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Irán: el momento clave de Hassan Rouhani

Por Staff Códice Informativo - 10/08/2017

Por: Juan Ascencio    El triunfo de Hassan Rouhani en las elecciones presidenciales del 19 de mayo de 2017 demostró que la mayoría de los […]

 Irán: el momento clave de Hassan Rouhani

Foto: EFE / Presidencia Irán

Por: Juan Ascencio 

 

El triunfo de Hassan Rouhani en las elecciones presidenciales del 19 de mayo de 2017 demostró que la mayoría de los iraníes apoya una agenda política moderada y reformista que permita continuar con la reinserción de su país en la economía internacional, tras la adopción del acuerdo nuclear de 2015. Sin embargo, el camino para consolidar este proyecto está plagado de amenazas que pueden derivar en graves retrocesos. 

Rouhani fue reelecto con 23.5 millones de votos (casi cinco millones de votos más que los que obtuvo en 2013), frente a los casi 16 millones de su más cercano competidor, el conservador Ebrahim Raisi. Su discurso reformista atrajo a sectores de la población iraní que apoyan la profundización de las libertades civiles; libertad de expresión, flexibilización del control de los medios de comunicación, educación secular, mejora de la situación de la mujer y la apertura con el resto del mundo.

Durante su campaña, Rouhani prometió incrementar la transparencia, la rendición de cuentas y el monitoreo de las acciones del Ayatollah Ali Khamenei, también demandó el nulo involucramiento la Guardia Revolucionaria en la política. Entonces los conservadores de línea dura manifestaron inconformidad con estas propuestas, por lo cual es de esperarse que ahora busquen obstaculizar su implementación. Para fortuna de estos, hay factores que escapan al control de Rohuani y limitarán su margen de acción.

Primero, la amenaza planteada por el autodenominado Estado Islámico o ISIS favorece el llamado de los conservadores a incrementar la seguridad. Ello implica elevar los controles a actividades sociales y políticas, además de colocar a la Guardia Revolucionaria en un papel prominente dadas sus facultades en materia de seguridad nacional. ISIS ve a los musulmanes chiitas como traidores apostatas y, desde hace algunos años, ha buscado instigar una confrontación sectaria en Irán. Ahora que el grupo pierde terreno en Irak y en Siria, ve una oportunidad de difundir su mensaje entre la minoría sunita que radica predominantemente en la provincia de Sistán y Baluchistán, ubicada en la frontera con Afganistán y Pakistán, la cual ha permanecido marginalizada durante décadas.

Por otro lado, los conservadores señalan a Estados Unidos y Arabia Saudita como enemigos de Irán, lo cual se sustenta con las recientes acciones de estos países. En febrero de 2017, la administración del presidente estadounidense Donald Trump impuso nuevas sanciones en contra de compañías e individuos supuestamente vinculados con el programa balístico de iraní, las cuales contaron con amplio apoyo en el Senado y fueron promulgadas en junio. Además de que, en fechas recientes, la embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Nikki Haley, hizo un llamado al Consejo de Seguridad a adoptar medidas en contra de Irán por supuestas violaciones al acuerdo nuclear de 2015, que incluyen pruebas de tecnología balística y contrabando de armas.

Arabia Saudita también ha mostrado determinación en sus intentos por aislar a Irán. Ejemplo de ello es el diferendo diplomático que, junto con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y otros países, mantiene con Qatar. Los saudíes y sus aliados argumentan que Doha financia a grupos terroristas y que mantiene relaciones cercanas con Irán. Además, ha reforzado su cercanía con Estados Unidos, como se evidenció con la visita del presidente Trump a Riad en mayo. En ese marco, la Casa Blanca anunció el plan de vender a los saudíes el equivalente a 110 mil millones de dólares en armamento.

El éxito de la segunda presidencia de Rouhani dependerá en gran medida de su capacidad de profundizar los vínculos económicos y políticos con el exterior. Los inversores extranjeros serán clave para ayudarlo a materializar sus promesas de campaña, principalmente la que hizo con respecto a la creación de empleos, una de las principales preocupaciones del electorado.

Por ahora, el panorama es prometedor. El pasado 3 de julio las compañías iraníes National Iranian Oil Company y PetroPars establecieron un conglomerado con la petrolera francesa Total y la china CNPC para invertir cerca de 5 mil millones de dólares para el desarrollo de South Pars, el mayor yacimiento de gas en el mundo. Con ello, Total se convierte en la primera compañía occidental en apostar gran capital en Irán, pese a la negativa campaña estadounidense hacia el país. Además de Total, las automotrices francesas PSA y Renault ya cuentan con inversiones en Irán. Esto es muestra de la pragmática actitud adoptada por los europeos ante el cierre de puertas que Trump le ha impuesto a la inversión estadounidense en Medio Oriente; su retórica hostil ha contribuido a que las grandes compañías norteamericanas, incluso bancos, se nieguen a operar en Irán, ante el riesgo de una profundización de las sanciones.

Sin embargo las inversiones no serán suficientes para que la segunda presidencia de Rohuani produzca cambios significativos en Irán. El presidente debe construir un equilibrio delicado en el que contenga a sus opositores internos, garantice la seguridad del país, evite mayores ataques por parte de Washington y continúe atrayendo inversiones de compañías extranjeras, lo cual es una tarea difícil y el grado de riesgo es alto.

Pese a sus diferencias con la Guardia Revolucionaria, Rouhani se ha alineado con esta organización militar en su respuesta a los ataques estadounidenses. Ha defendido el derecho de su país a desarrollar tecnología balística y la intervención de Irán en Siria. Asimismo ha acusado a Washington de querer sabotear la implementación del acuerdo nuclear de 2015, mientras que su ministro de Asuntos Exteriores, Javad Zarif, sugirió que Arabia Saudita estaba detrás de los atentados que ISIS perpetró en Teherán en junio de 2017. Con ese tipo de retórica, Rouhani busca atender la preocupación de los sectores conservadores respecto a la hostilidad del exterior, pero se mantiene en la opinión pública internacional como un actor conflictivo; apoyar las posturas de la Guardia Revolucionaria implica regalarle a Estados Unidos y Arabia Saudita la excusa perfecta para continuar con su campaña de aislamiento.

El presidente debe apostar por reducir los focos de inestabilidad interna y externa, por ello, el proceso para terminar la guerra en Siria representa una oportunidad. Irán puede salir beneficiado gracias a dos factores: la ambición de Rusia de dictar los términos del fin de la guerra y la progresiva convergencia de esta nación y Estados Unidos hacia a la necesidad de hallar una salida rápida del conflicto.

Irán, junto con Turquía, es un actor clave en las pláticas de Astaná, impulsadas por Rusia. En ellas, los tres países han buscado conseguir un cese al fuego entre el gobierno sirio y las milicias rebeldes, del cual ellos serían garantes. Aunque todavía no han dado resultados concretos, estas pláticas se han consolidado como un foro efectivo para reducir la violencia en Siria, al grado que Estados Unidos y la ONU participaron en la última ronda de negociaciones a principios de julio. Si Rusia logra convencer a Estados Unidos de aceptar los acuerdos que surjan en Astaná, Irán adquirirá un papel privilegiado como uno de los garantes del cese al fuego. El principal reto para llegar a ese punto es lograr un entendimiento con Turquía, país que apoya a grupos rebeldes sirios y ha mostrado diferencias con las propuestas rusas e iraníes.

No obstante, Irán tiene posibilidades de limar asperezas con Turquía y lograr avances en el proceso de Astaná gracias a que los dos se encuentran en el mismo lado del diferendo entre Qatar y Arabia Saudita y sus aliados; ambos han expresado su apoyo a Qatar y desaprueban los embates saudíes. Si aprovechan esta coyuntura y expanden su cooperación a las pláticas podrían alcanzar un acuerdo que garantice un equilibrio de poder y que reste influencia a los saudíes en el futuro de Siria. Es un juego geopolítico complicado pero necesario. Al negociar la salida de Irán del conflicto sirio, Rouhani conseguiría dos cosas: primero, obtendría un papel como garante de la paz en Siria y mejoraría su imagen internacional, además de disminuir la influencia regional de Arabia Saudita. Y segundo, reduciría los incentivos de la Guardia Revolucionaria de inmiscuirse en un conflicto que le genera enemistad con los musulmanes sunitas, y con ISIS.

Esto no acabaría con todos los problemas de Rouhani, pero reduciría las tensiones internas y externas que acechan a su segundo gobierno. Es un equilibrio frágil, con muchas variables fuera de su control, pero que puede rendir frutos en el mediano plazo. Hassan Rouhani podría pasar a la historia como el presidente que logró que Irán se reinsertara política y, económicamente, en el mundo. 


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