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Energéticos en México: nuevas reglas y nuevos jugadores

Por Staff Códice Informativo - 17/04/2017

Por: Rodrigo Mesa   El uso masivo de los combustibles fósiles significó un detonante sin precedentes en los niveles de industrialización y desarrollo durante el […]

 Energéticos en México: nuevas reglas y nuevos jugadores

Foto: Archivo

Por: Rodrigo Mesa

 

El uso masivo de los combustibles fósiles significó un detonante sin precedentes en los niveles de industrialización y desarrollo durante el siglo XX. En la medida en la que se homologaron y generalizaron los motores de autos, tractores, aviones y en general de una buena parte de la industria, para que funcionaran con petróleo o alguno de sus derivados, se abrió un nuevo mercado mundial cifrado siempre por el rigor de la oferta y de la demanda. Aunque también del subsidio, el monopolio y otras acciones unilaterales de los gobiernos.

Ya para 1950, el mundo entero –en particular la parte occidental- tenía una marcada dependencia hacia el petróleo, misma que 20 años más tarde se hizo inevitable, lo cual derivó en las primeras crisis económicas relacionadas con este insumo. En 1973, Estados Unidos consumía más del doble de petróleo del que utilizaba en 1945 y, gracias al fenómeno geopolítico que se vivía en Medio Oriente, los precios mundiales se dispararon de 20 a 50 dólares (precios constantes) en solo unos meses. Este escenario generó condiciones de escasez para muchos países y bonanza para otros, como México, que aprovecharon el embargo impuesto por los países árabes, para abrirse camino en nuevos mercados y consolidarse como exportador mundial.

El fenómeno petrolero de la década de 1970 generó en México un modelo de financiamiento del gasto público basado en las ganancias que esta industria monopolizada por el estado generaba. Desde el sexenio de Luis Echeverría hasta el día de hoy, los dólares que ingresan al país por la venta de petróleo han llevado a la clase política –sin importar partidos- a gastarlos o derrocharlos en la medida en la que el barril esté caro o barato, según sea el caso. La ausencia de planeación y prevención ante los cambios de precios y las ocurrencias a la hora de invertir en infraestructura en el ramo, han sido la constante.

Para 1979, se dio una nueva crisis mundial del petróleo y con ello México dejó ir nuevamente la oportunidad de consolidarse como un país industrializado y exportador de productos de alto valor agregado. Con la Revolución iraní y la subsecuente guerra que ese país tuvo con su vecino Irak, disparó el precio del barril a 93 dólares a precios de 2005. Nuestro país se aventuró a ‘administrar la abundancia’, lo cual no significó otra cosa que el aumento absurdo del gasto corriente y el empoderamiento de uno de los sindicatos más opulentos y corruptos del mundo: el de Pemex.

Las décadas de los ochentas y noventas trajeron altibajos en los precios, que de manera inmediata generaron crisis o recuperaciones de las mismas en México. Ya para entonces, el entorno global permitió niveles de negociación y especulación como no se habían visto. Países que mantenían alguna forma de monopolio o control estatal de los hidrocarburos fueron reformando  su legislación para dar paso a mercados abiertos, mientras nuestro país siguió defendiendo el modelo cardenista de producción y venta de petróleo sin ningún cambio significativo desde 1938.

El nuevo siglo trajo consigo la preocupación por el cambio climático y el daño que provocan los combustibles fósiles al medio ambiente. Los países desarrollados, que son los que más consumen y los que más contaminan, asumieron dos condiciones que marcaron una nueva era en el tema de los energéticos: el petróleo se va a terminar y los daños provocados por el desarrollo económico generarán afectaciones cada vez mayores. A partir de esas premisas, se inició uno de los procesos tecnológicos más relevantes de la historia, aquel que tiene que ver con las energías renovables.

De nueva cuenta, México se quedó a la saga de este fenómeno. Cuando a finales de 2008 se alcanzó un máximo histórico en el precio del petróleo, el gobierno federal no hizo más que aumentar el gasto corriente y permitir que las entidades federativas se endeudaran sin control, elevando considerablemente la deuda interna. Mientras Estados Unidos incrementó sus reservas de combustible refinado y utilizó el superávit petrolero en investigación y desarrollo de tecnologías verdes, al sur de su frontera se usó el dinero de la misma manera que en el siglo pasado.

Para 2014, las reservas de petróleo y sus derivados eran tan grandes que el exceso de oferta llevó a una caída fuerte en los precios y, otra vez, México pagó los platos rotos. De 120 dólares por barril, el precio cayó hasta los 30. Con ello el gobierno tuvo que recortar el gasto –tristemente el de inversión, no así el corriente- y el país reportó dos años con malos números en materia de crecimiento económico. Fue justo en estos dos años que se gestó todo el proceso de cambios constitucionales, mejor conocidos como ‘reformas estructurales’, que redefinieron diversas áreas del quehacer nacional y de la actividad económica, como lo son la educación, los procesos electorales, la energía y las telecomunicaciones, entre otras.

La Reforma Energética propuesta por Enrique Peña Nieto suponía una ruptura con el modelo económico emanado del nacionalismo revolucionario de los años treinta y permitía, por primera vez, que entidades privadas participaran de la actividad petrolera a través de la libre competencia y la dotación de mayor infraestructura al sector. En su momento, plantearon los siguientes objetivos:

Pemex y la CFE no se privatizarían, seguirán siendo 100 por ciento públicas y 100 por ciento mexicanas. El petróleo y el gas seguirán siendo de la nación y se permitirá la participación privada en exploración, extracción, refinación, petroquímica, transporte y almacenamiento.

  • Reducción del costo de la energía eléctrica y del gas para las familias, los comercios y la industria.
  • Creación de cerca de medio millón de empleos adicionales en este sexenio y dos millones y medio de empleos al 2025.
  • Solo para el rubro energético, México tendrá cerca de 1 por ciento más de crecimiento económico en 2018 y aproximadamente 2 por ciento más para el 2025. 
  • Nuevas inversiones al sector de la energía eléctrica, así como plantas más eficientes que utilizan combustibles más baratos y limpios. Además se promoverá el uso de combustibles limpios.
  • Crecimiento de la renta petrolera, al aumentar la producción de petróleo y gas natural, así como la creación de nuevas empresas de refinación, petroquímica, transporte y almacenamiento.
  • Transparencia y mejores instrumentos de control sobre la industria petrolera. Se plantea el combate a la corrupción en el sector y fin de los privilegios especiales.
  • Mayor autonomía para Pemex y CFE para que operen como verdaderas empresas, privilegiando las nuevas inversiones y la competitividad de las mismas.

Una vez aprobada la reforma, esta comenzó a operar por fases. Primero con las licitaciones para la exploración de yacimientos dentro de las llamadas Ronda Cero y Ronda Uno. Después, con la liberación de las importaciones de gasolinas a México desde cualquier parte del mundo, lo que suponía el inicio del mercado libre de combustibles al público nacional. En ese orden, el 1 de enero de 2017 y en consideración de lo estipulado en la legislación fiscal de ingresos y egresos de la Federación, entró en vigor el esquema de precios liberados en un contexto de inconformidad y desinformación.

A casi tres meses de que se empezaran a sentir los efectos de la Reforma Energética en nuestro país, todavía quedan muchas interrogantes sobre sus alcances, si en realidad era tan benéfica como argumentan sus impulsores o tan negativa como lo sostienen sus detractores. Lo cierto es que el cortoplacismo de las políticas públicas a las que estamos acostumbrados en México impide a buena parte de la opinión pública analizar objetivamente un proceso que demorará cuando menos una década.

Para discutir con información seria y detallada sobre éste y otros temas de actualidad regional y nacional, es que se surge Club Códice. Un espacio en el que expertos comparten su punto de vista e interactúan con agentes de cambio y tomadores de decisiones para poder obtener conclusiones acertadas. Esto enmarcado en eventos selectos en los que los miembros del Club pueden convivir y generar sinergia con otros miembros, abonando a la agenda pública de Querétaro y de México.


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