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De úlcera a pena.

Por Staff Códice Informativo - 10/07/2014

Así fuimos pasando, creo que puedo incluir a muchos en este sentimiento. De úlcera a pena. Una selección que antes enamoraba, que era el deleite […]

 De úlcera a pena.

Así fuimos pasando, creo que puedo incluir a muchos en este sentimiento. De úlcera a pena. Una selección que antes enamoraba, que era el deleite hecho fútbol como nadie nunca lograba ser. No había cuadros mágicos, no había táctica fija como máximo recurso para ganar un partido, había fútbol, con eso bastaba. ¿Cómo no iba a bastar? A lo largo de este mundial siempre vimos a Brasil pasar atropelladamente, dando patadas, metiendo goles en tiro de esquina, en tiro libre, con un trivote de lágrima. Durante y después del partido nos encontrábamos ulcerosos y probablemente con dolor de ojos, no reconocíamos a Brasil. Cuando llegó el desastre del mineirao todos, todos menos Scolari y aparentemente los dirigentes brasileños, sabíamos por qué el resultado era ese. De cierto modo nos alegrábamos, porque el camino que escogieron en su mundial, era un dolor a los ojos. Acabaron dando pena. Por las tribunas llorosas, por la falta de competitividad, porque eso no era una semifinal esperada entre los dos más grandes en la historia de los mundiales. ¿Que dirían Didi, Vava, Garrincha, Gerson, Rivelinho y Pelé? De un momento a otro llegaron los inquisidores y acabaron con esa alegría playera que era el fútbol brasileño. En el 90 ya se asomaba. De repente decidieron meter a un defensa líbero, aquello que era propio de los correosos alemanes, que aunque llegaban lejos, parecían traer los pies dislocados. En ese mundial solamente salieron al rescate Alemao, Branco, Careca o Muller, que de nada sirvió porque acabaron cayendo cuando el mundial era aún joven, a manos de Caniggia y Maradona. En el 94 ya salió a todo lo que daba, dos centrales corpulentos más que técnicos y dos medios defensivos, que no se movían de ahí, Dunga y el maravilloso Mauro Silva. Ahí aparecieron Romario y Bebeto, y con eso bastó, con todo y una final infumable. En el 98 más de lo mismo, agarrados a “O Fenomeno”, Ronaldo, para llegar hasta la final. En el 2002 la agarradera se llamaba Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho, que entronizaron a Scolari con un fútbol apestoso, rácano, pero ¿A quién lo le iba a bastar con semejantes tres adelante? El imparable rumbo a la mediocridad hizo caer desde un barranco a Kaká y Ronaldinho en el 2006. Ya inmersos en la mediocridad absoluta, el peso del juego del equipo en el 2010 recayó en: Kleberson, Felipe Melho y Gilberto Silva. Pasó lo que pasó. Sin creer en Menezes acudieron al entronizado Scolari, europeizado, pero de fracasos. La Confederaciones fue un espejismo, por más que Brasil arrollara a una España sin piernas y con la cabeza en otro lugar muy distinto, en otras playas que no eran las brasileñas. El mundial es de otro empaque y exige otro recorrido. Lo más preocupante deja de ser el 7-1 cuando en rueda de prensa sale Scolari y dice que van en el camino correcto, que 14 ó 15 de estos jugadores estarán en Rusia 2018, que Alemania también fracasó en su mundial y en la eurocopa de 2008. Por favor no. Que alguien pare esto. Que alguien pare a ese señor que un día alguien le dijo que era entrenador. Que alguien haga algo con Brasil, que se agarra solamente de Neymar, que parece un espontaneo salido de la tribuna en ese equipo. Que alguien haga resurgir a la cuna del fútbol, que es pentacampeona, se dice fácil. Que tiene a una de las mejores selecciones de fútbol que jamás se hayan visto, la Brasil del ’70. También tiene a una de las mejores perdedoras de la historia de los mundiales, junto a la Hungría del ’54, la Holanda del ’74, está la Brasil del 82’. Perdió antes de lo que nunca lo había hecho Brasil, pero salieron a los hombros de gente de todo el planeta, todavía se habla hoy de ese equipo que era magia. El golazo de Eder, Zico, Cerezo, Junior, Falcao y Sócrates. Pura magia. Por favor, la Canarinha se lo debe a Brasil y se lo debe a sus antepasados, que los hicieron gloriosos. Hay que impugnar lo que Brasil ya no es.

 

Por Daniel Fernández Sobrino

@danielfersob

 


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