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El Banco de México: juez y parte de la inestabilidad económica en México

Por Staff Códice Informativo - 10/08/2017

Comúnmente se dice que la única constante es el cambio, sin embargo, todos tenemos una historia; construimos una historia a diario. Las instituciones no son […]

 El Banco de México: juez y parte de la inestabilidad económica en México

Foto: Vaggoo

Comúnmente se dice que la única constante es el cambio, sin embargo, todos tenemos una historia; construimos una historia a diario. Las instituciones no son la excepción, se han formado en el pasado para repercutir en el presente. En este sentido, buenas y malas prácticas han llevado al Banco de México (Banxico) a consolidarse como la institución que tiene por objetivo «garantizar el poder adquisitivo de la moneda y promover el sano desarrollo del sistema financiero».

En términos coloquiales, la Constitución establece que el Banxico está obligado a mantener el valor del dinero, es decir, que los bienes y servicios conserven su precio por medio del control de la inflación. Su existencia está justificada porque es necesario que las decisiones económicas del gobierno tengan un freno, así como mantener una economía estable que conduzca al crecimiento, sin embargo, vale la pena preguntarse si en 92 años de trayectoria ha logrado su cometido.

 

Antecedentes

Después de un largo periodo de inestabilidad y ‘anarquía’ monetaria, surgidas del conflicto revolucionario de 1910, el 1 de septiembre de 1925 el Banco de México inició funciones. Aunque esta es la fecha de fundación oficial, sus antecedentes se ubican más de un siglo antes, cuando en 1882, durante el imperio de Agustín de Iturbide, se presentó el primer proyecto para crear una institución con la facultad de emitir billetes, la cual llevaría por nombre Gran Banco del Imperio Mexicano. Hacia 1884 se favoreció a la libre concurrencia de bancos comerciales, que se encargaron de la emisión de billetes.

Con la culminación del porfiriato la discusión se centró, más allá de la libre emisión de monedas, en la definición de las características del Banco Único de Emisión, el cual se definió en el artículo 28 de la Constitución de 1917. Ahí, únicamente se estableció que la emisión de la moneda correría a cargo de un banco que estaría bajo la tutela del gobierno. Pese a esta determinación, el sistema no comenzaría a operar sino hasta siete años después debido, principalmente, a la escasez de fondos públicos para poder hacerlo.

Fue en 1925 cuando Alberto J. Pani, entonces titular de la Secretaría de Hacienda, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, inaugura la institución entre cuyas facultades estuvieron la creación de monedas, la acuñación de piezas metálicas y la emisión de billetes, así como la regulación de la circulación monetaria, las tasas de interés y los tipos de cambio. A estas necesidades, se sumaron las de crear un nuevo sistema bancario, reactivar el crédito del país y fomentar el uso del papel moneda.

 

Primeros años y consolidación

Durante sus primeros años, el Banxico logró promover el crédito en el país, sin embargo, la circulación de billetes fue débil y pocos bancos comerciales lograron asociarse con él. En julio de 1931 se aprobó la Ley Monetaria, la cual implicó una desmonetización del oro y confirió características de moneda a los billetes del Banco de México. Ocho meses después se promulgó una nueva ley orgánica en la que se le retiraron las facultades para operar como banco comercial. Posteriormente se autorizó al banco adquirir oro a precios de mercado, lo que permitió un aumento en la reserva monetaria y lo convirtió en uno de los más importantes emisores de billetes. Asimismo, le dio atribuciones como la regulación monetaria y las tasas de interés. Esa suerte no duró mucho tiempo, pues en 1935 la plata, la materia prima para la elaboración de las monedas, elevó sus costos y generó una crisis sin precedentes.

Derivado de la expropiación petrolera, el Banco de México se retiró del mercado y el tipo de cambio pasó de 3.60 a 5 pesos por dólar. A finales de 1939, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, arribaron capitales flotantes derivados de la migración que obligaron al organismo a establecer una política de contención monetaria, situación que diez años más tarde se repitió. 

 

Desarrollo estabilizador versus déficit

Hacia la década de 1950, con Rodrigo Gómez Gómez como director, el banco central experimentó el desarrollo estabilizador, etapa en la que se produjo un crecimiento económico superior al de la población. Esto como resultado de una política monetaria prudente que permitió una estabilidad en los precios similar a la estadounidense. Pero esto no duró para siempre, pues en la década de los setenta y parte de los ochenta, se aplicaron políticas económicas expansivas para financiar los déficits fiscales.

Durante la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988) se creó el Fideicomiso para la Cobertura de Riesgos Cambiarios (Ficorca), un instrumento que permitió a las empresas renegociar su deuda y protegerse contra ajustes al tipo de cambio. Asimismo, en 1985 se incorporó una facultad para fijar límites en los financiamientos que el banco pudiera otorgar. Casi diez años después se le otorgó la autonomía al Banco de México, y al año tuvo que actuar en conjunto con la Secretaría de Hacienda para enfrentar la crisis bancaria y de balanza de pagos.

El año 1996 inició con el establecimiento de metas anuales para la inflación, sin embargo, tres años más tarde se fijó una meta del 3 por ciento que tuvo un fuerte impacto al cierre de 2003. Esta decisión se tomó con la intención de reducir la incertidumbre en los mercados financieros, por lo que se implementó un mecanismo, vigente de 1995 a 2027, llamado sistema de saldos acumulados para controlar el nivel de precios y retornar la estabilidad.

 

Inflación en el nuevo milenio

Años más tarde, ante la crisis financiera internacional de 2008-2010, los bancos centrales del mundo hicieron una intervención de emergencia para proporcionar la liquidez económica necesaria tras el colapso del mercado inmobiliario estadounidense, lo que obligó al Banco de México a implementar medidas encaminadas «a contrarrestar la contracción de la actividad económica. Así como a mantener en funcionamiento los mercados financieros, y preservar la estabilidad del sistema financiero».

¿Se podría decir lo mismo en 2017? Mes con mes, la inflación se ha ubicado alrededor del 2 y 4 por ciento sobre el rango objetivo establecido por el Banco de México. En mayo, por ejemplo, el alza a la tasa de interés objetivo se ubicó en 6.75 por ciento, el nivel más alto desde abril de 2009, cuando se vivía una crisis financiera a nivel mundial. Además, previo a la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el peso mexicano alcanzó un precio de 21.93 pesos por dólar, un máximo histórico.

De diciembre de 2015 a la fecha, el Banxico ha realizado nueve aumentos en las tasas de interés objetivo, esto ha encarecido el costo de los créditos para privados y particulares, se han generado más gastos en intereses y, de manera adicional, se ha frenado la inversión productiva. Los argumentos para justificar estos aumentos son que se ha intentado frenar el alza en la inflación, consecuencia del aumento en energías, y del ajuste de normalización de la política monetaria del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED).

Es un hecho que ningún alza adicional frenará la inflación. El alza en la tasa de interés no hará que los servicios y suministros proporcionados por el gobierno como combustibles, energía eléctrica y transporte, bajen sus costos. Esto tampoco ha contribuido a la estabilidad del tipo de cambio, pues depende de factores tan puntuales como el petróleo o el humor de Donald Trump.

El mayor problema de la política monetaria es que actúa con retraso y las repercusiones no se perciben los primeros días, sino meses después. En este sentido, se podría decir que el Banxico no ha cumplido con el cometido de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional y promover el sano desarrollo del sistema financiero, no ha sido detonante para apreciar al peso mexicano y sus determinaciones ha repercutido en la economía de las familias, la industria y el gobierno.


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