Jacinta, Alberta y Teresa
La primera vez que entré al reclusorio femenil fue un 14 de julio del 2009. Había logrado después de muchas gestiones, entrevistarme con Jacinta Francisco […]
La primera vez que entré al reclusorio femenil fue un 14 de julio del 2009. Había logrado después de muchas gestiones, entrevistarme con Jacinta Francisco Marcial. Una de tres indígenas acusadas de haber secuestrado a 6 agentes de la extinta AFI. Meses después de mi entrevista, Jacinta salió en libertad. El 16 de septiembre de ese mismo año un nutrido grupo de reporteros esperábamos ansiosos afuera de las puertas del CERESO Femenil de Querétaro que la indígena acusada injustamente saliera y declarara en contra de sus inquisidores. Pero la declaración no llegó.
Jacinta Francisco Marcial, vivía con sus 6 hijos y su esposo, en Barrio Cuarto, de Santiago Mexquititlán, Amealco. Vendía nieves, paletas, aguas frescas. De vez en cuando, vendía dulces y chicharrones afuera de la escuela. Fue arrestada el 3 de agosto de 2006, acusada de haber secuestrado a seis agentes de la AFI, proceso por el cual se le condenó a 21 años de prisión y dos mil días de salario mínimo de multa. Un equivalente a más de 90 mil pesos.
Le cuento un poco la historia: el 26 de marzo de aquel año, agentes de la corporación sin identificación y sin uniforme llegaron a la plaza central de la comunidad y despojaron a comerciantes de su mercancía, alegando que se trataba de piratería. Los afectados protestaron y la tensión hizo que el jefe regional de la AFI y el agente del Ministerio Público de la Federación en San Juan del Río acudieran para dialogar con la gente y luego de ello, se comprometieron a pagar el daño ocasionado por sus agentes. Uno de los policías se quedó como “garantía”, pues las autoridades dijeron que tenían que trasladarse a San Juan del Río para conseguir el pago. El incidente parecía haber terminado aquella tarde. Sin embargo, meses después llegó la acusación.
Jacinta, fue detenida junto con otras dos mujeres de la comunidad, Alberta Alcántara y Teresa González, quienes vendían productos en el tianguis de Santiago Mexquititlán y que presuntamente participaron en el secuestro de los 6 agentes de la AFI. Ese 26 de marzo, mientras los comerciantes negociaban la reparación del daño, Jacinta regresaba de la farmacia y su error, fue pasar cerca del lugar. Quedarse mirando: “Tonce me pare ahí, me arrime para ver si es cierto que iba a pagar o qué, pero hasta ahí nada más. Entonce yo no supe como grabaron… ah!! Creo que dicen que fue de un pediorico… no sé de que pediorico era, pero que fue de un pediorico… tonces yo creo que fue en ese momento, en el que me arrime que sacaron la foto. Entonce de aparecerme en el pediorico, nomás por eso me jueron a buscar y me acusaron de secuestro”.
Así hablaba Jacinta desde el CERESO Femenil aquel 14 de julio de 2009.
Jacinta respira, se acomoda y platica como si me conociera de años. Su español no es bueno, por eso me esfuerzo el doble al escucharla. Y así como usted lo lee, así lo dijo Jacinta. Sin comas o puntos extras. Ese 3 de agosto de 2006, Jacinta Francisco marcial, andaba visitando gente para invitarlos a participar en la peregrinación de Atotonilco, en el mes de octubre. Salió temprano. Eran las 8 de la mañana:
“Tonces ese día yo me salí temprano para invitar la gente, casa por casa, quien quiere ir. Yo andaba en eso, sin saber nada entonce yo… me decía un señor, que a las 3 vamos a bajar a la inglesia para adorar al santísimo. Y le digo, ah, si, pero yo voy a ir temprano porque mis familiar iba a salir, no iba a estar, iba a estar fuera de ahí… yo ya me voy porque yo quiero alcanzar mis hijos, mi esposo, porque iba a salir. Y no esperé. Y me vine. Cuando yo llegue a la parada ya no había combis porque ya era tardes y le dije a una muchacha que andaba conmigo y a un señor que estaba en la parada, que por qué no agarramos un taxi y me dijo si, si quiere vamos a agarrarlo al cabo que no creo que nos cobre mucho. Y ya agarramos el taxi y antes de llegar a mi casa vi a un señor y a una señora que ya estaban ahí platicando con todos mis hijos porque ya estaban todos listos, porque ya me estaban esperando para que llegara y ellos se fueran.
“Pues ya estaban todos mis hijos y mi esposo. Era una señora y un señor. Pero yo alcancé a pensar que eran compañeros de mi esposo porque él está en los grupos de alcohólicos anónimos. Y llegan compañeros o compañeras a invitarlo (…) Y cuando yo llegue pos yo ya quería… (Suspira, toma aire y evita que se le quiebre la voz. A Jacinta se le ruedan lágrimas de puro recuerdo) iba bajando del taxi, bajándome del taxi luego luego se voltea la señora y me dijo tu eres la señora Jacinta y le digo si, y en ese momento, ya ni me moví siquiera porque ni me bajaba bien, yo creo que hasta ni le pague al taxi, porque se fue de rápido, porque cuando voltié ya el del taxi se había ido rápido, se espantó. Ya cuando me voltearon, ya cuando me dijo así, tu eres Jacinta y yo le dije que si, y ya me agarro de aquí (me señala la nuca) y me agachó. Y me dice, ¡vámonos! ¿Que hiciste hace poquito tiempo? Y le dije pero yo qué, de qué, como que yo en ese momento, como qué dije, y como que me grito bien feo y yo dije ora porque, pero porque me hace esto… me quede pensando”.
Le dijeron que debían llevarla a la ciudad de Querétaro para que declarara sobre un asunto relacionado con la poda de un árbol. Confiando en su inocencia, ella acompañó voluntariamente a quienes la buscaban. La trasladaron al Juzgado Cuarto del Distrito del estado de Querétaro en un vehículo sin identificación oficial: “Era cualquier persona. Cualquier señor así, nomás me agarró y me agacho y me dijo, vámonos. Y no sabía que eran policías ni agentes, por eso yo dije que eran compañeros… porque no se veía nada, nada. Entonce en ese momento así paso”.
Luego del operativo, Jacinta dice que nadie le decía nada. Nadie explicaba nada. Le prometieron que regresaría a su casa. Que sólo iba a declarar sobre la poda de un árbol. Pero nunca regresó.
Pasó tres años en la cárcel. Alberta y Teresa tuvieron que esperar un año más antes de ser liberadas. El 28 de abril de 2010, Teresa Alcántara Juan, Alberta González Cornelio y Jacinta Francisco Marcial fueron inculpadas por las autoridades mexicanas de secuestrar a seis elementos de seguridad en 2006. Luego de casi cuatro años las dos primeras consiguieron la absolución de su sentencia, cuando en la Suprema Corte de Justicia de la Nación los cinco magistrados votaron por unanimidad su libertad argumentando falta de pruebas, testimonios contradictorios, y falsedad de declaraciones.
Y a 3 años de distancia ninguna de las tres mujeres recibió por parte del estado mexicano ningún tipo de disculpa ni indemnización.
Este 14 de julio del 2013 me acordé de la batalla de estas mujeres y de muchas otras que sin ser culpables han sido sentenciadas a vivir tras las rejas. Este 14 de julio me acordé de que hay historias que no se nos pueden olvidar. La de Jacinta, Alberta y Teresa, es una de ellas.