Miguel Hernández y el odio
Hace muchos años Serrat visitó por primera vez Saltillo. Aquella compañera de la escuela secundaria me presumió que iría al concierto. Por ella y por […]
Hace muchos años Serrat visitó por primera vez Saltillo. Aquella compañera de la escuela secundaria me presumió que iría al concierto. Por ella y por el catalán descubrí al poeta de Orihuela. Desde entonces siempre tengo cerca alguna antología de quien perdió la vida en Alicante.
A Serrat le otorgaron hace unos días el premio Princesa de Asturias; me emocionó la distinción y me hizo recordar las interminables veladas de juventud en donde sus discos reproducían versos de Hernández, León Felipe y Machado. Después llegaron los primeros salarios y la compra neurótica de libros. Tengo en mi modesta biblioteca a los autores referidos y con ellos a Pedro Grafías y Luis Cernuda.
La vida me permitió conocer al gallego – lagunero Xerardo Moscoso Camaño, que salió de España, cuando la dictadura de Franco no le perdonó cantar en gallego. Recorrió Europa, grabó discos y a la muerte del caudillo le negaron el regreso a las tierras de Breogan. Mudó a su otra patria, tenía la nacionalidad mexicana, acá hizo de todo, en especial amigos.
El destino lo llevo a Torreón; tierra de oportunidades, trabajo y cultura. Pisó las mismas aceras que León Felipe, Pedro Garfias, el sabio Antonio Vigatá Simo y los valientes emprendedores Pascual Borque, Francisco y Armando Martín Borque y Eduardo Tricio Gómez.
También por Torreón llegó el muralista valenciano Salvador Tarazona, quien iluminó con su pintura el más bello de los teatros: el Isauro Martínez. Por cierto, gracias a la familia Alegre aprendí a querer a ese fabuloso recinto cultural.
Xerardo murió con el reconocimiento de Galicia y Torreón. Extrañamos su generosa erudición y su militancia perpetua de izquierda. A Hernández lo mató la tuberculosis a los 31 años, después de palizas y aislamientos. Antes quiso venir a las Américas: lo delataron en Portugal y lo enviaron al matadero. Su mujer quedó en la ruina. Se cuenta que fue imposible cerrar los ojos del poeta después de su muerte.
Supongo que son pocos mis lectores, pero a los que no conocen Coahuila los invito a recorrer sus montañas y desiertos. A descubrir el mestizaje que une a tlaxcaltecas y españoles, a negros, chichimecas, chinos, palestinos, libaneses, japoneses y méxicoamericanos.
No entiendo por qué dividir al país, tampoco la razón de enemistarnos con la mitad de nuestro pasado: con la España que no era y con la que es. Me parece un recurso barato y peligroso enfrentar a unos contra otros. Una narrativa sin lógica que nos lleva a extremos sin salida. Narrativa que labora parcelas con odio y sectarismo; que pone en duda nuestra mestiza nacionalidad y que nos debilita ante las amenazas verdaderas.
Los que generan el odio, son promotores del autoritarismo y la supresión de los derechos de las personas. Mala noticia para la memoria del poeta y de mi querido Moscoso.
Rubén Moreira Valdez
Diputado federal por el PRI desde el 2018, es un político de Coahuila, que ha desempeñado distintos cargos en los tres órdenes de gobierno. Fue gobernador de su estado, y actualmente es Secretario General del CEN del PRI nacional y coordinador de su bancada en la Cámara de Diputados. Cuenta con un posgrado en Política y Gestión Educativa en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en México y una maestría en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma del Noreste, así como un posgrado en la Universidad del Valle de Atemajac; el Centro de Estudios Carbonell; el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; la Universidad Iberoamericana y la Universidad de Salamanca