Es de sabios cambiar de opinión
«Y de repente el toro miró hacia mí, con la inocencia de todos los animales reflejada en los ojos, pero también con la imploración. Era […]
«Y de repente el toro miró hacia mí, con la inocencia de todos los animales reflejada en los ojos, pero también con la imploración. Era la querella contra la injusticia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad. Esta vez él me tuvo piedad a mí y… me sentí la peor basura del mundo». – Álvaro Munera (torero retirado rehabilitado).
Yo crecí con la fiesta brava muy cerca. Aunque mi madre la odiaba, casi toda su familia era adepta a ir cada domingo a la Plaza México. Tiempo después, mi papá también adoptó la costumbre y tenía sus lugares apartados cada semana; mi hermano lo acompañaba religiosamente.
Yo siempre he sido amante de los animales. Verdaderamente me encantan. La costumbre familiar del ámbito taurino me causaba conflicto por el hecho de que lastimaban al toro (y al caballo del picador) y que al final lo mataban. Suena insensible pero me causaba más dolor ver al toro sufrir que al torero. Sentía que el ser humano se lo había buscado solo y que el animal estaba ahí en contra de su voluntad y con un negro e inevitable destino. Aún cuando el toro libra su batalla, tiene perdida la guerra.
Los que defienden este sanguinario espectáculo (digo espectáculo porque no se le puede llamar arte) me convencieron de que los toros estaban criados para eso y que no sufrían… ¡Qué tonta fui! Me gustaba el ambiente y la fiesta en sí, y sólo por eso me cerré a la verdad: el animal sufre desde que lo suben al camión que lo lleva a la plaza. Y eso hoy lo sé de sobra.
Me inspiró a declararme completamente en contra de la fiesta brava la historia de Álvaro Munera, un torero colombiano que enderezó su camino el día que se encontró con un toro que tuvo más piedad con él de la que él había tenido con su raza. Desde entonces se dedica a defender los derechos de los animales, supongo yo que en un afán por perdonarse a sí mismo.
Enhorabuena a Sonora, que recientemente aprobó la Ley de Protección a los Animales, la cual incluye, entre otras cosas, la prohibición de las corridas de toros, siendo el primer estado en México en hacerlo.