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Mujeres militares, orgullo femenino por servir a México

Por Staff Códice Informativo - 18/04/2017

«- Hombres y mujeres con moral de vencedor – ¿Cuál como ustedes? – Nadie se parece, nadie se compara, somos los mejores» Así reza el […]

 Mujeres militares, orgullo femenino por servir a México

Foto: A. Noriega

«- Hombres y mujeres con moral de vencedor

– ¿Cuál como ustedes?

– Nadie se parece, nadie se compara, somos los mejores»

Así reza el lema del Ejército Mexicano que decenas de soldados, guiados por un superior, entonan con fuerza en sus entrenamientos. Su posición es firme, sus ojos siempre miran al frente, no al instructor, se nota en sus rostros la dureza. Son hombres y mujeres que portan un arma, casco y vestimenta militar. Hace alrededor de siete años este lema tuvo que cambiar; antes solo decía «hombres con moral de vencedor…», sin embargo, ante la cada vez mayor participación de las mujeres en las fuerzas armadas, el lema, las leyes, la operación del ejército y hasta el diseño de la página de internet de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) fue modificado para reconocer la presencia femenina en sus filas.

Actualmente hay 12 mil 425 mujeres en el ejército de nuestro país, que representan casi el seis por ciento de los 213 mil 477 efectivos registrados en total en esa institución, según cifras de la SEDENA. Monserrat Luna es una de ellas. En agosto de 2012, cuando tenía 26 años, hizo a un lado su carrera en procesos de producción y su empleo en el sector manufacturero en Querétaro, específicamente en la planta de producción de Bombardier, para adentrarse en la milicia.

¿Por qué lo hizo? Básicamente porque la planta donde trabajaba enfrentaba una baja en la producción que conllevó a despidos de personal y, aunque a ella el recorte no le afectó directamente, sí la llevó a buscar un empleo con mayor estabilidad. Fue así como volteó a ver las opciones que ofrecía la SEDENA. Desde entonces han pasado ya casi cinco años y Monserrat es hoy la única soldado de la Policía Militar que hay en la Décimo Séptima Zona Militar, ubicada en el estado de Querétaro.

El cambio de la vida civil a la castrense no le fue fácil. Pasó tres meses de capacitación básica en un Centro de Adiestramiento de Combate Individual Regional, conocido como CACIR, en el que le enseñaron a marchar, la legislación militar, los grados jerárquicos que hay en el ejército y las herramientas básica de entrenamiento y defensa, entre otras cosas. Posteriormente tomó otro adiestramiento enfocado a la unidad a la que quería ingresar: la Policía Militar. Para ello fue trasladada a Santa Lucía, en el Estado de México, donde recibió un entrenamiento en defensa personal y en uso de armas. De fabricar arneses, pasó al manejo de pistolas y fusiles de uso exclusivo del ejército.

«No me gustaban (las armas). Es algo que yo nunca imaginé, pero ya cuando lo haces la primera vez, como que sientes una adrenalina y te empieza a gustar» reconoce la soldado Luna, como le llaman sus compañeros y superiores. En estos cinco años, Montserrat no se ha visto en la necesidad de dispararle a una persona en su actividad como policía militar. No obstante, sabe que debe estar en estado de alerta constante, por si se llegara a requerir. Hasta ahora no ha intervenido en operativos militares que impliquen un enfrentamiento.

«Tal vez por el estado en el que estamos, no es un estado tan problemático como algunos otros, pero no estoy tampoco excluida de que me cambien a algún otro estado donde el problema sí esté un poquito fuerte con la seguridad. Igual tendré que salir a patrullar. Son funciones que tienes que hacer y no te dan miedo» apunta.

En su jornada diaria de trabajo quedaron atrás la ropa de civil y los tacones. Hoy lo suyo son las botas bien boleadas, el uniforme camuflajeado y sus aditamentos militares. Llegó a un trabajo estable, pero que le implica una mayor disciplina. Saber que la orden de su superior se cumple por que se cumple, de lo contrario puede ser objeto a un arresto, situación que ya ha enfrentado en dos ocasiones, cuando se tuvo que quedar en el cuartel, sin poder ir a su casa.

Como parte de la Policía Militar, la soldado Luna está capacitada para la protección de funcionarios, para hacer puestos de prevención, para cuidar las instalaciones militares y el personal que se encuentre ahí. Estar en el Ejército implica un mayor resistencia física y mental que la que se vive en la actividad laboral civil, confiesa. Sin embargo, hoy está convencida de que ingresar fue la mejor decisión y su meta en los próximos cinco años es llegar a sargento segundo, es decir dos niveles jerárquicos superiores al suyo.

Asegura que el pertenecer a las Fuerzas Armadas la ha forjado y la ha hecho una persona más fuerte. «Me ha hecho tener el coraje y valor para hacer las cosas; y saber que puedo hacer las cosas. Independientemente de mi posición, incluso de ser mamá» precisa.

La vida castrense la trae desde la cuna, aunque ella se resistía a sumarse a esa tradición, tal vez por miedo, según reconoce. Y es que la disciplina y el rigor del ejército no son fáciles de soportar. «La disciplina es la que a todos nos cuesta un poquito de trabajo», admite en una charla. Y lo que son las cosas, ahora ha formado su propia familia con un militar, con quien tiene dos hijos, una niña y un niño.

 

¿Respetan a las mujeres en el ejército?

La soldado Luna es originaria de Querétaro. Morena, de estatura baja, con voz suave. Vestida de civil, probablemente nadie sospecharía que pertenece de la Policía Militar, ni que ha sorteado los procesos de capacitación y adiestramiento por los que ha pasado.

En entrevista para Codicegrafía afirma que, como mujer, en ningún momento se ha sentido intimidada o sexualmente agredida, ni ha experimentado una violación a sus derechos humanos, por parte de sus compañeros y superiores. Al contrario, asegura que al interior de las Fuerzas Armadas ha vivido un constante respeto.

«En un principio yo sentía como que me rechazaban un poco, como que pensaban: tenemos que hacer todo por ella. Y eso me dio un motivo como para demostrarles a ellos que yo también puedo hacer lo mismo que ellos».

Platica que cuando le toca hacer guardia para el ingreso a las instalaciones de la Zona Militar, debe dormir en los módulos donde se ubican, y compartir estancia con otros compañeros. «No hay ese morbo entre nosotros. Me ha tocado dormir junto con mis compañeros (…) Cuando estás en una guardia, ya estás tan cansado que llegas a dormir, hasta uniformado. A veces si sucede algo, tienes que salir rápido. No hay oportunidad para el morbo» comenta.

La soldado Luna afirma que nunca ha sido víctima de bullying en el ejército, pero sus cabos y sus sargentos le exigen que sea mejor que sus compañeros hombres. «Nunca me han tratado como débil, sino como igual. Si tenemos que hacer algún patrullaje o tenemos que estar custodiando y tenemos que estar corriendo, no me pueden esperar. Tengo que correr al mismo nivel que ellos».

La igualdad de género, además de una obligación, ha sido un derecho para ella y las miles de mujeres que forman parte del Ejército Mexicano. Así quedó establecido en una reforma a la Ley de Ascensos y Recompensas del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de agosto de 2011. En la fracción XII del artículo 2 de esa ley quedó definido que: «Militares, son las mujeres y los hombres que legalmente pertenecen al Ejército y Fuerza Aérea, con un grado de la escala jerárquica. Estarán sujetos a las obligaciones y derechos que para

ellos establecen la Constitución, la presente Ley y demás ordenamientos castrenses».

Actualmente, hay cinco mujeres con el rango de General Brigadier en el Ejército Mexicano, el nivel más alto al que han llegado. De las más de 12 mil mujeres que forman parte de las Fuerzas Armadas, según cifras al 8 de marzo de 2017, poco más de la tercera parte se ubican en el rango de soldado, como es el caso de Monserrat, quien afirma que el salario y las oportunidades para subir escalafones en la institución son iguales para hombres y mujeres.

«Creo que el machismo no existe aquí (en el ejército), porque todos tienen que lavar, hacer de comer, planchar. Son actividades que los hombres tienen que hacer cuando están en cuarteles o en operativos. Los hombres no van a tener a la esposa que les haga de comer en un operativo» comenta entre risas. Como parte de su entrenamiento, los soldados reciben constantes capacitaciones en materia de derechos humanos y talleres sobre el cuidado de la familia, la equidad e igualdad, formación que le ha servido incluso en su relación de pareja.

 

El día a día de la soldado Luna

Monserrat, además de ser policía militar, pertenece a la Banda de Guerra de la XVII Zona Militar, así que sus actividades inician antes que las de muchos de sus compañeros. Ella, junto con los integrantes de la banda, son los encargados de dar la diana a primera hora, en punto de las 6:30 de la mañana. Antes de esa hora, la soldado ya dejó preparados los alimentos del día y ropa de sus hijos.

«Mi horario de trabajo es de 7:30 de la mañana a 2:00 de la tarde. Ese es el horario que se maneja pero todo depende de las exigencias del servicio. En este caso, como pertenezco a la Banda de Guerra, tengo que entrar antes que mis compañeros, tenemos que estar antes de las 7:00 tocando, lo que es el levante o que aquí se le conoce como la diana. Empezamos a tocar para que ya todo mundo sepa que es hora de irse a formar» explica.

Posteriormente, debe hacer escoleta, es decir, aprender o reforzar las marchas que toca con el tambor en la banda. Más tarde debe marchar, y luego actividades de oficina donde atiende al público para trámites del Servicio Militar Nacional. A alrededor de la 1:00 de la tarde, cuando el sol está en su apogeo, tiene actividades físicas. Corre alrededor de cinco kilómetros diarios y, una vez concluido el tiempo de ejercicio, retoma las actividades administrativas que hayan quedado pendientes, hasta la hora de salida. Entre sus gustos están el futbol, el atletismo y el cine. Le gusta, dice, ir a echar patadas.

En caso de estar en adiestramiento, los horarios y actividades son diferentes y más rigurosas. Se hacen cada seis meses en otras entidades fuera de la zona militar, como Morelia, Irapuato o la Ciudad de México y duran tres semanas sin salir del sitio donde quedan internados, ni reciben visitas conyugales.

«En adiestramiento te paras a las 6:00 de la mañana, a las 6:30 ya debes de haber pasado al comedor. Después de ahí, actividades de marchar, correr, te llevan a correr para que no te canses cuando estás con el arma, para hacer patrullaje. Nos enseñan a despejar una puerta o una ventana, por si quieres entrar para detener a alguien».

 

Mamá soldado

La soldado Luna y su esposo, como miles de matrimonios, tienen que sortear las complicaciones de horarios y días de trabajo para atender a sus dos hijos y las labores de su casa. Aunque son una pareja, por cuestiones laborales y de adiestramiento coinciden poco tiempo juntos en la casa, así que prácticamente hacen solos sus tareas del hogar y del cuidado de sus hijos, apoyados por la mamá de Monserrat. El hijo más grande tiene 5 años y la menor tiene un año y medio.

«Él se emociona mucho, a él lo que le encanta de que yo esté aquí es la banda de guerra. Le emociona bastante cuando voy a desfilar, estamos en algún evento o me ve en la tele con mi tambor. Le da mucho orgullo que yo sea militar» asegura Monserrat en la charla, quien no puede ocultar la sonrisa y la emoción al hablar de lo que su hijo siente de que su madre pertenezca al ejército.

Comenta que una de las prestaciones con las que cuenta el Ejército, es una sala de lactancia dentro de la Zona Militar para que las soldados que tienen bebés puedan llevarlos y ahí alimentarlos.

 

Desconfianza en el ejército

Al ser cuestionada sobre su opinión con respecto a la desconfianza que existe hacia el ejército, por violaciones a derechos humanos o por posible vinculación con crimen organizado, la soldado Luna dice que es falta de información lo que sustenta estas creencias. «Cuando se trata de gente que conozco o que se da la oportunidad de platicar con ellos, les doy a conocer lo que realmente somos como institución. Les explico qué es lo que hago o cómo lo percibo yo, y se los hago saber, porque a veces están erróneamente informados. Tal vez se dejan llevar por lo que dice la gente, pero a veces no es realmente lo que pasa».

Sobre si hay corrupción dentro del ejército, asegura que existen casos aislados, «yo creo que depende ya de la persona, pero como yo veo aquí la institución, no. Es una de las mejores instituciones que puede haber».

Esta mujer militar, esposa y madre de dos menores, asegura que hay un constante compromiso del Ejército por cuidar el respeto a los derechos humanos en los operativos que efectúa. «En la Policía Militar nos enseñan cómo someter a las personas, sin causarles ningún daño, más que nada porque nos podemos meter en problemas o por las situaciones legales que pueden haber. Todo eso, cada vez que vamos a adiestramiento nos vamos actualizando de todo lo que sale en el nuevo Sistema Penal Acusatorio, en el Manual del Uso de la Fuerza, de cómo conducirnos a los civiles» precisa la mujer que hace cinco años cambió la línea de producción manufacturera por el arma y el tambor.

Hoy ella siente esa pasión por servir a México. No es la única, muchos más de sus compañeros la viven y expresan de igual forma. Y resienten con dolor, cada que la institución de la que forman parte es vinculada a violaciones de los derechos humanos, como ha ocurrido en varios casos en México, y como recientemente ocurrió en el estado de Guerrero, donde la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una recomendación a la SEDENA y la Comisión Nacional de Seguridad, por la tortura a una mujer y la violación de los derechos humanos de seis personas más.

La soldado Luna es parte del rostro actual del Ejército Mexicano, en el que la equidad de género quedó plasmada en la Ley desde 2011. Con rostro amable, pero con un corazón firme, se unen a los miles de hombres y mujeres que, con moral de vencedor, como dice el lema militar, desempeñan diariamente sus obligaciones con el país.


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