El juego del “tapado”

La mexicana tradición del “tapado” no termina por desaparecer. Y ahora, en el tiempo de la alternancia, cambian las formas de partido a partido, pero el fondo sigue siendo el mismo

Los procesos electorales dan al cargo, diferente cocción.
Por eso se tienen anticipadamente marcados, sin calenturas y sin nombres, en los calendarios electorales. Y vienen con tiempos diferenciados.
El cargo mayor es el de Presidente de la República.
Su búsqueda y proceso de maduración lleva meses y, en algunos casos, hasta años.
La mexicana tradición del “tapado” no termina por desaparecer. Y ahora, en el tiempo de la alternancia, cambian las formas de partido a partido, pero el fondo sigue siendo el mismo. Y “tapados” serán todos, sean de partido que sean, en tanto no sean candidatos oficiales.
Se ocultan los nombres como se ocultan las vergüenzas. O las incapacidades. Y siguen siendo una forma que los partidos utilizan para no entrarle en forma directa a la “democracia” de partido. Les gusta el misticismo, el misterio, enemigos los dos de la transparencia y la claridad en lo que se hace.
Al tiempo largo transcurre para un “candidato presidencial” – y que suele ser apenas pasados los primeros tres años de un gobierno –; a este, le siguen los de gobernador, que acelera su pulso en los estados con toda claridad en los últimos doce meses del sexto año.
Estamos pasando en Querétaro el parto de los senadores; los que no terminan por nacer y en los que no terminan por ponerse de acuerdo.
Y con registros similares en tiempo, la cocción viene harto diferenciada.
En el PRI, ya les pusieron nombre a sus cinco candidatos a otras tantas diputaciones federales. La aparición de sus nombres borró de un jalón el encanto del “tapado”. Y las supuestas inconformidades se fueron como por arte de magia. Ahí se olvida la ineficacia, la incompetencia y hasta la irresponsabilidad de una dirigencia. A los nombres, se esfuman los reclamos.
Esto es algo similar cómo cuando nace un nuevo miembro en la familia. Unos quieren que se llame Guillermo, a otros les parece mejor un nombre extranjero y sugieren que le pongan “Williams”, pero las discusiones y opiniones diferenciadas se terminan cuando las partes todas terminan diciéndole “Memo”. El meollo y la intrascendencia del caso es discutir, opinar, para terminar coincidiendo.
Para el senado – que viene con diferente cocción que los diputados federales – los partidos están pasando por esos momentos; los de aparente discusión, los de los examen de aptitudes pero a los que a fin de cuentas, terminan siendo arreglos de los grupos, no tanto de las personales cualidades de cada aspirante.
Si fuese realmente por aptitudes, difícilmente entenderíamos como es que algunos o algunas, llegaron a ser senadores o senadoras representando a Querétaro.
De los cinco aspirantes al senado y de entre los cuales saldrá la fórmula, el término “no procede” no significa necesariamente eliminación, más si la decisión es impugnada, como en el caso de Rodríguez que así se dio la tarde de este martes. Entonces, política y técnicamente siguen vivos los cinco.
Igualmente, los rounds de sombra que se hacen en favor o en contra de alguno, ni se eliminan los unos a los otros, ni los empoderan, cuando la decisión final vendrá de una Comisión que a lo mejor ni los ve ni los oye. Solo dictamina.
Esa es la extraña democracia que tienen los partidos, esta es la justicia partidaria de institutos que nunca han visto con que se come, mucho menos a que sabe.
Y transcurre convirtiéndose en un juego que a todos apasiona, que todos pretenden jugar pero que nadie, bien a bien, termina por entender.
Andrés González
Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.