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¡Sinvergüenzas!

Por Staff Códice Informativo - 13/12/2017

Texto: Carles Murillo   20 de septiembre Salgo a la calle ataviado con mi traje de zoon politikón porque la Guardia Civil ha desplegado una […]

 ¡Sinvergüenzas!

Foto: OK Apartment

Texto: Carles Murillo

 

20 de septiembre

Salgo a la calle ataviado con mi traje de zoon politikón porque la Guardia Civil ha desplegado una operación en Barcelona que se ha saldado con catorce detenciones políticas. Serpenteo entre los manifestantes sin poder encajar mi cuerpo entre la masa. Estoy a escasos metros de la Consejería de Economía, en cuyo interior agentes de paisano efectúan un registro. A pesar de que el Partido Popular (PP) ya se ha hecho con las cuentas de la Generalitat, las detenciones han provocado que me indigne. La concentración es espontánea, no hay nadie que ordene cómo se debe actuar. En ese preciso instante, Joan Tardà del partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) habla: «¡nuestra rotundidad se basa en hacerlo todo contundentemente, cierto, pero cívica y pacíficamente; ellos quieren que haya violencia, pero no la tendrán!». Se aplaude mucho. El mayestático me resulta demasiado paternalista. Me retiro entre las pocas banderas independentistas.

Pasan las horas y nadie ha arrastrado contenedores ni quemado coches. Han colgado una pancarta gigante en la esquina del edificio: WELCOME TO THE CATALAN REPUBLIC. Parece que es el principio de algo que empezó en 2006, cuando el Govern de la Generalitat intentó cambiar el encaje autonómico de Catalunya, retocarle el bigote a la Constitución. El acuerdo estaba tan cerca que cuando Mariano Rajoy optó por agitar a España entera con sus marchas por la unidad nacional y presentar un recurso, nadie podía imaginar que esa decisión se convertiría en la semilla del problema actual; en 2010 el Tribunal Constitucional falló a favor de Rajoy y Catalunya se vio obligada a seguir tal y como lo estipula la constitución de 1978. Me pregunto si las detenciones de hoy han fabricado a los primeros mártires. Los mártires suelen desatar sentimientos. 

 

21 de septiembre

El PP ha considerado que parte de la solución al problema político consiste en fletar dos cruceros comerciales, donde dormirán buena parte de los 16 mil policías que se desplazarán a Catalunya. Agito el iPad pero el tweet de Soraya Sáenz, vicepresidenta del Gobierno de España, no desaparece: asegura que esta operación policial quiere «defender la ley y garantizar que, por cauces democráticos, todos puedan plantear cambios». Se difunden fotos de los cruceros, están recubiertos por dibujos de Correcaminos y de Piolín. Memes en avalancha.

 

25 de septiembre

Me llegan videos virales. Desde distintos puntos de la península, coches de la policía desfilan por calles recubiertas de banderas españolas. Vitorean y despiden a las fuerzas de seguridad como si estas marcharan hacia Catalunya para sofocar una rebelión secesionista, que pone en riesgo la perpetuidad del metarrelato que cose a España de punta a cabo: la unidad nacional. La situación es asfixiante. En cuanto a las banderas, albergo una opinión muy simple y que una vez se la escuché decir a un escritor madrileño: la única bandera que ha removido mis entrañas ha sido la de mi equipo de fútbol. Se la robé porque siento lo mismo.

 

27 de septiembre

Un ejército de policías registra almacenes, entra en copisterías, imprentas, cierra páginas web, etcétera. Han encontrado el material necesario para llevar a cabo el referéndum del 1 de octubre. Creo que no se celebrará. Si se lo contara a alguien me diría que soy un escéptico pesimista. Someto mi conciencia a una sesión de control rutinaria: ¿confías en alguna promesa política después de sobrevivir a la crisis de 2008 y al interminable hedor de las cloacas de la corrupción catalana y española? ¿De verdad crees que con la independencia se constituirá un estado de derecho capaz superar la enmascarada oligarquía hacia la que suelen tender las democracias?

 

29 de septiembre

El Ministerio del Interior ha cerrado el espacio aéreo de Barcelona. Desde la terraza de mi piso veo a los pilotos de los helicópteros de la Policía. Son ellos los que vuelan bajo, los que filetean el aire. Quizá de uno en uno los helicópteros no sean gran cosa, pero hoy cuando he tratado de sumar todos los que han sobrevolado el espacio aéreo durante los últimos días, me asalta una idea fundamental: si los helicópteros dejaran marcas en las zonas que han volado, todo aquel que lo mirara desde abajo se daría cuenta de que el cielo ha sido ocupado por el poder. Necesito aire fresco.

Acudo a la manifestación universitaria. Entro en el rectorado de la Universidad de Barcelona, que está empapelado. Salgo y culebreo entre los estudiantes. Estoy en el centro de la protesta cuando una ráfaga de aplausos anuncia el paso de los bomberos: equipados como si tuvieran que extinguir un fuego, prometen defender pacíficamente las urnas. El desfile de los bomberos transforma el griterío en un clamor preso de un enloquecido convencimiento: ¿la esperanza es infinita? Rodeado por esta generación postolímpica, y casi por obligación, me inclino a pensar que detrás del referéndum hay una convicción ética, una voluntad de desenmascarar lo que veo en todos los parlamentos democráticos del mundo globalizado: la plutocracia.

 

30 de septiembre

Las asociaciones vecinales han ocupado las escuelas que mañana serán colegios electorales. Se han organizado para asegurarse de que nadie las cierre. Me paseo por mi barrio antes de cenar con unos amigos. Camino de la escuela hay carteles que anuncian el referéndum y dos pasos más adelante, los mismos carteles pero arrancados. En la entrada de la escuela se distribuyen los enviados especiales de tres televisiones estatales que le toman el pulso a la noche. Mi propia emoción me sorprende cuando veo a un grupo de padres representando una obra de teatro para los pequeños de la familia. El PP padece demofobia y, por lo que observo, aquí se resistirá con tácticas cívicas y pacíficas. Quieren expresar una voluntad política. He de confesar que siento cierta envidia por todos los que han hecho algo real por el referéndum. He sido incapaz ofrecer mi ayuda en algo. No sé si estoy demasiado globalizado.

El Govern ha dado un golpe de efecto y acaba de enseñar cómo serán las urnas con las que mañana se podrá votar. Nadie se lo esperaba, eso es lo que comentamos durante la cena. Debatimos y hablamos de política. Yo digo que la Constitución no permite referéndums así que lo de mañana es posicionarse en contra de la ley. Es un punto de vista que no congrega con otras maneras de ver el 1-O, puesto que para parte de mis amigos, la votación de mañana es legal porque la Generalitat ha promulgado un par de leyes que así lo verifican y, dicho sea de paso, el derecho de autodeterminación está recogido en la carta de las Naciones Unidas; argumentos que, personalmente, me suenan poco realistas.

Mi problema: ¿cómo puedo creer en la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU si durante los últimos años (por poner un ejemplo cercano y mediático) todos los países de Europa han dejado morir a no sé cuántos refugiados en el Mediterráneo? La conversación se alarga hasta el postre. Salimos a tomar algo y supongo que mientras tanto, en las escuelas, las personas que protege los centros de votación ya están dentro de los sacos de dormir.

Nosotros seguimos con la cháchara; entiendo que las leyes no pueden dictar la voluntad de las sociedades ad eternum. A estas alturas de la noche, la ley de mi conciencia se opone al ordenamiento jurídico del estado, a la ley oficial. El principal motivo por el cual se ha llegado a esta situación se debe a que el Gobierno no ha querido dialogar con el Govern de Puigdemont. Rajoy aduce que no puede negociar nada ya que Puigdemont quiere dialogar sobre un asunto que no está recogido en la Constitución. Punto final. Si mañana se vota yo consideraré que es un acto legítimo, necesario y, lo más decisivo de todo, un acto de desobediencia civil que pretende conquistar el derecho a decidir.

 

1 de octubre

Me despierto más temprano que de costumbre y me excito cuando en la tele aparecen imágenes de personas escoltadas por un pasillo humano. Transportan urnas y papeletas que preguntan: ¿quiere que Catalunya sea un estado independiente en forma de república? Sigo empadronado en el pueblo donde crecí. La ilusión me agarra por las solapas del traje de zoon politikón hasta llegar a mi colegio de primaria, donde enseguida veo a papá y a mamá. Peregrino hacia el recoveco del patio donde por vez primera besé a una chica, y luego me sumo a la cola, que se extiende fuera del recinto escolar. De momento, no se puede votar porque el PP ha hackeado el sistema informático que el Govern había ideado para que, de forma telemática, se pudiera garantizar el censo. La gente empieza a votar. Dan preferencia a los más veteranos como a la mujer de ochenta y pico años que va en silla de ruedas y, con la cara vuelta a sus nietos que la acompañan, llora de la emoción. Se cubre el rostro como si con ese gesto dijera que no se cree que tan sólo faltan unos segundos para votar.

De repente me muestran videos que atestiguan la violencia que los cuerpos de seguridad del estado ejercen contra gente que podría ser cualquiera de nosotros. Más allá de si eres del equipo A o del equipo B, es imposible sentirte indiferente ante una indefensión que me resulta tan espantosa como brutal. Me refiero a que literalmente veo a sujetos con porras. Entran en estampida dentro de un colegio electoral, se llevan todo lo que encuentran por delante y no dejan nada más que gente malherida. Me cuesta creer que estos videos sean reales, daría lo que fuera porque formasen parte de un complot periodístico de un medio afín al referéndum. Pero estoy rodeado de muchos teléfonos de última generación. Sé que esas pantallas no están vacías y sé que no son mudas. A pesar de estar rodeado de mucha gente, no me siento protegido. YouTube, no borres nada.

Mi código genético no estaba preparado para procesar esta violencia. Es una violencia nueva, real sin otro filtro que no sea mi propia sensación de sentirme amenazado. Me entran nauseas, quiero votar y largarme de aquí. La urna se ubica en el despacho del director, donde solía acudir cuando me castigaban. Regreso a Barcelona. Sintonizo el telediario de TVE para ver cómo han contado la jornada electoral. Quiero gritar de rabia porque no entiendo nada. Me digo que quiero irme a Alaska para navegar entre orcas, pescar calamares y salmones nada más constatar cómo TVE sólo ofrece el punto de vista del Gobierno: se dice que no ha habido referéndum y que no ha habido violencia. Sintonizo por este orden la BBC, CNN y Al Jazeera. Por un momento he pensado que había caído en un agujero negro y que nuestro sistema solar no se había enterado de nada: la verdad histórica de lo que hoy ha sucedido en Catalunya será justamente lo contrario que diga TVE. Se niega la verdad del mismo modo que en 2004 Aznar sostuvo ante el mundo entero que ETA estaba detrás de los atentados de Atocha.

Para el cuarto poder, la verdad existe, cotiza y es rentable si lo dice el lobby. Por la noche me dirijo a un colegio electoral de mi barrio, donde se monta guardia por si la policía viene a requisar, como han hecho a lo largo del día (en el 14 por ciento de los colegios electorales), las urnas con los votos. La calle entona todo tipo de cánticos y en general hay un ambiente de victoria y felicidad por el que no siento empatía. Un amigo inglés me dice en catalán que a pesar de llevar once años en Barcelona, está sorprendido por el civismo, la racionalidad y el temple con el que la sociedad ha sobrellevado el hecho de que hoy se haya votado con un saldo de mil civiles heridos.

 

2 de octubre

Participación, 43.03 por ciento del censo (2 millones 286 mil 217). Sí, 90.18 por ciento; No, 7.83 por ciento; en blanco, 1.98 por ciento. A ojos de cualquier observador internacional, el referéndum no se puede considerar un referéndum porque el Gobierno en Madrid ha impedido que se dieran ciertas garantías democráticas y también porque todo referéndum ha de ser acordado. El resultado del 1-O es parecido a los números que salieron tras las elecciones plebiscitarias de 2015. Prometieron que se celebraría un referéndum al conseguir más de la mitad de los votos. Apunte: en 2015 hubo un 74.95 por ciento de participación. Sobre un censo de 5 millones 510 mil 837 electores, 2 millones 426 mil 712 votaron partidos que estaban a favor de un referéndum (56.74 por ciento), aunque esto no significa que todos estuvieran a favor de la independencia. Catalunya necesita dialogar consigo misma para saber qué le pasa, y el referéndum me parece el camino más sensato. Para mí, el 1-O es una fecha tan necesaria como precipitada: ¿habría sido más ético convocar el 1-O con una mayoría mucho más amplia? ¿Se puede declarar la independencia con estos números? ¿Qué habría dicho Europa respecto al resultado del 1-O si este referéndum hubiese tenido lugar con un 75 por ciento de los votos surgidos de la consulta de 2015?

 

3 de octubre

Huelga general. Europa no ha dicho nada y ningún estado ha reconocido el referéndum. Supongo que Catalunya ha despertado simpatías en Bruselas y en privado hay muchos políticos que juzgan negativamente la actuación del PP. Sigo los acontecimientos del Passeig de Gràcia con la mente congelada. Corren rumores de que se ha organizado una manifestación paralela para defender la unidad de España. A pesar de ello, las escenas en la calle son las de un pueblo que protesta en paz y de manera civilizada. Paz y civilización, dos palabras que no paran de repetirse de manera cansina. La fe es inquebrantable pero hay que darse cuenta, como dice un amigo mío del norte, que Angela Merkel no dejará que España, uno de los estados europeos más castigados por la crisis, se quede sin el veinte y pico por ciento de su PIB, que es lo que económicamente Catalunya significa para España.

Me cuesta juzgar y analizar todo lo que me rodea. Noto que se requiere un conocimiento técnico y que cuando echo mano de la caja de herramientas para evaluar algo, hay herramientas que me faltan. No sé si me exijo demasiado. No sé si tengo algo de responsabilidad, si debería estar mejor informado; el poder juega, manipula y hace bailar a todo aquel o aquella que se come lo primero que le echan en el plato. Extraño mucho el rol pedagógico de los media porque en todos los canales constato cómo los opinólogos son ultras de un equipo de fútbol.

A las 21:00 horas el monarca Felipe VI comparece en televisión. Viste traje y corbata. No se ofrece como mediador para encontrar una solución dialogada al conflicto político porque también entiende que no puede existir diálogo si sobre la mesa hay un tema que está fuera de la Constitución. Por el contrario, realiza un discurso que todo el mundo interpreta como una bendición para que Rajoy aplique el 155, que es un artículo de la Constitución según el cual el Gobierno tiene la potestad de suspender el gobierno de una comunidad autónoma que ha escogido a sus gobernantes en democracia, pero que ha tomado una decisión política que pone en riesgo la estabilidad democrática de España.

 

8 octubre

A lo largo de estos días me he indignado y deprimido bastante cuando he leído el linchamiento verbal que han sufrido artistas catalanes por pronunciarse en contra del referéndum. No significa que sus opiniones comulguen con los partidos políticos constitucionalistas. Estos han presentado un argumento que una y otra vez han repetido a través de los medios privados y TVE: estar a favor del referéndum significa atentar contra la democracia y romper la nación de España.

Una parte de la población ha aceptado este argumento como una verdad insobornable, pero yo choco con esta manera de pensar. A mi modo de ver, las democracias y las constituciones deberían admitir la posibilidad de un disenso entre individuo y ley. Por este motivo hoy no acudo a la manifestación por la unidad de España que recorre las calles de Barcelona. El cielo está despejado y parece que las nubes no sienten el ardor del casi veraniego sol. Ni los organizadores de esta manifestación, Societat Civil Catalana, ni los partidos políticos que la apoyan, PSOE, PP y Ciudadanos, han sancionado nunca en público algo que para cualquier alemán sería vergonzoso: el hecho de que sus manifestaciones e ideas seducen a una minoría que hoy ha salido a las calles de Barcelona ondeando la bandera fascista de la dictadura militar de Franco. Qué símbolos más anticonstitucionalistas y antidemocráticos. Por descontado: no creo que todos los manifestantes que defienden la unidad de la nación española estén a favor de esas banderas y símbolos.

Es imposible reunir en una frase o un párrafo la motivación de los ciudadanos que hoy protestan. Eso es lo que pienso mientras abro una cerveza y una lata de calamares en su tinta. Sería de locos asegurar que en la sociedad catalana no existen bloques, pero ante la imposibilidad de celebrar un referéndum, también es imposible saber exactamente qué porcentaje de la sociedad está en contra del referéndum y entiende que el 1-O ha supuesto un acto de deslealtad constitucional imperdonable. Cuando vuelvo de la cocina con otra lata de calamares, veo en la tele cómo algunos ciudadanos se han detenido ante la vallada jefatura de la misma policía que reprimió con extrema violencia a los votantes del referéndum: lanzaban flores, soplaban besos cómplices. No entiendo por qué casi todos los políticos que abanderan esta manifestación no han condenado la violencia policial.

La marcha por la unidad termina delante de la delegación del gobierno. Nunca antes había visto miles y miles de metros de banderas españolas ondear con tanto furor y tanta pasión. Los partidos políticos constitucionalistas tienen un plato estrella que sirven en cualquier momento y en cualquier situación: identidad, historia y nación. Escurro la pasta y acabo mi sofrito de tomate, cebolla y espárragos cuando en la tele veo a un despeinado Mario Vargas Llosa frente a miles de banderas españolas. Es como una estrella del rock. Se desgañita encima del escenario: «desde hace tiempo el nacionalismo viene causando estragos también en Cataluña. Estamos aquí para pararlo…. Se necesita mucho más que esta conjura golpista de Puidgemont, Junqueras y Forcadell para destruir lo que ha unido 500 años de historia».

 

16 de octubre

Jordi Cuixart y Jordi Sánchez son los líderes de dos organizaciones civiles catalanas (Omnium Cultural y Assamblea Nacional Catalana). Los responsables de que en el transcurso de todas las manifestaciones pro referéndum no haya habido ningún acto violento. Nadie ha cuestionado su autoridad y nadie ha puesto en duda su liderazgo civil. Pues bien, la Audiencia Nacional ha decretado prisión incondicional para los dos. Se les acusa de un presunto delito de sedición con violencia por su participación en las protestas del 20 de septiembre. En su favor, he de decir que hay un video en YouTube del mismo día en el que se constata cómo intentan calmar a los manifestantes. He de reconocer que mi código genético no está preparado para asimilar el hecho de que en 2017 y dentro de la vieja Europa pueda suceder lo que acontece en Catalunya. Quiero largarme de aquí.

 

24 de octubre

El consejo de informativos de TVE publica un informe de setenta páginas en el que denuncia cómo los periodistas han sido obligados por la dirección de este ente público a manipular la realidad. Julian Assange a hecho un retweet del World Economic Forum, que publica un estudio acerca de la independencia judicial, España ocupa el lugar 58, justo por detrás de Kenya, Lituania y Botswana, un punto por delante de Malawi, Thailandia y Brunei Darussalam. ¿Es lícito dudar acerca de la separación de poderes dentro del estado español? Para mi, la duda que pueda haber respecto a la independencia de la justicia española queda plasmada tanto en el trato que ha recibido el presidente del gobierno en su supuesta implicación con la financiación ilegal del PP, como en la bandera española gigante que el mismo PP desplegó en la fachada de su cuartel general en Madrid el día 12 de octubre.

 

26 de octubre

Me pasan un video que corresponde a una escena de Rebelde sin causa. James Dean contra su adversario. Los dos al volante de sus respectivos coches y dispuestos a probar quién es el más machote: han de pisar el acelerador en dirección a un barranco. El perdedor es el que antes frena y no se mata. El chat estalla en carcajadas y emoticonos: es una imagen muy útil para hacerse con una idea rápida de la situación en la se encuentran dos políticos, pero es una imagen desafortunada en tanto que los dos coches no son iguales porque el de Rajoy lo tiene todo y el de Puigdemont es de fabricación propia, artesanal. Si Puigdemont no frena y proclama la República Catalana, corre el riesgo de que lo metan en prisión y se acabe su carrera política y personal. Si frena y convoca elecciones, en teoría, Rajoy no ejecutará la orden de aplicar el 155 y Puigdemont quedará como el político que estuvo a las puertas de proclamar la República Catalana. Me sorprende la mezcla de ilusión y esperanza, la creencia de que si Puigdemont proclama la Republica esta existirá y será real. A mi modo de ver, creo que no se ha calculado el impacto mediático, político e internacional que pueda tener el hecho de que Catalunya realice una declaración unilateral de independencia con el aval del 1-O y las elecciones del 2015. Sigo la jornada desde casa. Por la mañana se extienden rumores de que Puigdemont convocará elecciones, pero cuando todo parecía indicar que no habría República, Puigdemont comparece ante los medios: convocado, el Parlament. Mañana se ejecuta el resultado del referéndum, se proclama la República. Me preparo un plato típico catalán: mongetes blanques y botifarra. Abro un Montsant. Termino de comer. Albergo una idea que no puedo sacudírmela y me parece horrorosa. Es una paradoja diabólica de la que me avergüenzo porque siento que puede resultar cínica: en la región más arcana del corazón de Puigdemont había algo que le decía, convoca elecciones autonómicas, mientras que en la misma región del corazón de Rajoy había algo que le decía, en el fondo quieres el 155, que Puigdemont proclame la República Catalana.


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