Balance sexenal: la política calzadista
Ante el fracaso político y electoral de todos sus cercanos, sólo queda que el propio Calzada logre crecer en su carrera política.
Si algo caracterizó los seis años de gobierno de José Calzada Rovirosa, esos son los altibajos. En todos los rubros, el gobernador priista tuvo momentos de gloria, y momentos que quedarán para el olvido. Como parte de esos rubros, por supuesto, está el manejo político del estado. Para su desfortuna, no siempre fue el adecuado.
El priista llegó a la administración, en 2009, con una crisis heredada. El aumento a la tarifa del transporte público. Pasó de 5 pesos a 6 pesos con 50 centavos en las últimas semanas de Francisco Garrido, lo cual provocó molestia ciudadana, y sobre todo, una organización importante por parte del a comunidad de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), que provocó el nacimiento del Movimiento Ciudadano por el Derecho a la Movilidad (MCDM), que tuvo una importante presencia en la agenda pública en aquel entonces.
El asunto no nació con Calzada en el poder, pero vaya que estalló en sus manos. Desde entonces era evidente que la movilidad era el tema central del ánimo ciudadano en Querétaro, pero la administración priista no tuvo la capacidad de comprenderlo. Más allá del fracaso que ha resultado RedQ, el pecado de Calzada fue no haber entendido la importancia del asunto, y comenzar su proceso de evolución desde el primer día de su gestión. Lo consideró un asunto de segunda, que comenzó a atender tres años después de asumir el cargo, y el resultado fue evidente: con una mala solución que además no tuvo tiempo de cuajar, la movilidad se convirtió en el talón de Aquiles del gobernador.
En aquellos años, también comenzó a generarse uno de los temas peor trabajados en el ámbito político. La elección de los consejeros del entonces Instituto Electoral de Querétaro (IEQ).
El 1 de diciembre de 2010 , dicen los enterados, le costó el trabajo a Jorge García Quiroz, primer secretario de Gobierno. La elección de los nuevos consejeros del IEQ distó mucho de ser pulcra, y sin capacidad de negociación política, Hiram Rubio, entonces coordinador de los diputados del PRI, y sobre todo el secretario de Gobierno, mostraron sus peores credencias. El PAN dejó la sesión de pleno, argumentando que el resto de las fuerzas, comandadas por el tricolor, querían adueñarse del órgano electoral. Nunca regresaron a sesionar y por ello, se tuvo que tomar la decisión sobre los nuevos consejeros entre 15 diputados, menos de los necesarios para tener mayoría calificada y poder tomar una decisión como esa.
El resultado fue desastroso. El PAN impugnó la decisión y al final, si bien no pude tirar el proceso de elección, sí sacó del Consejo General a Raúl Ruiz Cañizales, a quien le encontraron nexos con el PRI. A raíz de ese hecho, el IEQ perdió su credibilidad institucional, y no fue capaz de recuperarla ni con el cambio de consejeros forzado desde la Federación por la Reforma Política. El fantasma del IEQ al servicio de Calzada y su administración jamás desapareció, y el estigma de su involucramiento en las decisiones del órgano ciudadano siguieron hasta el 7 de junio pasado, cuando se definió a su sucesor.
Pero algo bueno salió de aquello. Jorge García Quiroz dejó la Secretaría de Gobierno, y dio pasó a un viejo, viejísimo conocido de la política queretano. Roberto Loyola Vera, quien desapareció de la vida política en 1997, cuando su hermano Ignacio, primer gobernador panista de Querétaro, buscaba ese cargo. Reconocido, eso sí, como notario, Loyola Vera volvió a la función pública y en cuatro años se convirtió en uno de los actores políticos centrales en Querétaro. Todo comenzó el 3 de enero de 2011.
Loyola Vera se encargó de dar rumbo seguro al gobierno de Querétaro. Con él en la administración, Calzada vivió con toda certeza sus mejores años en la silla del Ejecutivo. En Roberto Loyola tuvo a un eficiente político, capaz de negociar, de tejer fino, y de mantener el nombre del gobierno queretano sin mayores exabruptos.
Para bien o para mal, el buen trabajo de Roberto Loyola le dio suficiente peso para ser candidato. En 2012 abandonó el gobierno estatal para aventurarse rumbo al municipio de Querétaro, empresa que resolvió de manera correcta. El buen resultado de Loyola Vera, sin embargo, comenzó una debacle sin freno para el gobierno de Calzada.
Las malas decisiones se dieron al por mayor en esos meses, a pesar de que solo la perspectiva del tiempo ha permitido ver su verdadero impacto. Para empezar, los protegidos del gobernador, aquellos que, en los planes estratégicos, deberían hoy estar listos para el relevo generacional, se quedaron varados en el ostracismo. El más emblemático fue Juan José Ruiz Rodríguez.
El alguna vez secretario particular del gobernador, y mandamás del programa Soluciones, sufrió un descalabro electoral de esos que cuestan vidas políticas. Perdió la diputación federal del distrito IV contra José Guadalupe García, el famoso “tres lonas”. Ni todo aparato del gobierno queretano fue capaz de doblegar el carisma del queretano, quien sin mucho aspaviento dio jaque mate al protegido del gobernador.
Tonatiuh Salinas fue otras de las apuestas fallidas de Calzada. Dejó la Secretaría de Desarrollo Sustentable, en la que tan bien lucía, para ser coordinador estatal de la campaña de Enrique Peña Nieto. Su irrupción en la política, la de estrategia, dejó como saldo el triunfo del hoy presidente de la República en Querétaro, contra la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. Eran los prolegómenos de lo que tres años después volvería a suceder.
Tras los resultados electorales, “Tona” regresó al gabinete estatal, pero ahora a la Secretaría del Trabajo, donde lo más destacado de su actividad en términos mediáticos fue su proyecto Fábrica de Ideas, una política pública de la que hoy pocos tienen memoria.
Y de ahí, Salinas Muñoz dio un salto al PRI estatal, para tomar las riendas de la dirigencia. ¿Por qué? Por otro error en la política estatal. Al final del día, no logró su objetivo de ser candidato. Tuvo que cubrir un espacio para el que nunca estuvo destinado, y que lo terminó anulando políticamente.
Previo a la llegada de “Tona”, el PRI estatal vivió un golpe en las estructuras de los cercanos al gobernador. Alonso Landeros fue ungido como presidente del PRI estatal, como parte de un plan con el que el gobernador pretendía mostrarse cercano al priismo del interior. El ex alcalde de Pedro Escobedo obtuvo la llave a la política capitalina queretana, pero pronto la tuvo que regresar. La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) definió que tanto él como Graciela Juárez, su sustituta en Pedro Escobedo, cometieron abuso de autoridad, pues omitieron reembolsar 326 mil 586 pesos a la empresa Iacna México, que se amparó en contra del cobro del Derecho de Alumbrado Público (DAP).
Ambos políticos fueron destituidos de sus cargos, lo que dejó al PRI huérfano a nivel estatal. Al final, eso se notó. Y no hubiera pasado si el manejo político hubiese sido el adecuado. Pero ya estaba en la Secretaría de Gobierno Jorge López Portillo Tostado.
Jolopo, como se hizo común llamarle, fue el comienzo del fin del gobierno de Calzada. Como encargado del manejo financiero de Querétaro, su papel fue bastante decoroso, pero como piedra angular de la política estatal, su trabajo ha sido sencillamente infame.
A él le tocó arrancar RedQ. Tuvo que cargar con ese “muerto”, pero más allá de su mala fortuna por tener que emprender un proyecto destinado al fracaso, jamás tuvo la capacidad de recular. López Portillo defendió a muerte RedQ, y políticamente, murió junto al sistema.
Para la historia quedará aquel 26 de agosto de 2013, cuando policías estatales se subieron a los autobuses del transporte público, justo el día en que arrancaba el flamante RedQ, por no haber podido cerrar la pinza con los choferes. Escenas similares se vivieron el 24 de junio y 8 de julio pasados, ya agotadas las elecciones y a sabiendas del cambio de gobierno que viene en puerta, RedQ explotó y se rompió en mil pedazos, como desde el primer día.
Jorge López Portillo tuvo, eso sí, la capacidad de aportar al léxico queretano. “Putarraco” es un término que nadie olvidará, y que probablemente se recordará hasta con un cariño especial. Pero su origen dista de ser un cuento de hadas. Por teléfono, le pidió al mandamás de Comunicación Social del estado que se asegurara de que un comunicador dejara de hablar mal de la seguridad del estado, a través de la radio. En referencia a sus supuestas preferencias sexuales, de manera despectiva López Portillo le llamó “putarraco”, un término que lo siguió, lo sigue y lo seguirá para siempre.
La intromisión del gobierno en la línea editorial de algunos medios queretanos quedó evidente, aunque revelada por una grabación ilegal. Ese control mediático, a la usanza del priismo más trasnochado, fue sin duda alguna otro de esos aspectos que políticamente caracterizaron a la administración saliente.
Y tras el silencio mandatado, en el escándalo “putarraco”, el ruido incontrolable se hizo presente cuando se construyó una historia de macabro espionaje, en la que el protagonista principal era Marcos Aguilar.
El panista terminó arrasando en su carrera rumbo a la presidencia municipal de Querétaro, pero se las vio negras cuando en diciembre de 2014, el aparato mediático lo acusó, sin miramientos, de dirigir una red de espionaje que como operador principal tenía a Juan Pablo Rangel, detenido por autoridades federales.
La historia, maquilada en las entrañas de la administración estatal, terminó desmoronándose con evidencias tan implacables como el tiempo. Rangel nunca fue procesado por nada que tuviera que ver con la intervención telefónica, y a los meses fue liberado. Por supuesto, en su proceso penal, en el que apenas se comprobó, aunque con dudas, la presencia de un arma de uso restringido en su vehículo, nunca apareció Marcos Aguilar.
Muy similar fue lo que sucedió con Francisco Domínguez. A él le construyeron una novela en la que un poderoso narcotraficante, de nombre Señor Kors, amasaba fortunas a favor del proyecto político del panista. Nada se pudo comprobar, y los ataques cesaron cuando Domínguez Servién resultó ganador, la noche de aquel 7 de junio. Aquellas historias, que tendrán un lugar especial en las hemerotecas queretanas, fortalecieron a los rivales políticos de Calzada y los impulsaron rumbo al triunfo.
La equivocada estrategia electoral dejó patente su fracaso con la histórica debacle del priismo queretano. El mejor gobernador del país entregará un estado en el que el color rojo apenas es visible en un puñado de pequeños municipios, y un reducido número de curules.
Y para aderezar la ensalada, el nepotismo y el conflicto de interés han dejado notoria constancia en el halo que Jorge López Portillo ha dejado en la Secretaría de Gobierno. Su hermano, su esposa, su hijo… todos funcionarios de gobierno, amasando sueldos que en familia llegan a los 200 mil pesos mensuales, no generan la mejor de las percepciones públicas. Y que su hijo venda aplicaciones móviles para taxis en todo el país, mientras él detenía a la competencia, Uber, en Querétaro, tampoco le genera el mejor de los precedentes, poniendo al encargado de la política queretana en un escenario muy desagradable.
Muchos yerros acumula Jolopo en su infructuoso paso por la Secretaría de Gobierno, y probablemente sería justo no achacárselos a José Calzada. Sin embargo, si algo deberá lamentar el gobernador es no haber entendido nunca el costo político de tenerlo al frente de los temas más importantes del estado.
Calzada Rovirosa careció, desde el primer día y hasta hoy, de la capacidad política de saber de quién rodearse. Sus funcionarios de primer nivel, en líneas generales, fueron poco más que tibios, y sus apuestas electorales, como ya se comentó, fracasaron prácticamente todos al unísono.
Además del malogrado Juan José Ruiz, nombres como el de Manuel Pozo, Paul Ospital, Isabel Llamas, Javier Ortega, Stuardo Llamas, Mariana Ortiz, Gerardo Sánchez, y contando, resultaron ser un reflejo de la política del gobierno de José Calzada: grandes proyectos de papel que en el campo, terminaron haciendo agua.
La política en el gobierno de José Calzada combinó pobres decisiones, con algunos pocos aciertos, principalmente en aquello que refiere al ámbito económico, y sobre todo, un intento cada vez más desesperado de resolver las crisis a través de la percepción. Evitar los golpes de timón con un desafortunado manejo de algunos medios de comunicación llevó al actual gobierno al escenario actual.
Solo faltan dos meses para el término de la administración, y al final, los frutos que se recojan se definirán por el futuro político de José Calzada.
Ante el fracaso político y electoral de todos sus cercanos, sólo queda que el propio Calzada logre crecer en su carrera política. Las apuestas están sobre la titularidad de la embajada en los Estados Unidos, o alguna secretaría federal. Todo lo que quede debajo de esas opciones, significará un nuevo y lapidario fracaso que alejará, prácticamente para siempre, a José Calzada de la posibilidad de ser presidenciable.