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De ciberutópicos, sofactivistas y twitterdependientes: el ideario de Luis Arroyo

Por - 20/05/2015

(Aviso: el presente artículo contiene 10,057 caracteres o lo equivalente a 72 tweets) Ante el cuestionamiento que me realizara un amigo tuitero sobre mis comentarios […]

 De ciberutópicos, sofactivistas y twitterdependientes: el ideario de Luis Arroyo

(Aviso: el presente artículo contiene 10,057 caracteres o lo equivalente a 72 tweets)

Ante el cuestionamiento que me realizara un amigo tuitero sobre mis comentarios en un programa de radio donde manifestaba mi escepticismo sobre el uso de Tuiter en la política decidí, con la ayuda de las ideas de Luis Arroyo, escribir el siguiente ensayo ya que los 140 caracteres que la red social ofrece para expresarse resultan por demás restrictivos. El propósito de las presentes líneas no es criticar la red social, sino la pretensión que se tiene por convertirla en una herramienta para hacer política.

Twitter sin duda permite dirigirse a una audiencia muy amplia, como también lo hace el correo electrónico o el teléfono, pero nadie afirmaría que dichos instrumentos vendrán a cambiar la forma de hacer política. Incluso Arroyo nos recuerda que cuando nacieron esos medios de comunicación se profetizó que consolidarían la democracia y la paz mundial. Ni una ni otra llegaron, por lo que pocas esperanzas se puede tener que Tuiter venga a cambiar la forma de comunicarse con los gobernados; papel que sigue manteniendo mayoritariamente la televisión y la radio, y en menor medida los medios impresos.

En ocasiones los ciberutópicos olvidan que Tuiter es una empresa privada (cuyo valor en el mercado accionario ha caído en últimas fechas), que opera como monopolio y que censura cuando se le viene en gana. Tuiter puede suprimir cuentas o eliminar trazas históricas. Su papel en la mal llamada primavera árabe dejó mucho que desear, además que se ha sometido a controles del gobierno chino o turco en aras de poder ingresar a dichas economías, por lo que ha dejado antecedentes que cuando tiene que decidir sobre defender las libertades de las personas o sus ganancias, siempre ha optado por lo segundo.

Evidentemente, si se tiene muchos seguidores se vuelve imposible dialogar con ellos. Hasta el momento de redactar estas líneas la cuenta @POTUS, creada hace un par de días,  perteneciente al presidente Barack Obama, registraba 2,227,314 seguidores. Obviamente, como señala Luis Arroyo, el presidente de los Estados Unidos no puede “conversar” con sus seguidores. Estos millones de usuarios de Tuiter que siguen a Obama podrán decirlo que gusten en la red social de la misma forma que pueden telefonear a la Casa Blanca (la de Washington), o escribirle un correo electrónico o llamar a un programa de radio. Pero la voz del tuitero no vale más que aquel radioescucha o del que escribe una misiva.

Los tuiteros piensan que cuando tengan una gran cantidad de seguidores podrán seguir manteniendo ese “diálogo”, pero no es así: “Tuiter sigue reproduciendo el único esquema posible de la política: una minoría habla y la inmensa mayoría escucha”. El hecho de poder cuestionar a un político no fue aportación de Tuiter; ya se hacía con anterioridad a través del correo. El problema es que no contestaban los políticos, pero tampoco lo hacen a través de la red social. Incluso nuestra propia Constitución consagra la obligación que las autoridades deben dar respuesta a cualquier comunicación de los gobernados en ejercicio de su derecho de petición; evidentemente no dice nada de dar respuesta por redes sociales.

Tuiter es una excelente herramienta para compartir información, pero no se ha utilizado para fomentar el activismo que transforma sociedades. Permite que un video o foto circule a gran velocidad, pero fomenta lo que Luis Arroyo llama el sofactivismo; un activismo de muy baja intensidad, dejando tranquilo al tuitero al pensar que ha hecho su buena acción del día al retuitear un mensaje de protesta. No deja de tener cierto valor, pero tampoco deja de ser un activismo pop. A través de las redes sociales se pueden formular varias convocatorias por ejemplo para ir a reforestar, pero de nada sirve retuitear 300 veces la información de la campaña de reforestación si el tuitero no va y planta su árbol. Los verdaderos activistas usan Tuiter para su causa, pero en la red social no está la base del activismo del futuro. Las palabras de Arroyo en este sentido son contundentes: “Vale más el valiente anónimo que se plantó frente al tanque de Tiananmen, que tres millones de tuits enviados al gobierno chino pidiéndole apertura política. Quienes mejor lo saben son las autoridades chinas”.

Siguiendo con la argumentación de Arroyo, bien señala que el gran activo de Tuiter es que puede permitir, en muy pocas ocasiones, acceder a los medios masivos de comunicación. La red social es una excelente manera de estar informado (aunque también desinformado) de forma fácil e instantánea. Pero la realidad es que los comunicadores más relevantes en Tuiter siguen siendo los mismos que en los medios tradicionales. Joaquín López Dóriga tiene 4,945,643 seguidores incluso superado por Carlos Loret de Mola con 5,077,197. Los perfiles en Tuiter con más seguidores en México tienen que ver con personas ligadas en cierto modo a Televisa, con la excepción (¿honrosa?) de @werevertumorro. En este punto concluye Arroyo “en el ámbito político grande, puedes ser un dios en Tuiter, pero hasta que la tele o la radio o la prensa no se hagan eco de ello, no serás nadie”.

Otra realidad de esta red social y del por qué no funciona tanto en cuestiones políticas es que las personas que te siguen ya están convencidos en buena medida por lo que dices. Sería muy interesante poder conocer cuánta gente cambió su intención de votar por haber leído información en Tuiter o porque lo hayan convencido por esta vía; estoy seguro que es muy poca considerando que la gran mayoría de la población no usa esta red social o no para fines políticos. Citando a Arroyo: “sigo a quien me interesa y quien me gusta. En la política, uno sigue a su candidato o político preferido, o bien a quien no le gusta nada para ver qué hace”, pero la realidad es que poco suma a las campañas la labor desgastante que hacen sus correligionarios en redes sociales.

Debemos tener en cuenta también que estar en Tuiter no significa estar ahí todo el día (salvo que cobres por ello). Tuitear y retuitear está muy lejos de ser la clave de la participación política y menos de la comunicación. Sirve para estar enterados de lo más importante, pero no significa que por esa misma vía puedas mejorar tus condiciones de vida. Lo que sí es que te da la oportunidad de disfrutar de las equivocaciones y contrataques que se suscitan un día sí y otro también. Los errores en Tuiter inmediatamente son catapultados por el ingenio del mexicano.

En palabras de Luis Arroyo, “pones un comentario a tus seguidores con la mejor voluntad, y te insultan y te vilipendian a la vista de todo el mundo, en tu propia casa. Muy democrático, sí, si no fuera porque la inmensa mayoría de esos activistas pro y contra actúan, como siempre ha sido, conforme a sus filiaciones políticas previas, sus prejuicios y sus predisposiciones. Todo menos una conversación racional, que es imposible, por otro lado, en mensajes de 140 caracteres.”

A pesar del avance en la cobertura de internet en el país y del acceso a través de teléfonos y gadgets, la gran mayoría de la población no está aún en Tuitter. Sin duda serán más en el futuro, pero en la actualidad el 100 por ciento de la población recibe mensajes ya sea por televisión o radio. Pregunte usted al político de su preferencia ¿qué prefiere más si treinta mil seguidores en Tuiter o treinta minutos en horario estelar por televisión?

Sin duda hay que usar Tuiter; ayuda a estar enterados del acontecer social dependiendo a quiénes agregues a tu cuenta; genera algunos vínculos sociales y; de momento es gratis, pero dista mucho de ser la meca de las comunicaciones, ese lugar sigue estando reservado para la televisión. Tuiter es una excelente forma para difundir noticias e información (que alguien más genera) y es una gran herramienta periodística, pero no sirve de mucho en lo que influencia real en la opinión pública se refiere a menos que cuente con la ayuda de los medios masivos de comunicación.

Es importante tener cuidado con Tuiter ya que sin duda genera adicción. A cada instante uno está checando su “timeline” incluso en medio de la noche. Los tuiteros buscan a toda costa tener más seguidores; hasta se crean cuentas que podemos llamar “artificiales” por no estar correspondidas con una persona en concreto, para dar la impresión que es popular en dicho medio; y si el tuitero es narcisista, como pocos hay, estarán mirando cuántas veces le citan o le retuitean.

Tuiter provoca lo que Luis Arroyo llama “infoesclerosis”, es decir: hay tanta información que obstruye tu cerebro, es sencillamente demasiada información. Es como tratar de jugar con diez balones al mismo tiempo. Esta red social además coloca en igualdad de importancia al que platica de su café como al que pide donativos para Haití; refuerza el sofactivismo.

Tuiter mata la conversación, no la fomenta. Si tienes muchos seguidores no puedes hablar con tanta gente, además que no se puede mantener una conversación con 140 caracteres. Tuiter refuerza tus prejuicios porque sólo sigues a quien te interesa y en poco ayuda para abrir la perspectiva política. Es autorreferencial. Por lo menos en los noticieros generalmente se observa la visión de uno y de su contrario.

Esta red social además sobreestima el “ahora” y todo pasa con excesiva inmediatez. Por una parte se puede llegar a generar un “trending topic” pero la duración es efímera. En política poco puedes hacer. Se trata de política pop. Vea usted lo fugaz que resultó #Kony2012 a pesar de lo importante que era la captura de este señor de la guerra africano.

Para concluir, cabe hacer mención de una de las consecuencias complejas de esta red social tal y como lo describe Luis Arroyo es que “Tuiter es un ejercicio de onanismo y eleva la sensación de que eres importante. Te crees genial porque te siguen unos cuantos, te dicen lo bueno que fue tu mensajito, te ponen una estrella, te siguen y te crees que les influyes. Tú alimentas también esa sensación en otros devolviendo el favor, etc…. Una orgía colectiva que empieza y termina en la misma habitación”.


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