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¿Qué tantos hemos perdido y qué tanto hemos dejado de ganar por no haber estado dispuestos a incomodarnos?

Por Gumaro Bracho - 06/05/2024

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

La manera más fácil y clara de saber si estamos saliendo de nuestra zona de confort es a través de la incomodidad, si te incomoda, es la evidencia indiscutible de que estás saliendo de tu zona de confort

 ¿Qué tantos hemos perdido y qué tanto hemos dejado de ganar por no haber estado dispuestos a incomodarnos?

Deseo de todo corazón que esta pregunta puedas interiorizarla, reflexionarla y aplicarla a tu vida, y tenga en ti el mismo o mejor efecto que tuvo en mí.
Una vez más decidí cambiarme de ciudad en busca de nuevas y mejores oportunidades, fue así como llegué a Querétaro en abril 2018. Sin conocer a muchas personas, con poco dinero en la bolsa, pero lleno de entusiasmo, sueños y metas por cumplir. Ante los retos que implicaba llegar a una nueva ciudad y siendo consultor independiente de negocios, levantarme económicamente y desarrollarme en esta ciudad no sería algo fácil.

Siendo introvertido, con muy pocos contactos en la ciudad, ningún cliente en la región, en proceso de una ruptura de una relación formal y ante una situación económica bastante mala, reconocí la realidad de mi situación y algo era contundentemente claro, levantarme no sería fácil. Requeriría rediseñarme en todos los sentidos y dejar la seguridad y confianza que me cobijaba aquello que conocía; mi zona de confort.

Aunque me había enfrentado a diferentes retos durante mi vida, esta situación en donde no ves el frente, dónde pareciera todo estar en contra, era algo completamente nuevo para mí. Mi experiencia era enfrentar y solucionar diferentes retos, comúnmente uno a la vez.

Me sentí como coloquialmente decimos en el hoyo, y eso es una forma sencilla de decirlo, en ese momento parecía y se sentía como el fondo de un abismo que parecía no tener fondo.

¿A qué vine a Querétaro? ¿Qué estoy buscando? ¿Cuáles son mis metas? ¿Qué deseo lograr? ¿En cuánto tiempo deseo y necesito lograrlo? ¿Qué dirección tomar? Y finalmente, ¿Por dónde empiezo?, fueron las preguntas que me llevaron a comprender todo aquello que estaba perdiendo y dejando de ganar por no estar dispuesto a incomodarme y en ese momento tuve la profunda comprensión de que cambiar mi situación requeriría de muchas cosas, la primera y principal de ellas, que yo estuviera dispuesto a salir disciplinada y constantemente fuera de mi zona de confort, en todos los sentidos.

Anteriormente, al ganar buena cantidad de dinero me fue muy cómodo gastarlo, en contra posición, no haber estado dispuesto a incomodarme y ahorrar o invertir dinero, derivó en que meses después yo estuviera pasando por una situación económica muy mala y no tuviera un respaldo o un “colchón”.

Evitar la incomodidad de terminar una relación de años, manteniéndome en una falsa zona de confort, me llevó a estar viviendo una dolorosa ruptura. Fue cómodo siempre desenvolverme con las personas que conocía y no desarrollar habilidades para conocer gente nueva y años después estaba pagando el precio de no saber cómo interactuar con nuevas personas, desarrollar nuevas amistades y sufrir por no saber incluso, cómo romper el hielo e iniciar una conversación.

La gran mayoría de todo aquello que estaba viviendo, sin lugar a duda, era el resultado principalmente de no haber estado dispuesto a salir de mi zona de confort. Simplemente, estaba cosechando los resultados de aquello dentro de mi zona de confort, la cual había procurado, resguardado y fortalecido toda mi vida. Obtener resultados diferentes, los cuales deseaba con toda el alma, requerirían de sembrar y cosechar fuera de mi zona y eso sin temor a equivocarme sería muy incómodo.

La manera más fácil y clara de saber si estamos saliendo de nuestra zona de confort es a través de la incomodidad, si te incomoda, es la evidencia indiscutible de que estás saliendo de tu zona de confort. Tan solo pensar en asistir a eventos donde no conocería a nadie me ponía nervioso, qué pena, que van a pensar, cómo me voy a ver, eran ideas que convertían la situación en una situación incómoda y como si fueran un guardián de la zona, me invitaban a no salir de ella.

Afortunadamente, la situación que vivía no me daba tregua para sentarme y que pasaran las semanas o los meses en busca de esperar un milagro o que las cosas por fortuna cambiaran, debía tomar acción con rapidez, no podía ni quería continuar en esa situación. En ese punto de mi vida, ante este contexto y el análisis que te compartí, tomé una decisión que cambiaría mi vida. En cuanto una situación me hiciera sentir incómodo, daría un paso al frente y seguiría adelante, contrario de lo que había hecho hasta ese momento en mi vida.

Si me invitaban a un grupo empresarial, aceptaría. Si me pedían apoyo con consultoría, aceptaría. Si me invitaban a una reunión social, aceptaría. Si tenía que desvelarme, aceptaría. Si no tenía dinero para el uber, tomaría el camión, si no tenía para el camión, caminaría. Si antes no había hecho terapia, ahora lo haría. Subí como nunca antes de peso, ahora bajaría hasta mi mejor condición. Si me invitaban a dar clases (algo que no disfrutaba), lo haría. Una vez con dinero, iría al centro comercial y con toda la intención, no me compraría nada, por más barato o descuento que tuviera, por más de que me sobrara el dinero para hacerlo, me incomodaría por hacer cosas diferentes, saldría disciplinadamente de mi zona de confort.

Pero pensar en hacer las cosas es completamente diferente a realmente hacerlas. La costumbre y los hábitos, más la sensación de seguridad y comodidad que otorga la zona de confort, serían un gran obstáculo, ¿cómo vencer todo lo que era y hacía durante tantos años? Recordé lo que hacía cuando era niño al subir al trampolín de 10 metros de altura en el club deportivo. Muchas veces subí, demasiadas, pero pocas veces salté de tan alto.

No es excusa, pero hasta hace pocos años, descubrí que le temo a las alturas, con mayor razón de niño y a esa altura, el pánico se apoderaba de mí y no saltaba, pero hubo ocasiones en las que, a pesar de mi miedo, saltaba y sentía volar, terminaba disfrutando la sensación de superar el miedo y lograr el objetivo. ¿Qué hice aquellas ocasiones que si llegué a saltar? En cuanto llegaba a la punta de la plataforma, corría hasta el borde del trampolín y saltaba de inmediato, no le daba oportunidad a la duda y al miedo de hacerse presentes. A pesar del miedo, a pesar de la duda, a pesar de la incomodidad, saltaba al vacío y ese pequeño niño, con todos sus miedos, volaba por unos segundos y lograba algo que creía impensable.

El truco era no darle tiempo a la duda, al miedo, la inseguridad y a la razón de por qué no saltar. La misma fórmula la necesitaba para salir de mi zona de confort. Pero cuando saltaba del trampolín, sabía dónde estaba el borde, era claro dónde terminaba la zona de confort y qué acción debía tomar; saltar al vacío. Sin trampolín, ahora en la vida diaria, ¿Cómo saber dónde terminaba la zona segura y qué acción debía tomar?, como analogía era dar el salto, pero en el día a día no se trataba de que yo me la pasara saltando en todos lados.

El límite de la zona lo identificamos cuando la situación nos incomoda. Cuando sintiera que algo me incomodaba, era la señal de estarme acercando al borde de la zona, el equivalente al momento donde terminaba el trampolín. Esa era la señal, la incomodidad. La acción era seguir hacia adelante en esa dirección, no saltando, sino tomando acción.

Qué pena acércame con esas personas que no conozco… ¡Alerta de incomodidad! Toma acción acercándote con esas personas. Qué pena hablarle a ese prospecto… ¡Alerta de incomodidad! Toma acción y llámale a ese prospecto. Qué flojera ir hasta allá… ¡Alerta de incomodidad! Toma acción y ve a ese lugar. Qué flojera hacer ejercicio… ¡Alerta de incomodidad! Toma acción, ve y haz ejercicio.

Y así me inventé la frase de “Incomodidad ahí te voy”. En cuanto aparecía una incomodidad, yo me decía “Incomodidad ahí te voy” y tomaba acción. Esta frase me la inventé para mí, en uno de los momentos más difíciles de mi vida, sin pensar en compartirlo con los demás o que esto podría aportar a otras personas, afortunadamente estaba muy equivocado y hoy puedo compartirte todo esto.

Fue esta frase y mi disciplina al tomar acción y salir de la zona de confort que me permitió levantarme y seguir adelante. Aún me falta mucho por recorrer, pero hoy tengo esta frase conmigo y toda una filosofía detrás que me permite repetidamente salir de mi zona de confort y avanzar hacia el logro de mis metas. Esta es parte de mi historia, pero deseo que tú puedas rediseñar para bien tu propia historia.

¿Qué te ha quitado el quedarte dentro de tu zona de confort? ¿En qué áreas de tu vida has dejado de ganar por no estar dispuesta y dispuesto a incomodarte? ¿Qué son aquellas cosas que sabes que eres capaz de lograr y la comodidad te está limitando de tomar acción y lograrlas? ¿Cuánto tiempo más dejarás pasar para tomar acción e ir por aquello que deseas lograr, a pesar de la incomodidad?

Ante los retos a los que te enfrentes y los obstáculos que aparezcan grita “Incomodidad, ahí te voy” y toma acción. Recuerda, el truco es no darle tiempo a la duda, al miedo, la inseguridad y a la razón del porqué no hacer aquello que en el fondo sabes te llevará más cerca de tus metas. Y hazlo con tanta frecuencia que los miedos te tengan miedo, que a la pena le dé pena aparecer contigo porque no le haces caso, que las inseguridades se sientan inseguras de tu seguridad, que aquello que antes te detenía lo piense muchas veces antes de ponerse frente a ti.

Aquel niño, ahora adulto, en el 2018 vio frente a él un trampolín que parecía de mil metros de altura, estuvo dispuesto a escalarlo, llegó a la punta, caminó temerosamente hasta el límite y con todas sus fuerzas grito “Incomodidad ahí te voy” y salto con fuerza. Al término del 2018 tuve la oportunidad de voltear, analizar el año y poderlo ver como uno de los mejores años de mi vida. Ese niño estaría orgulloso porque, una vez más, venció sus miedos y logro aquello que se propuso.

Ahora es tu turno.
No estás sola ni solo, para acompañarte, te invito a estar al pendiente de esta columna donde compartiré periódicamente mi experiencia detrás de la frase y la filosofía de “Incomodidad ahí te voy” y a seguirme en el Podcast en Spotify Incomodidad ahí te voy.

Autor: Gumaro Bracho. Autor, conferencista, capacitador y consultor de negocios
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Gumaro Bracho

Es autor, conferencista y coach de negocios. Apasionado del crecimiento y desarrollo personal, trae a formato de columna "Incomodidad ahí te voy", un espació para profundizar en temas económicos y de emprendimiento.

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