Flamenco: catarsis de sentimientos
‘Un extracto de fuego y de veneno, eso es el flamenco’ – Antonio Gades
El arte del flamenco ha festejado, desde hace siglos, los rituales de forma peculiar. El flamenco contiene un profundo significado que se ha convertido en un estilo de vida, una cultura, un pensamiento, un sentimiento y una identidad.
Al hablar de flamenco, resulta casi redundante referirnos a emociones a flor de piel. El flamenco baila, canta y vive con los sentimientos al límite. Es una transición de emociones, pasa desde los cantes más desgarradores, profundos y tristes, a los bailes más alegres, salerosos y contentos.
Estudios históricos han arrojado que el origen del flamenco está en el pueblo gitano, el cual, a su vez, surge a partir de la unión de varios pueblos y culturas. Algunos dicen que el flamenco nació cuando, en Andalucía, España, un bailarín gitano se enfrentó a un canto árabe y, al escuchar el lamento, se vio impulsado a expresar una emoción extraordinaria agitando todo su cuerpo. Ese sonido lo llevó a crear movimientos energéticos que transportaron su alma a un mundo sensible. En ese instante cobró vida el flamenco como identidad y se replicó en distintos grupos y comunidades.
El origen de la palabra es algo que muchos cuestionan. En el dominio popular suele relacionarse con lo proveniente de la región europea de Flandes o con el ave rosada. Sin embargo, el autor Blas Infante, se apega a lo musical en su libro Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo y explica que se deriva de la expresión árabe felah mengus, que significa ‘campesino errante’, lo que concuerda a la perfección con el estereotipo del gitano. Por otro lado, el autor Manuel García Matos, en su libro Sobre el flamenco. Estudios y notas afirma que la palabra procede del argot empleado a finales del sigo XVIII para catalogar todo lo que significa ostentoso, pretencioso, lo que se puede relacionar con el término flamante, que también se atribuye a la personalidad del gitano.
En 2010, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO), declaró al flamenco como Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad. Lo determinó como «una expresión artística resultante de la fusión de la música vocal, el arte de la danza y el acompañamiento musical». Y es que, para los conocedores, estos tres forman la ‘divina trinidad’ del flamenco, y crean una cultura capaz de estrujar el alma, digna de preservar y transmitir.
El cante es el pilar del tercio, se construye sobre un sentimiento y, a diferencia de otros estilos de vocalización musical, al cantaor no se le aprecia por su tesitura ni por la capacidad de resonancia y proyección de su voz; en el flamenco lo que importa es la capacidad de conmover a sus oyentes a partir de la expresión y la exposición. La primera figura del cante fue el Tío Luis, que hoy se ha convertido en mito a causa de la casi nula documentación de su existencia y obra. Es considerado el creador del cante, más que un ser de carne y hueso, como una metáfora de los inicios del flamenco. Al Tío Luis lo sucedieron fugaras como El Planeta, El Fillo y Silverio Franconetti.
A partir de estos lamentos cantados surge la documentación del flamenco, fue entonces cuando este comenzó a ganar un lugar importante en la cultura española. A mediados de la década de 1950 surgen los tablaos, una parte crucial en la evolución del segundo elemento de la divina trinidad, el baile.
Los tablaos son para el espectáculo. A diferencia de los lugares en donde lo principal es el consumo de bebidas y el encuentro social, en estos establecimientos el baile es el interés primordial. Se caracterizan por incluir una tarima de madera (el tablado) que funge como escenario y por generar una vibra extraordinaria en la que la cercanía con los bailaores permite sentir cada paso.
Para algunos esta década representa la época de oro del baile flamenco moderno, pues fue cuando comenzó a relucir la figura de los bailaores, tanto en la Madre Patria, como a nivel mundial. Algunos de los nombres más destacados fueron Mario Maya, Antonio Montoya ‘El Farruco’, Matilde Coral, Manuel Santiago Maya ‘Manolete’ y, por supuesto, Carmen Amaya, la más grande bailaora flamenca, reconocida a nivel mundial. En la actualidad resaltan nuevas figuras del baile flamenco como Joaquín Cortés, Belén Maya, Eva Yerbabuena, María Juncal, Antonio Canales y Sara Baras, entre otros.
El tercer elemento del flamenco es la guitarra, el toque, el complemento perfecto para el cantaor y el bailaor. La mayoría de los flamencólogos consideran a Ziryab, un músico iraquí radicado en Córdoba en el siglo I, como el padre del toque flamenco. En los años 60 del siglo XX, un nombre transcendió alrededor del mundo como referencia de la guitarra flamenca: Paco de Lucía. El español compartió escenario con grandes exponentes del flamenco como Camarón de la Isla y ‘El Farruco’, y es considerado uno de los maestros más representativos del flamenco actual. Aparte del toque, otros instrumentos han acompañado al flamenco como las palmas, las castañuelas y el cajón.
Resumimos el flamenco como una cultura que nació de un cruce de caminos radicados en España, un estilo de vida que pasa de generación en generación y crea una unión inigualable del hombre con los sentimientos. Un arte puro, de Andalucía para el mundo.
El flamenco fuera de España
Así como el flamenco surgió de la fusión de diferentes pueblos, hoy sigue evolucionando por su integración a diferentes culturas. Esto ha provocado que se aleje cada vez más de su raíz, pero también que se creen nuevas formas de conocerlo y revolucionarlo.
En Andalucía se apuesta por la forma tradicional y pura del flamenco, mientras que el resto de España está más abierta a la combinación con otras posibilidades sonoras como jazz, ritmos africanos, latinos y rock. Un ejemplo de esta tendencia es Diego ‘El Cigala’, quien combina ritmos caribeños con flamenco y ha sido bien recibido alrededor del mundo.
La expansión y el gusto que se ha desarrollado por este género ha cruzado fronteras; es curioso, pero varios aficionados afirman que el flamenco es más reconocido fuera de España que dentro. Países hispanoamericanos han sido sedes de entusiastas de este arte; México y Argentina representan a las naciones de la región con más afinidad al arte andaluz. Especialmente en nuestro país podemos identificar que el gusto es genuino y que cada vez más bailaores mexicanos encuentran un lugar como grandes exponentes flamencos. Naciones como Japón, Estados Unidos y Alemania han construido sus propias versiones del flamenco y, aunque es difícil de creer, en ese país asiático existen más escuelas dedicadas al flamenco que en España.
Claramente existe y existirá una contradicción entre flamencos turistas, flamencos ortodoxos y flamencos fusión. Tal vez es cuestión de comprender que cada tendencia pueden existir sin desvalorar a la otra. Al final el arte responde a los sentimientos, está en uno mismo la manera de expresarlo y es ahí donde nace el verdadero flamenco, donde realmente se baila la pasión.