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Populismo y política en México (parte 1)

Por Gabriel Morales - 13/06/2023

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

La palabra populismo en México se ha empleado como arma arrojadiza para conjurar a una parte del espectro político

 Populismo y política en México (parte 1)

La palabra populismo en México se ha empleado como arma arrojadiza para conjurar a una parte del espectro político.

Sin embargo, ha perdido efectividad. Ha pasado de ser un formidable enemigo a un inocuo espantapájaros.

Políticos y comentaristas usan la palabra con vaguedad, sin mayor revisión teórica o contextualización histórica. Su uso excesivo ha terminado por desgastarla.

El populismo se adoptó como un término de carga negativa desde el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado y continuó con esa intención hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto.

Se le hizo equivalente a demagogia y se utilizó con tal ligereza que se vació de significado.

El populismo terminó por ya no espantar a nadie, dejó de afectar negativamente a los políticos con su etiqueta.

Aquí un poco de historia del ascenso y caída del abominable populismo.

En 1982, la clase política que encabezó el presidente Miguel de la Madrid Hurtado buscó marcar un cambio de época.

El país vivía tiempos aciagos. Deuda galopante, inflación descontrolada, autoritarismo, un aparato estatal desbordado que fue calificado por Octavio Paz como el “Ogro filantrópico”.

Así, a la par del cambio de políticas económicas se instrumentó una narrativa que atribuyó los males de México al pasado reciente.

Se fijaron dicotomías, antagonismos. Un ellos contra un nosotros. Frente al populismo y la demagogia, se ofrecía responsabilidad y medicinas amargas pero necesarias.

Frente al estatismo, el camino era la desincorporación de empresas públicas y el libre mercado.

Se pregonó que frente a la inflación galopante había que hacer recortes al gasto público y contener los salarios. Crear las condiciones para tener competitividad.

La devaluación del peso frente al dólar se pintaba como algo positivo, pues favorecía las exportaciones.

Frente a los políticos irresponsables que llevaron al país al precipicio se llamó a confiar en funcionarios preparados, técnicos.

De la Madrid propuso que frente a la corrupción de sexenios anteriores había que hacer una renovación moral.

El populismo y sus representantes, Echeverría y López Portillo, cumplieron un rol narrativo en aquel cambio de época: se les convirtió en los villanos, los antagonistas a vencer.

Los nuevos héroes fueron la apertura comercial, el libre mercado, la competitividad.

La nueva narrativa se ofreció como única vía de salvación nacional frente a la catástrofe populista.

Con el nuevo proyecto político-económico se buscó generar esperanza, vencer a los nostálgicos del pasado y a los escépticos del futuro.

El nuevo rumbo significaba la posibilidad de atender las demandas históricamente insatisfechas, acceder al crecimiento económico y el desarrollo social.

El optimismo en ese camino se resumía en la canción “Solidaridad” de 1989:

Nuestro enemigo ‘la pobreza’,
hay que acabarla con destreza.

La solidaridad es nuestra,
con desarrollo, se demuestra.

Gobierno y pueblo hacen la fuerza,
el campesino y la gran empresa.

Unidos por naturaleza,
que viva México y florezca.

Gabriel Morales


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