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El lado B: un laboratorio para experimentar con lo cotidiano

Por Staff Códice Informativo - 15/08/2017

Por: Rafael Volta   La primera vez que escuché OK Computer de Radiohead sentí que mis oídos se destaparon. Iba a la universidad, en el […]

 El lado B: un laboratorio para experimentar con lo cotidiano

Foto: Goldberg

Por: Rafael Volta

 

La primera vez que escuché OK Computer de Radiohead sentí que mis oídos se destaparon. Iba a la universidad, en el lejano 1997, y en las estaciones de radio sonaban durísimo Oasis y Molotov, Soda Stereo se despedía en Buenos Aires con su último concierto, el cometa Hale-Bopp se veía a simple vista en el atardecer queretano, la sonda espacial Path Finder aterrizaba en la superficie marciana, la princesa Diana moría en un accidente de auto, la oveja Dolly era el primer animal clonado, Michael Jordan volaba cada semana en las duelas de la NBA, en el cine alucinábamos el futuro y a los extraterrestres gracias a El Quinto Elemento de Luc Besson y Men in Black  con Will Smith. No veíamos tan lejano el fin del mundo con el cambio de milenio.

A finales de los noventa el streaming todavía no era una realidad. No había Google, Twitter, YouTube, Spotify, Netflix, ni Facebook. Los teléfonos celulares eran tabiques con teclas. Para descubrir nueva música confiabas en el gusto de tus amigos que sí tenían dinero para comprarse discos compactos o cassettes y los ponían en las pedas. Otra opción era descubrir música en las tiendas de discos, o sintonizar programas de radio como El Limbo, en Querétaro, o Reactor, en el Distrito Federal que en esa época era gobernado por primera vez por el PRD.

Dicen que veinte años no es nada, pero uno cambia mucho. En aquel tiempo soñaba con graduarme y comprarme un auto, tener un trabajo donde me pagaran bien. Hoy quiero escribir libros. Y a pesar de que este texto inició enumerando la nostalgia, un animal que al morderte te contagia la tristeza,su verdadero propósito es explorar las alternativas para construir día a día nuestro lado A y nuestro lado B, de la misma manera que Radiohead reeditó  este año OK Computer con ocho canciones que no quedaron en el disco y otras tres nuevas.

Pero ¿qué es un lado A y un lado B?

A: La primera impresión. Nuestra versión más poderosa para cualquier propósito. La mejor construcción de nosotros mismos. El lado que se ve.

B: Lo que sostiene al lado A. El lado experimental. El lado que ve. Nuestra versión más íntima.

Supongamos que eres un trabajador Godínez y vives atrapado en una rutina de oficina. Sacrificas tu espíritu por una sensación de estabilidad y bienestar económico. Quizá ya tienes familia y te endeudaste con un automóvil o una casa. No hay experimentación en tu vida. Incluso practicas las mismas posiciones sexuales cuando andas de caliente. En algún momento te estancaste y eso lo reflejan tus gustos musicales. Escuchas a los mismos artistas y en tu celular las playlists no se renuevan. No te entran los nuevos sonidos. Eres el chavorruco que creció con Soda Stereo y el rock en tu idioma y piensas que la nueva música apesta.

Supongamos ahora que eres un artista y pocas veces te alcanza para comer. Tu diario se parece un poco a la cuenta de Twitter @cosasdepoetas. Tu espíritu goza de una libertad que tus amigos fresas envidian. No tienes auto y pides prestado para la renta de un cuarto. La experimentación es tu pan de cada día. Continuamente te alimentas de nueva música, películas, exposiciones porque te aburres fácilmente. Eres una bomba en las redes sociales donde compartes tus últimos logros creativos, por banales que sean. Creciste también con Soda Stereo, Caifanes y el rock en tu idioma, pero ampliaste tus horizontes musicales y lees autores que solo un pequeño círculo de iniciados conoce.

La descripción de estos dos personajes clichés me sirve para puntualizar lo siguiente: cada día que dejamos de experimentar, es un día perdido, un día que se va al caño. Aunque estemos atrapados en trabajos rutinarios, la repetición nunca nos llevará a crear los lados A y B con los que construimos el personaje más importante: nosotros mismos. Para un artista la experimentación debería ser el pan de cada día, pero para aquellos que somos, por decirlo de alguna manera, más ‘normales’, ¿cómo se alimenta esta esfera?

Aquí va una lista de lo que me ha funcionado para cumplir dicho propósito (mi trabajo también es a veces rutinario):

  • En vez de pasear los domingos por las plazas comerciales, camino por la ciudad, en pueblos o en el campo.
  • Leo cualquier cosa que me llame la atención, no necesariamente alta literatura.
  • Escucho discos completos y evito en lo posible las playlists prefabricadas.
  • Visito museos.
  • No pasa un solo día sin que escuche nueva música, para lo cual recomiendo navegar por los sitios allmusic.com y albumoftheyear.org
  • Tengo un cuaderno donde escribo y rayo lo que me place. Al final del año he escrito un libro de autor que es impublicable, pero libro al fin.
  • Trato de depender cada vez menos del celular.
  • Veo fotos del universo: estrellas, galaxias, supernovas y cometas.
  • Duermo y sueño mucho.
  • Me drogo con alcohol.

Cada quién puede elaborar su propia lista. El común denominador en estas actividades es que todas abren ventanas. Cuando me enfrento a una obra artística llámese teatro, poesía, narrativa, cine, música, pintura… mis dos criterios básicos para valorarlas son: que no me aburra y que me genere imágenes. El valor de una creación radica en la capacidad de generar otras obras como si fuera una célula viva en busca de huéspedes (el lector-espectador) para crear nuevas formas de vida. En mi caso, OK Computer es una célula voraz. Cada que lo escucho es como observar el futuro en un microscopio, es pensar un montón de cosas que nunca se repiten. Por ejemplo:

Algo cursi: una tarde nublada de julio mientras veo al futuro llegar y anochece en la tormenta de mi espíritu destrozado.

Algo político: la democracia es el mejor engaño de la historia y no ofrece las decisiones óptimas, sobre todo cuando se compra a una masa ignorante de mexicanos. Quizá la mejor solución sería tener un senado de sabios elegido por una supercomputadora sin conexión a la red.

Algo filosófico: los humanos nos hemos convertido en androides paranoicos. Somos una radio que no permanece fija en ninguna estación por la ansiedad de explorarlo todo.

Algo viajado: los aliens nos enseñarán a ser humanos otra vez, como lo fue el Hombre de Cromañón.

Algo urbano: las nuevas luminarias de ledes en la ciudad dan la sensación de que las calles son más seguras, pero también más frías.

Algo millenial: desde que instalé Facebook Lite en mi móvil, la vida sin notificaciones es más feliz. A veces es necesario ir más despacio. El futuro es un animal acelerado. No lo voy a soportar.

Cada vez me es más satisfactorio encontrar aquellos discos, libros, películas, series que no solo me entretienen un par de horas porque no tengo nada que hacer, ni ganas de pensar. La recompensa de consumir estos productos es la generación de pensamientos lado B, que después de cierto tiempo y gracias a la intuición me permiten aterrizar nueva formas de hacer las cosas o percibirlas desde otro punto de vista. Es decir, generar mi lado A.

Ahora que está tan de moda volver a escuchar la música en vinilos con los reproductores portátiles Crosley, se puede apreciar esta diferencia. Siempre el primer lado del disco trae las canciones que buscan ser los sencillos. Las tracks que a juicio del artista provocan mejores experiencias o están destinados a que el disco venda. En la fotografía, pintura, escultura y arquitectura la obra se aprecia como un todo en un instante y después se va al detalle de manera similar a un proceso deductivo. Con la música ocurre lo contrario, a través de los detalles que se suceden cada segundo, se aprecia poco a poco el todo, como ocurre en los procesos inductivos. Si la vida fuera como los viniles ¿qué momentos  y pensamientos pondrías en tu lado A y en tu lado B?

En 1997, OK Computer de Radiohead estaba compuesto por las mejores doce canciones que se pudieron componer en aquel momento. Todas lado A. Todas orientadas a escanear los últimos años del siglo XX para proyectar un holograma hacia el futuro. Para sacar esas doce canciones se sabe que hubo que elegirlas entre otras veinte, las cuales, a su vez, surgieron de cientos de horas hombre en ensayos. El resultado: OK Computer OKNOTOK 1997-2017, un disco aún mejor que el anterior. Apostarle a la experimentación y a la paciente generación de lados B, llevó a Radiohead a la creación de nuevos sonidos de la misma manera que Pink Floyd lo hizo con The Dark Side of The Moon (1973), The Beatles con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) o Miles Davis con Bitches Brew (1970): obras que se siguen escuchando porque siguen sonando frescas.

Con esto no pretendo convencerte que OK Computer es el mejor disco en la historia del rock y Radiohead la mejor banda del universo. A algunos amigos les caga su música porque no los pone en el mejor de los humores. El tiempo coloca todo en su justa medida. Pero después de veinte años, el sonido de OK Computer aún es innovador y, a través de las texturas y capas de guitarras, cuerdas, sintetizadores y pianos reverberados, me dice algo. La belleza nacida de la experimentación no envejece nunca.


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