Engañarnos con las estadísticas
Políticas pasivas y datos manipulados han agravado el problema de inseguridad, con 200 mil vidas perdidas
Casi dos décadas atrás, se disparó en el país la violencia homicida. Morena sigue culpando al presidente Calderón de tal situación. Durante tres sexenios se han intentado diversas estrategias, y solo en algunos lugares la lucha contra el crimen ha tenido éxito.
¿Debe una sociedad renunciar a combatir a los criminales? Muchas veces he debatido sobre el tema con militantes de Morena, quienes siempre quedan atrapados en la narrativa impulsada por el presidente saliente.
En la pasada administración se abdicó en la función de ofrecer seguridad. Las capacidades del Estado fueron guardadas o frenadas. No son pocas las ocasiones en que vimos a soldados sufrir vejaciones o retirarse de los lugares de crisis, bajo el argumento de evitar un supuesto mal mayor.
Nos vendieron la idea de que la violencia terminaría si se atendían “las causas”. Al leer discursos y notas de prensa del presidente López Obrador, es fácil percibir que no tenía muy claro el tema de las causas y que, mayormente, las ligaba a la pobreza y a las condiciones de desigualdad.
Los programas sociales y algunas decisiones económicas tenían esa justificación narrativa. Este argumento es una clara ofensa a quienes menos tienen y una postura llena de prejuicios.
Combatir al crimen es una obligación ineludible para el Estado, el gobierno y sus funcionarios. Las excusas para no hacerlo pueden llevar al omiso a caer en el ámbito de la ilegalidad o la indolencia.
En materia de seguridad, muchos opinan y pocos saben. Es común confundir acciones con estrategias o asumir que la ausencia de homicidios implica seguridad. Para agravar el estado de las cosas, hay políticos que recomiendan “pactos” con los criminales o, incluso, sucumben a la tentación de ponerse bajo su cobijo.
Además, las empresas criminales tienen “políticas” de propaganda y relaciones públicas. Esto explica cómo, sin motivo aparente, pasquines y libelos atacan a funcionarios eficaces o generan terror en las comunidades. En esta lógica también se encuentran los corridos que buscan inmortalizar malandrines.
En los últimos años del pasado gobierno abundaron las afirmaciones sobre una mejora en los índices de homicidios y otros delitos. Sin embargo, la realidad fue muy distinta: creció el número de asesinatos y de territorios bajo control del crimen.
Me queda claro que la presidenta Sheinbaum se aleja de la ilegalidad de los abrazos y la pasividad de los “no balazos”. Sin embargo, llama la atención que en la página del gobierno, donde se reportan los homicidios, se suprimió la información de las fuentes abiertas. Esto levanta sospechas sobre la manipulación de cifras.
López Obrador solía comparar los días con pocos homicidios de su sexenio con los peores de Calderón o Peña. Sus seguidores repetían la falacia. La realidad es dura, y ahora pocos lo defienden en este tema. La inacción costó 200 mil vidas.
Rubén Moreira Valdez
Diputado federal por el PRI desde el 2018, es un político de Coahuila, que ha desempeñado distintos cargos en los tres órdenes de gobierno. Fue gobernador de su estado, y actualmente es Secretario General del CEN del PRI nacional y coordinador de su bancada en la Cámara de Diputados. Cuenta con un posgrado en Política y Gestión Educativa en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en México y una maestría en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma del Noreste, así como un posgrado en la Universidad del Valle de Atemajac; el Centro de Estudios Carbonell; el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; la Universidad Iberoamericana y la Universidad de Salamanca