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Crónica de una insensatez: El Plebiscito por la Paz en Colombia

Por Staff Códice Informativo - 09/01/2017

Por: Estefanía Ciro Rodríguez   La Historia de Colombia se encontró con la de México en un cruce de esperanzas y desesperanzas. México –roto-  recordaba […]

 Crónica de una insensatez: El Plebiscito por la Paz en Colombia

Foto: Galo Naranjo

Por: Estefanía Ciro Rodríguez

 

La Historia de Colombia se encontró con la de México en un cruce de esperanzas y desesperanzas. México –roto-  recordaba el 26 de septiembre el segundo aniversario de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa en Guerrero; Colombia –buscando pegar sus pedazos- firmó el Acuerdo Final de la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera entre el gobierno de Juan Manuel Santos y Timoleón Jiménez, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) en Cartagena de Indias.

Ocho días después, en México se recordaba la Matanza de Tlatelolco, el fatídico 2 de octubre del 1968 en el que el gobierno de Díaz Ordaz desapareció a cientos de estudiantes; esa misma fecha condenó a la incertidumbre el fin del conflicto del estado colombiano con la guerrilla de las FARC cuando, por un margen de apenas 54 mil votos, las urnas determinaron no estar a favor del Acuerdo.

A partir del 2 de octubre de 2016, ocurrió en Colombia la semana más caótica y desafiante de la cual se haya tenido memoria en la historia política del país. El nivel de incertidumbre consiste en que estas dos fechas podrían ser las más importantes de la historia del país o simplemente dos recuerdos tristes de otro fracaso por alcanzar el fin de más de 50 años de guerra. ¿Qué ocurrió en Colombia?

 

Acuerdo Final de la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera: la firma

El 4 de septiembre del 2012 iniciaron los diálogos entre el gobierno de Santos y las FARC. Con esto se inauguró una etapa de la historia de Colombia que sorprendería tanto a los votantes que aplaudían la política que le apostaba a la guerra de Álvaro Uribe Vélez pero también a aquellos que la rechazaban tajantemente y habían sido sus víctimas. 

Juan Manuel Santos, un político más cercano a la socialdemocracia europea que al populismo de Uribe Vélez, no tenía que aparentar su aversión a la guerrilla; de familia de expresidentes y líderes políticos desde la misma independencia, representante de una de las clases mas privilegiadas del país, tenía entre sus antecedentes haber sido parte de casi todos los ministerios del Estado colombiano, entre ellos el Ministerio de Defensa durante el periodo de Uribe Vélez, y de haberse preparado toda su vida para convertirse en presidente de Colombia.

Tras unas negociaciones secretas en las cuales participó Enrique Santos, hermano del presidente, Cuba se convirtió en la sede de la mesa de negociación que estuvo liderada, del lado del gobierno por Humberto de la Calle, estoico político liberal, y del lado de las FARC por Iván Márquez, reconocido como un representante del ala más dura del grupo.

Uno de los momentos más críticos de la negociación fue el asesinato de Alfonso Cano, jefe del secretariado de las FARC, quien decidió iniciar una mesa de diálogo y resistía un extenso operativo de persecución por parte del gobierno colombiano. Solo y sin protección, fue asesinado en un paraje de difícil acceso del Cauca, occidente del país.  En ese momento, lo reemplazó Timoleón Jiménez, excomandante del Bloque del Magdalena Medio.

El Acuerdo llegó después de cuatro años de un estricto régimen de ambos equipos  negociadores que estaban bajo la cercana vigilancia de la oposición uribista, lo cual los hizo evitar a toda costa cualquier acercamiento más allá de lo estrictamente estipulado por las dinámicas de la negociación. En este tiempo, la mesa de negociación recibió a organizaciones sociales que llegaron a compartir sus posiciones y a aportar en la construcción del texto, entre estas movimientos campesinos, de mujeres, de minorías sexuales y de víctimas del estado, de la guerrilla y de los paramilitares.

El resultado fue un documento de casi 300 páginas con un preámbulo, una introducción y seis puntos de discusión. El primero refiere a la Reforma Rural Integral, que busca la transformación estructural del campo; el segundo corresponde a la participación política y las bases para la reincorporación a la vida legal como movimiento político de las FARC; el tercer punto pone las condiciones para el fin del conflicto y los acuerdos de cese al fuego y hostilidades, y dejación de armas; el cuarto punto tiene que ver con la solución al problema de las drogas ilícitas basado en un plan de atención integral a los cultivadores y a los consumidores, y en el ataque a la cadena de lavado de dinero y crimen. El quinto punto es el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, donde se establece la política de Justicia Transicional y esclarecimiento de la verdad. Finalmente el sexto punto de la agenda refiere a la implementación, verificación y refrendación.

El 24 de agosto del 2016 se cerró la mesa de diálogos y se hizo público el Acuerdo Final de la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera entre el gobierno de Santos y las FARC. «La guerra ha terminado» señaló Humberto de la Calle, insistiendo en que este era «el mejor acuerdo posible». Iván Márquez dijo en su discurso «hemos ganado la mas hermosa de todas las batallas, la paz», y escribió en Twitter «Habemus Pacem».

En varios puntos del país se transmitió la firma en La Habana en directo, uno de ellos en el centro de Bogotá, donde el candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán había sido asesinado 68 años antes, hecho que desató abiertamente un baño de sangre en el país. Miles de colombianos se concentraron ahí a celebrar y el siguiente paso, señaló el presidente, era la refrendación del texto entre las dos partes: la Décima Conferencia de las FARC y el Plebiscito por la Paz. 

 

Décima Conferencia de las FARC: refrendación guerrillera

A partir de esta firma se iniciaron todos los procesos de consulta; en las FARC se llamó la Décima Conferencia, un ejercicio político que ha sido la columna vertebral de las decisiones políticas de esta guerrilla desde su Primera Conferencia en 1965. ‘La Décima’ se desarrolló el 17 de septiembre en El Diamante, la histórica retaguardia de las FARC en las sabanas de El Yarí, sur de Colombia, con el objetivo de refrendar y analizar los acuerdos entre ‘la guerrillerada’ e iniciar el proceso de conformación del movimiento político legal.

Cuando le pregunté en una rueda de prensa a Joaquín Gómez, comandante militar del Bloque Sur y parte de la mesa de diálogos, qué significaba para él El Yarí respondió, palabras más, palabras menos, que ahí había sido su zona de seguridad, ahí se enfrentaron con los paramilitares a quienes vencieron, ahí se desplegó el Plan Patriota por parte del Estado colombiano y tampoco los pudo vencer. Finalizó con un «acá seguimos».

La Décima Conferencia se constituyó en un escenario que reunió a 200 delegados de los diferentes bloques de las FARC de todo el país con el objetivo de debatir sobre los Acuerdos de La Habana, por medio de la discusión de 30 tesis, y dar el primer paso para la conformación del movimiento político. Por primer vez en su historia, la conferencia abrió las puertas alrededor de 700 periodistas que convivieron durante más de una semana con guerrilleros rasos, mandos medios y miembros del secretariado, a los que pudieron entrevistar, en una experiencia sui generis en la historia del conflicto armado en el país.

Única también porque en las noches se convirtió en ‘FARC-palooza’. En la explanada de la conferencia se levantó una tarima con tres pantallas enormes que recibió cada noche a diferentes artistas y bandas de rock, ska, música llanera y tropical. Cada noche se convertía en una fiesta en la que los guerrilleros y guerrilleras vivían el proceso de transición de la vida militar a la civil, acompañado de una exposición mediática sin precedentes: por primera vez fotos de sus rostros, las historias de sus vidas en la guerra, y sus expectativas y temores como reincorporados a la vida civil, rompían parcialmente el cerco mediático entre las cadenas comerciales de televisión y de la guerra.

«La guerra no la hacemos porque queramos sino porque hay necesidad, la necesidad de vivir en un país donde uno reclama los derechos», decía Silvio, un guerrillero de 47 años. Las conclusiones de la Conferencia fueron una unánime aprobación de parte de los delegados de las FARC al texto aprobado en La Habana como unos mínimos requeridos para la reincorporación a la vida civil de los guerrilleros y un llamado a las fuerzas y organizaciones sociales a unirse en el camino de una constituyente futura que sentara las bases para la transformación del país.

«Uno no entra a las FARC para cargar un arma» respondía Hollman, guerrillero raso, cuando le pregunté cómo se sentían al dejar los fusiles. Los temores se repartían entre el miedo a caer desarmados en un ataque paramilitar o por algún sicario en cualquier calle, o a que el Estado colombiano no cumpliera lo pactado. Muchos nos contra-preguntaban sobre cómo los iban a recibir en las ciudades o qué decían de los acuerdos allá.

La Décima Conferencia se vivió como una fiesta que exorcizaba la guerra y como un ejercicio de discusión profundo entre las filas guerrilleras de los acuerdos; muy pocos se esperaban que esto fuera a quedar suspendido pocos días después. La tormenta que vino con una enorme nube negra que se impuso en el cielo la tarde del cierre de la Conferencia se convirtió en un augurio desafortunado.

Foto: Galo Naranjo
Foto: Galo Naranjo

 

El Plebiscito por la Paz: ¿Apoya usted el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera?

Los principales medios impresos del país incluyeron una copia de los acuerdos completos en sus periódicos y el gobierno colombiano dio vía libre a los funcionarios públicos a hacer campaña en el plebiscito tanto por el Sí como por el No, mientras no hubiera gasto público. La tarea de todo el pueblo colombiano era leer los acuerdos.

A quién engañas abuelo, yo sé que tu estás llorando

desde que taita [1] y que mama, arriba están descansando 

Nunca me dijiste cómo ni tampoco me dijiste cuándo

pero en el cerro hay dos cruces que me lo están recordando.

(Silva y Villalba, cantantes y compositores).

El domingo se vivía una fiesta nacional; las emisoras públicas ponían música folklórica colombiana que hacía sonar la guerra como el eco más lejano de las balas y los gritos.

Para el viento una cometa

Para el lienzo un pincel

Para la siesta una hamaca

Para el alma un pastel

Para el silencio una palabra

Para la oreja un caracol

Un columpio para la infancia

para oír un acordeón 

Para la guerra nada.

(Marta Gómez, compositora y cantante)

Las diferentes firmas encuestadoras vaticinaron que el Sí ganaba en un rango que iba del 60 por ciento al 54 por ciento, una campaña a favor de los acuerdos, sin cabeza clara, era liderada por movimientos sociales, estudiantiles y ciudadanos diversos. Las palabras pedagogías de paz se convirtieron en el referente del trabajo de muchos ciudadanos y ciudadanas que salieron a las calles a comunicar los puntos acordados, a discutirlos en público, a socializarlos.

La confianza sobre el triunfo del Sí era tal que el proceso de implementación ya estaba en camino; los equipos de monitoreo de las Naciones Unidas ya estaban en los diferentes puntos de concentración de la guerrilla por todo el país, las FARC ya habían entregado el censo de combatientes, así como el primer arsenal de armas hechizas para iniciar su destrucción. En el Caquetá, un campesino llegó a comentarme que había visto pasar ese domingo unas mulas con armas camino a ser entregadas.

Ese domingo llovió en gran parte del territorio nacional. En muchos sectores de la costa Caribe se interrumpió la votación por la llegada del huracán Matthew, en Bogotá cayó un aguacero todo el día y en Florencia, la principal ciudad de la Amazonia colombiana, la lluvia no cesó hasta la noche.

A las 4:00 se cerraron las urnas y empezaron los primeros reportes; el Sí y el No tenían un estrecho margen de votación, antes del 50 por ciento de los votos contados, el Sí superaba al No pero iba perdiendo diferencia. Ya para el 60 por ciento de las urnas contabilizadas se esperaba, según las tendencias, que lo superara y así fue. De ahí en adelante, la votación por el No superó al Sí por un estrecho margen, hasta que en el 98 por ciento de las mesas contabilizadas se declaraba que no había vuelta atrás, el Sí había perdido por un margen reducido (el Sí obtuvo el 49.8 por ciento, mientras el No ganaba por 50.2 por ciento) en un país donde solo el 37 por ciento de la población salió a votar.

De ahí en adelante, todo ha sido incertidumbre.

 

Reviviendo la Patria Boba [2]

Esa noche el presidente Juan Manuel Santos salió evidentemente afectado con los jefes del equipo negociador en un comunicado nacional a reconocer la victoria del No y a confirmar la suspensión de la implementación de los acuerdos hasta no renegociarlos. Francisco Santos, vocero del uribismo, salió a dar un parte de éxito, habló de la necesidad de «reconducir estos acuerdos», del «mensaje claro» que «la mayoría de los colombianos» habían hecho a través del voto exigiendo estándares de justicia y reparación más altos, un acuerdo donde «estemos todos». No obstante, reafirmó la necesidad de mantener el proceso de paz en pie.

El lunes Colombia amaneció sin saber qué iba a ocurrir porque nadie, ni el presidente Santos y su equipo, ni las FARC, y sorpresivamente tampoco la campaña del No, tenían idea de qué iba a ocurrir si los acuerdos no llegaban a refrendarse. El presidente Santos convocó una reunión con los líderes del No a la cual estos no asistieron.

El martes, después de cinco años sin verse frente a frente, se encontraron el expresidente Uribe y el presidente Santos pero no enviaron un mensaje claro a la opinión pública. Ese mismo día el presidente Santos señaló que el cese bilateral se mantenía hasta el 31 de Octubre.

El miércoles 5 de Octubre se dio la gran movilización por la paz que llenó la Plaza de Bolívar en Bogotá de miles de colombianos que defendían el acuerdo y la salida negociada al conflicto. Ese mismo día, en medio de la sorpresa de todo el país, el jefe de campaña del No relató en una entrevista las trampas y mentiras que usó el Centro Democrático (partido uribista) en su estrategia electoral del Plebiscito para engañar a los votantes. La estrategia, ya conocida y denunciada por los colombianos que votaban por el Sí, fue abiertamente aceptada por el jefe de campaña, a quien se le inició una investigación penal.

Y el viernes, como si no hubieran sido suficientes las sorpresas, al presidente Juan Manuel Santos se le otorgó el Premio Nobel de Paz. Esto significó el espaldarazo de la comunidad internacional, que había quedado atónita ante el desenlace del Plebiscito, a los Acuerdos. Ese mismo día los equipos negociadores en La Habana señalaron su intención de mantener el cese bilateral hasta diciembre del 2016 y de apostarle a una renegociación que incluyera las observaciones del No.

 

La tormenta perfecta: el No al Plebiscito

Lo cierto es que ni Santos, ni las FARC y mucho menos los defensores del No, esperaban estos resultados. Los análisis post Plebiscito concuerdan en que el triunfo del No fue resultado de una cadena de factores donde la manipulación mediática fue piedra angular.

La campaña del No fue liderada por una alianza entre el Centro Democrático, partido político del expresidente Álvaro Uribe Vélez, y sectores mayoritarios de las iglesias cristianas y católicas que cayeron en un discurso falso denominado ‘la ideología de género’. Fue una mezcla entre sectores que siempre se han opuesto a la salida negociada al conflicto y a un grupo desinformado que terminó definiendo el destino del país con base en ideas tergiversadas.

Los primeros usaron, como lo señaló el jefe de campaña del No en una polémica entrevista, una estrategia con fuerte presencia en redes sociales que desincentivaba a los colombianos a leer los Acuerdos, y les daba ideas equivocadas sobre estos. Entre estas estaba, por ejemplo, que los colombianos ricos iban a ser expropiados, que le iban a dar 4 mil dólares mensuales a los guerrilleros,  que a los sectores pobres les iban a quitar los apoyos y subsidios, y que a la clase media le iban a poner más impuestos.

Con la implementación de los Acuerdos, varios grupos económicos y políticos del círculo más cercano del expresidente Uribe Vélez iban a verse seriamente afectados. Por ejemplo, el ejercicio de Justicia Transicional equivalía a una reducción de penas a todos los actores del conflicto que contaran su responsabilidad y versión de los hechos (no solo los guerrilleros sino también los militares) y el país esperaba que se destaparan los relatos y las pruebas del periodo paramilitar en el cual, particularmente la familia Uribe Vélez, se ha visto señalada como culpable.

Otra de las ideas inventadas, ‘la ideología de género’, acusó a los acuerdos de imponer las agendas de comunidades LGTBI y feministas. Eso venía de una pelea de mayor alcance cuando, meses antes, la ministra de Educación fue acusada, en una campaña de desprestigio, de repartir cartillas en los colegios donde se le hacía «apología a la homosexualidad», ciertamente una acusación falsa. Eso hizo movilizar a la comunidad cristiana en contra de la ministra, que posteriormente resultó ser la jefe de campaña por el Sí al Plebiscito de Santos.

A contrario de la ‘ideología de género’, el enfoque de género de los Acuerdos, celebrado mundialmente, refiere a la idea de que en la implementación básicamente se iban a extender políticas de discriminación afirmativa sobre mujeres y niñas para privilegiar su acceso a bienes como propiedad, formalización de la tierra y subsidios, y que a las comunidades LGBTI se les reconocía como uno de los grupos sociales víctimas del conflicto armado.

Ningún tema más allá de lo determinado por la Constitución y la Corte Suprema del país, que a propósito han tenido grandes avances en los últimos años, iba a ser revaluado en estos asuntos. En una mezcla de desinformación y oposición abierta a las agendas de las minorías sexuales, la población cristiana y católica se movilizó masivamente en contra de los Acuerdos.

En últimas, conversar con los votantes por el No era navegar entre una serie de frases engañosas que distrajeron del debate que el momento histórico exigía. El Plebiscito debía representar un ejercicio masivo de votación, pero la abstención fue altísima -la más alta en 22 años- lo cual mostró el enorme impacto de las maquinarias políticas a nivel electoral en el país, ausentes en esta oportunidad. Sin la compra del voto, el carro para transportar gente, el favor político, la gente no se movía a la urnas. A esto se le sumó la coyuntura particular del huracán Matthew en el norte del país, que impidió que muchas urnas se abrieran en los departamentos del norte.

Los análisis sobre los resultados muestran claras diferencias regionales y de clase. Las regiones más periféricas del país –las más rurales, pobres y alejadas del mercado- votaron por el Sí mientras las más centrales, urbanas y conectadas a los servicios del Estado –y las que menos han sufrido el conflicto- votaron por el No.

Los lugares de mayor abstención fueron los rurales, lo que afectó también la posibilidad de que estos votos aportaran por el Sí. Los municipios donde la guerrilla ha tenido más influencia en la configuración identitaria y social también votaron mayoritariamente por el Sí, al igual que los lugares donde más se ha vivido el conflicto armado. Por ejemplo Bojayá, un municipio donde ocurrió una de las mayores tragedias humanitarias provocadas por las FARC, votó el 96 por ciento de su población por el Sí a un acuerdo por una paz estable y duradera.

Foto: Gerald Bermúdez
Foto: Gerald Bermúdez

 

¿Y ahora?

Se cumplen más de dos meses del Plebiscito y ha habido espacio para la recolección de propuestas del No y de los abstencionistas. Las movilizaciones sociales y los actos simbólicos siguen en proceso, como las vigilias en las zonas de concentración de las FARC o las expresiones artísticas en la Plaza de Bolívar en Bogotá.

Diversos sectores, como representantes cristianos, católicos y de movimientos de mujeres y de grupos LGTBI, han visitado La Habana. Ruedas de prensa han ido y venido, al igual que análisis y mensajes de la comunidad internacional por la necesidad de apresurar la renegociación y de defender lo acordado. Es apresurado decir qué va a ocurrir, pero varios mensajes han sido claros y son contundentes.

Por un lado, que el país está convencido de la salida negociada al conflicto, algo nunca visto en las décadas anteriores. Tanto las FARC insisten en que mantienen a sus tropas listas para la reincorporación y defienden el acuerdo firmado, como el gobierno, que le apostó a la paz extendiendo el plazo de cese al fuego y dio luz verde al inicio del proceso de monitoreo y verificación de la ONU en las zonas de concentración de la guerrilla. A ellos se les suman los representantes del ‘No’, que van a tener que mostrar su fidelidad al expresidente Uribe Vélez.

Cada sector envió una serie de comentarios a los Acuerdos, muy diferentes a lo que se dijo en campaña, y que están siendo revisados en la renegociación. En últimas pareciera que nadie quiere hacerse responsable de llevar a Colombia de nuevo a la guerra. La pregunta será ¿a cambio de qué?

Por otro lado, es claro el desgaste político que ha tenido la figura de Uribe Vélez a nivel internacional, que aparece, y con razón, como el principal actor de saboteo a un proceso validado por todos los organismos internacionales y apoyado económicamente por varios países como México –donde, entre otras cosas, la comunidad colombiana votó mayoritariamente por el Sí-. Varias veces había sido invitado por la mesa de negociación para participar y aportar con diferentes puntos en la discusión pero siempre se negó; aparecer como el líder triunfante del No después de haber podido participar en los Acuerdos, es como haber incendiado el colegio el día del examen por no haber estudiado.

Atrás quedó la imagen del expresidente Uribe Vélez como el gran estadista, y el cerco judicial en torno a él y su familia es cada vez más estrecho, por ejemplo, la Fiscalía de Colombia abrió investigación a su hermano por masacres perpetradas en las fincas familiares.

Finalmente, estos resultados muestran que inició una carrera electoral por las presidenciales que arrancarán a finales del 2017; la prioridad política para gran parte de los partidos fue ese y por eso su blanda participación en la movilización social. Quien resulte ganador será responsable de la implementación de los Acuerdos -en el mejor de los escenarios- o de pilotear un nuevo escenario de guerra en el país. ¿Hasta acá llegó el sueño de paz de esta generación de colombianos? En las próximas semanas se sabrá.

Después del Brexit, en Colombia todos advertían el peligro de la desinformación, las fallas en las encuestadoras y manipulación mediática en el Plebiscito. El triunfo de Trump en Estados Unidos se convierte en el nuevo escenario de la democracia en el siglo XXI; hay desinformación pero también hay gente que legítimamente cree que la guerra, la misoginia y el racismo son las alternativas. Estos tres ejemplos son las condiciones en las que se va a hacer política en la era de los millennials. Algo debe detenerlo.

 

Estefanía Ciro Rodríguez es colombiana afincada en México y doctora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

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[1] Taita: manera campesina de llamar al padre.

[2] Patria Boba: así se le llama a un periodo histórico que siguió después de la independencia de Colombia en el que las peleas e incertidumbre política dejaron al país en caos.


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