La necesidad los lleva a los albergues
Personas de todos lugares, de diversas ocupaciones y situaciones económicas, acuden a estos sitios en invierno
El sol cae y los vientos decembrinos llegan a Querétaro con temperaturas mínimas; el termómetro marca los 5 grados centígrados llegada la noche, y ellos se preparan para sacar las últimas ganancias en puentes, cruceros o plazas públicas ofreciendo sus mercancías o servicios; un lugar en donde no tener un hogar, representa tener que ir al cobijo de las autoridades.
Son más de 200 personas las que visitan diariamente el albergue invernal y los dos albergues municipales, en busca de un lugar caliente y algo para comer, y así poder mitigar todos los sacrificios que hicieron durante el día. Lo mismo mexicanos que extranjeros, personas originarias de Cuba, de Amealco, de todos los rincones del país; llegan a Querétaro en busca de mejores oportunidades.
Desde tempranas horas comienzan hacer fila para ingresar a los albergues; son las ocho de la noche y ya comienzan a entrar las primeras personas. Con el rostro lleno de esperanza y de cansancio a la vez, buscan pasar la noche lugar caliente.
Al entrar hay que llenar un formulario donde se presentan los datos, una credencial oficial basta para que puedan ingresar a sus habitaciones. Unos con una mochila, otros con una maleta, todos dejen sus pertenencias en el lugar que les ha sido asignado para posteriormente salir a comer algo.
Dos cocineras preparan diferentes guisos para los que se albergan en estos sitios; desde rajas con chile, sopa de arroz, frijoles; los tacos en el albergue y el café están para mitigar el hambre de quienes pernoctan en este lugar. Los últimos, los rezagados, lleguen al filo de las 11 de la noche, que es la hora en que se cierran las puertas.
Ya el interior, dos mesas grandes se instalan para que mujeres, hombres y niños intercambien experiencias; y saben que a pesar de ser de diferentes lugares tienen en común las ganas de salir adelante, y no tener donde pasar la noche.
Así, pasadas las 11 de la noche tienen que estar ya en sus habitaciones; una habitación para mujeres, otra para hombres, las luces y la esperanza se pagan por un día más, sólo para recargar energía y salir al día siguiente a las ocho de la mañana, hora en que tienen que abandonar el albergue y salir a la calle.
Los albergues cuentan con un baño, y quienes gusten antes de dormir pueden pasar a tomar una ducha; la logística permite que los hombres se separen de las mujeres, quienes se pueden estar acompañadas por sus hijos. Pláticas como las ganancias del día, los puntos de la ciudad donde se saca más dinero y el tipo de mercancía que deje más recursos, son intercambiadas entre hombres y mujeres dentro del albergue.
Las noches en ese lugar son muy particulares pues apenas llegan a las literas, algunos permanecen despiertos; profesores que han sido despedidos, hombres que se han separado de sus parejas y trabajadores que vienen de diferentes municipios son uno, y se enseñan entre ellos las diferentes formas de salir adelante en la vida.
Una cobija y el resguardo de sus pertenencias son garantizados en este lugar, mientras ellos duermen con la esperanza de sacar sus familias adelante.
Al día siguiente muy temprano hay que levantarse, pues las mujeres que laboran en estos albergues llegan para recoger todo; tamales y atole son repartidos entre quienes pasaron ahí la noche, sólo para que desayunen y abandonen el lugar; pudiendo estar así solo por tres días como máximo, pues no se pueden pasar más de 72 horas continuas en estos sitios.