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Legión Holk y el mito del determinismo tecnológico

Por Raúl Mendoza Bustamante - 17/04/2017

El ataque ocurrido en una escuela de Monterrey en enero de este año se convirtió en materia prima para los apologistas del determinismo tecnológico, quienes […]

 Legión Holk y el mito del determinismo tecnológico

El ataque ocurrido en una escuela de Monterrey en enero de este año se convirtió en materia prima para los apologistas del determinismo tecnológico, quienes no dudaron en culpar a las redes sociales de la conducta violenta de un joven de 15 años de edad, que disparó contra sus compañeros de clase y su maestra, para después suicidarse.

El 19 de enero, un día después de los hechos, varias columnas de periódicos, algunas mesas de análisis en los medios de comunicación y numerosas charlas casuales de trabajo o café giraron en torno al incidente, así como a un elemento extra que, sin los mínimos elementos probatorios, se dio por cierto: algo denominado Legión Holk estaba detrás del terrible hecho. La razón era que en Twitter un par de hashtags se habían convertido en tendencia: #LegiónHolk y #MásMasacresEnMéxico se leía en cientos, tal vez miles, de tuits de jóvenes que festejaban el suceso y se adjudicaban, como si de un grupo terrorista se tratase, el atentado.

Pronto una historia, entretejida con información de los entusiastas tuiteros y el poder del rumor, salió a la luz: el joven autor del atentado, de nombre Federico, pertenecía a un grupo de Facebook denominado Legión Holk, el cual contaba con 205 mil miembros al momento del ataque. Supuestamente, el día antes de los hechos había compartido el siguiente mensaje en ese espació: «no pido naiks solamente que dejen su ward porque mañana haré una masacre en mi colegio».

De acuerdo con mensajes vertidos en Twitter, el adolescente había sido seleccionado para realizar la funesta tarea de asesinar a sus compañeros de colegio y, para ello, los integrantes de la Legión Holk le habían comprado un arma, además, no sería el único ataque, pues otros integrantes de dicha agrupación replicarían los hechos: «#MásMasacresEnMéxico Gracias a Fede por hacer esto posible quién será el siguiente valiente? Esta noche se hará el siguiente sorteo! Qué emoción!», se podía leer en uno de los tantos tweets que inundaron la red social; la historia pronto comenzó a tomar fuerza y algunos periodistas, por sensacionalismo o inocencia, la compraron.

A dos meses del ataque, se sabe que estas afirmaciones fueron falsas, que el arma utilizada pertenecía al padre de Federico, quien era aficionado a la caza -lo cual explicaría la precisión de los disparos realizados por el adolescente-, y que tampoco sucedieron otros ataques como afirmaron los afanosos tuiteros. Sin embargo, la condena a las redes sociales que en su momento se realizó, permite poner en relieve un viejo antagonismo filosófico: ¿materialismo o idealismo?, ¿los medios tecnológicos moldean al ser humano, o el ser humano es quien moldea al medio tecnológico?

Saber qué bando eligieron diversos analistas del caso es fácil: Facebook, con su displicencia y reglas laxas, había sido el escenario ideal para que miles de jóvenes, que acostumbran navegar por esta red, se sumarán a una especie de secta donde la violencia, los videos gore y pseudosnuff eran alabados y admirados a través de la comunidad virtual. Más aún, compartían una especie de jerga construida en el ciberespacio que dificultaba entender sus mensajes: naik = like o ward = guardar.

Estos elementos permitieron a las voces alarmistas afirmar que nos encontrábamos, lejos de toda duda, ante un fenómeno sin precedentes donde los hijos del milenio habían dado rienda suelta a sus más oscuras fantasías psicóticas al amparo de las redes sociales: el medio, pues, había moldeado su comportamiento.

Este tipo de análisis, lejos de abonar al entendimiento de cómo son usadas las redes sociales y las tecnologías de la información y la comunicación, lo que hacen es entorpecer la discusión sobre el tema y hacer creer que la Generación Y, los denominados millennials, se mueve en un universo paralelo donde las viejas generaciones, menos acostumbradas al uso de la tecnología, se sienten en terreno inhóspito.

La Legión Holk fue, en su momento, un ingrediente que permitió reafimar el mito del ser humano moldeado por la herramienta: hordas homogéneas de adolescentes se movían a través de las plataformas sociodigitales, como una especie de cibertribu urbana, haciendo apología de un crimen porque esto era lo que habían aprendido en los mismos grupos de redes sociales.

¿Cuál fue la realidad? Un joven que tal vez tenía problemas psicológicos o depresivos cometió un crimen que fue retomado por cientos de trolls que, con ánimos de cobrar notoriedad a través de comentarios ácidos, sarcásticos y alarmantes, lo único que crearon fue controversia.

Quien busque las razones del ataque en las redes sociales puede estar dando palos de ciego, pues se olvida de que al ser humano la suma de vivencias, conocimientos, creencias y entorno social es la que nos diferencia, en gran medida, a los unos de los otros, sin importar que se comparta la etiqueta de pertenecer a una generación o que se tengan gustos y aficiones similares. Esta suma de elementos en la vida cotidiana de Federico fueron detonantes para que tomara una fatal decisión y la llevara a cabo. Poco tiene que ver la exposición a la violencia si la psique que interpreta estos estímulos se encuentra equilibrada. Y la existencia de ese equilibrio no está determinada por el ciberespacio, sino por el tejido social donde está inserto el individuo.

Creer que la exposición a un medio puede influenciar la toma de decisiones de un individuo al más puro estilo de la aguja hipodérmica de Lasswell, es caer en aseveraciones simplistas que despojan de su carácter crítico al ser humano. Puede que sea un elemento a tomarse en consideración, pero lejos está de ser determinante, pues de serlo, no estaríamos hablando solo de Federico, sino de otros miles de casos.

Hace algunos años, aquí en Querétaro, se dio a conocer un estremecedor caso en el que se vieron involucrados jóvenes que fueron llamados por los periódicos como ‘Los Darketos’; lamentablemente, en aquel entonces no existía Facebook, ni alguna otra red social a la cual culpar, por lo que algunos dedos no dudaron en señalar a la música y a las drogas como responsables de su conducta criminal.


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