, con unas manos mágicas que mueven los títeres de tal manera que magnetizan al público.

Beto dirige el grupo de teatro de títeres La Bruja, con sede en Huamantla, Tlaxcala, desde 2005. La mayoría de sus integrantes pertenecieron al grupo Malinzi (Museo Nacional del Títere) desde el año de 1993 hasta 2002.

La Bruja lo integran músicos, bailarines, profesores, administradores, pintores y cantantes. Su objetivo primordial es preservar y difundir el arte titiritero en México.

Es tal la importancia del arte titiritero que la Legislatura Local de Tlaxcala tiene previsto debatir una iniciativa para declarar a los Títeres de Huamantla y al Festival de Títeres “Rosete Aranda” como patrimonio cultural Material e Inmaterial del Estado de Tlaxcala.

Los Rosete Aranda

En 1835 se creó la empresa de autómatas de los Hermanos Rosete Aranda, la compañía de títeres más importante de México y conocida a nivel mundial, cuya influencia ha llegado hasta Rusia, donde en una de sus universidades existe una materia teatral llamada Rosete Aranda.

La familia Rosete Aranda es fundamental a la hora de entender la historia de los títeres en México. Julián Aranda y sus hermanos Hermenegildo, Ventura, María de la Luz y Francisco, -fundadores de la compañía- crearon personajes de todo tipo que representaron historias, cuentos, leyendas, obras literarias, acontecimientos históricos, hasta conciertos que entretenían y educaban al público.

El Museo de Títeres de Huamantla conserva la colección de los Hermanos Rosete Aranda, donde algunos de sus títeres ya forman parte del acervo cultural mexicano como “El vale coyote”, “La Parrasconcita” o “El pilluelo dinamita”.

Este establecimiento alberga también una amplia colección de marionetas de Alemania, Francia, Italia, Indonesia, China, Sudamérica, Estados Unidos y México gracias a las donaciones de muchas de las compañías de títeres internacionales que participan en el Festival Internacional del Títere que se celebra las dos últimas semanas de octubre.

La tradición del títere en México resurgió con la llegada de los religiosos europeos que vieron en estos espectáculos la posibilidad de la evangelización, contando historias ejemplares en las representaciones.

En los escritos que dejó Fray Bernardino de Sahagún se menciona que la forma de llegar a los indígenas y convertirlos a la religión era a través de personajes animados.

Pronto surgieron las compañías de titiriteros de carpa que abordaban temas pícaros, burlescos y de sátira y crítica política, creando un sinfín de escenarios y obras espectaculares con cantantes y actores que daban vida a las marionetas.

En esta época dorada del títere nació la compañía de los Hermanos Rosete Aranda, mucho antes de la llegada de la radio y la televisión.

Si la Inquisición en la Edad Media prohibió los espectáculos y persiguió a los titiriteros, también lo hicieron posteriormente varios gobiernos tras la independencia de México en 1821.

Las marionetas hablaban lo que estaba en la mente de todos pero nadie se atrevía a decir por miedo a arresto y encarcelamiento.

Por su boca se criticaba a políticos y gobernantes y fueron estos espectáculos los que transmitieron la crítica social y la voz y el sentir del pueblo antes de la aparición de los medios de comunicación.

A los títeres también se les llama “marionetas” derivado de la palabra francesa “marionette” que se refería a la virgen María quien se aparecía en representaciones religiosas y efectuaba un sonido agudo. Por eso las marionetas hablan con voces agudas o falsas.

El nombre de títere es una palabra onomatopéyica que hacían los actores con un silbato produciendo un ti-ti al mismo tiempo que movían los muñecos. ¡Ahí viene el ti-ti-ritero!.


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