Sublimes despistes. Juan Villoro
Ciertas virtudes se adquieren a costa de torpezas. Desde niño he atestiguado los disparates a los que lleva la actividad mental. Mi padre filosofaba de […]
Ciertas virtudes se adquieren a costa de torpezas. Desde niño he atestiguado los disparates a los que lleva la actividad mental. Mi padre filosofaba de tiempo completo y decía “buenos días, señorita” al pasar ante una conocida, sin advertir que era su hija. En una ocasión, salimos de una taquería y preguntó: “¿De quién es esta cachucha?”. Había tomado la funda de las tortillas, pensando que era una boina.