×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Nueva Relación México – Estados Unidos: retos y oportunidades

Por Staff Códice Informativo - 02/06/2017

Por: Fernando Dworak   A más de 100 días de haber iniciado su mandato, todo parece indicar que las amenazas de Donald Trump a México […]

 Nueva Relación México – Estados Unidos: retos y oportunidades

Foto: Staff Códice

Por: Fernando Dworak

 

A más de 100 días de haber iniciado su mandato, todo parece indicar que las amenazas de Donald Trump a México no han sido más que bravuconerías. Y por más que se critique, nuestro gobierno ha sabido jugar sus cartas, al menos aceptablemente. La mala noticia es que las escaramuzas han dejado al descubierto nuestras debilidades institucionales y tenemos poco tiempo para superarlas. Sin embargo ningún país teje una política exterior asertiva si no está obligado a hacerlo. ¿Cómo debe llevarse esto a cabo? ¿Qué posibilidades tenemos? ¿Bajo qué fundamentos? Antes de entrar en materia conviene revisar algunos datos duros y antecedentes históricos.

Nuestros países comparten 3 mil 185 kilómetros de frontera y esa zona tiene una dinámica política, económica, social y cultural propia. La región del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) alcanza una producción combinada de 17 mil millones de dólares. Problemas como la migración, el terrorismo, el narcotráfico y la seguridad tienen un alcance hemisférico: su manejo implica un juego de colaboración y competencia permanentes, mientras cada parte defiende sus intereses.

La relación ha atravesado por momentos de altibajos. De 1940 a 1982 la interlocución se basaba, por nuestro lado, en un régimen autoritario, vertical y hegemónico que, en sus equilibrios internos, daba alguna certidumbre. Este sistema entró en crisis durante el sexenio de Miguel de la Madrid: la deuda externa y el narcotráfico prácticamente acapararon la agenda común. Las negociaciones del TLCAN hicieron que la administración de Carlos Salinas de Gortari aprendiese a cabildear el Capitolio en Washington, con el fin de defender las posturas nacionales. Esta dinámica de negociación siguió durante el gobierno de Ernesto Zedillo para enfrentar la crisis económica al inicio de su sexenio y la seguridad común.

El gobierno de Vicente Fox representó un giro a la forma en que se condujeron las relaciones: en lugar de cabildeo al Congreso, se optó por interactuar con las comunidades mexicanas al otro lado de la frontera. Por ejemplo, se abrió en Los Pinos una oficina para las relaciones con los migrantes y el PAN incluyó un mexicano residente en Estados Unidos en sus listas de representación. Sin embargo la estrategia falló cuando se trató de impulsar una reforma migratoria: el voto latino, entendido como un grupo homogéneo, no existe. Las relaciones México – Estados Unidos estuvieron casi en piloto automático con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, salvo algunos momentos donde el tema de la seguridad y el narcotráfico generaron algunas tensiones.

Nuestro país ha suscrito 12 tratados de libre comercio con 46 países, 32 acuerdos para la promoción y protección recíproca de las inversiones con 33 estados y 9 acuerdos en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración. Sin embargo solo el TLCAN es superavitario. La razón: rezagos en temas como el Estado de Derecho, las leyes laborales, la educación, la calidad de vida y derechos de propiedad nos restan competitividad frente a otras naciones. De hecho solo somos competitivos en cuanto a nuestra situación geográfica y tamaño del mercado interno.

Nos pone en desventaja frente a Estados Unidos una élite política nacional que cambia con cada mandato, frente a legisladores altamente profesionalizados gracias a su capacidad de competir repetidamente en sus cargos. O como se dice allá, nadie negocia con patos rengos (lame ducks). Nuestras instituciones son débiles y porosas a intereses extralegales. Nuestra economía depende de la maquila y tiene poca capacidad para impulsar otros mercados gracias a las condiciones de entrada y derechos de propiedad. Por si fuera poco todavía impera un discurso nacionalista defensivo y atávico, que nos impide ser asertivos al defender el interés nacional.

¿Qué ha pasado en Estados Unidos, donde no ha ocurrido la debacle que se había anunciado? Sus instituciones, basadas en la descentralización de la autoridad y los contrapesos, han resistido salvo algunos detalles. Las reglas del juego tienen inercias que hasta el momento han permitido mantener la democracia. Por otra parte sigue siendo una de las sociedades más abiertas del mundo. Tampoco Trump es omnipotente; poco podrá hacer para cambiar seriamente los equilibrios geopolíticos. Finalmente la migración latina es imparable, el envejecimiento de los baby boomers la hará necesaria en unos años. Lo que vemos son las naturales resistencias que se han presentado ante cada oleada de migración en más de 200 años de historia.

¿Qué esperar en los próximos años? No gran cosa más allá de la renegociación del TLCAN, que deberá tener lugar antes de que ambos países entren sus respectivas dinámicas electorales en 2018. Posiblemente las relaciones con nuestro vecino serán un tema relevante en esas campañas, pero la construcción de relaciones comerciales con otros países tomará tiempo y debemos mejorar los indicadores que hacen poco atractivo a México para la inversión.

Urge reorientar las relaciones con Estados Unidos a través de mecanismos más permanentes y flexibles, como formar un lobby nacional en el Congreso de nuestro vecino. Las empresas nacionales necesitan conocer dónde invierten y acercarse a tomadores de decisión para influir en los procesos públicos. El éxito o fracaso estará más en las estrategias del sector privado que en las del gobierno.


Otras notas



De nuestra red editorial