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Benito Canales

Por Andrés González - 01/04/2013

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Parte del corazón del altiplano mexicano lo constituye una larga franja de tierra, apta para el cultivo – particularmente gramíneas – a la que se […]

 Benito Canales

Parte del corazón del altiplano mexicano lo constituye una larga franja de tierra, apta para el cultivo – particularmente gramíneas – a la que se le conoce como “El Bajío”. 

El Bajío comienza precisamente en el municipio de San Juan del Río y su feracidad es ya notoria a lo largo y a lo ancho del municipio de Pedro Escobedo, para continuar abarcando toda la parte sur del estado de Guanajuato y concluye en los alrededores del municipio de La Piedad Mich. zona reconocida nacionalmente por su alta producción porcina que la convierten en la mayor abastecedora de carne de cerdo y sus derivados, no solo para los dos metrópolis mayores del país –Distrito Federal y Guadalajara– sino para los estados circunvecinos.

Pues bien, en esta rica región agrícola campearon en los años de la Revolución Mexicana, varios grupos guerrilleros –gavillas– que, a su modo, combatieron a los “federales” y contribuyeron a terminar con los excesos que había prohijado la dictadura porfiriana.

Estos grupos hicieron de El Bajío su lugar de operación en donde algunos lograron comandar hasta mil “revolucionarios” –vamos a llamarles así– que arrasaban prácticamente con todo. Las rancherías vivían temerosas de sus atropellos y sus cabecillas eran muy temidos pero también respetados. Y pronto alcanzaron fama, más que como héroes de la revolución, como filibusteros y caudillos locales, temidos por los hacendados, por los federales, pero admirados por los pobres que eran –como aún hoy lo somos –la generalidad de la población.

Este tipo de “revolucionarios” dejaron su huella en toda esta zona. Matilde Alfaro en la región de Salamanca, de Valle de Santiago y municipios colindantes. Y allá, en donde termina El Bajío, el más reconocido fue Benito Canales, cuya fama ha llegado hasta nuestros días, si bien por su valentía, igualmente por un precioso corrido de la época de la revolución que lo describe como un hombre de arrojo, poseedor de cualidades tales como para convertirse en líder, intrépido y temerario.

Benito Canales –nuestro revolucionario– nació en la comunidad de Surumuato, hoy Pastor Ortiz, Michoacán. A este lugar se llega en forma rápida y con facilidad por el municipio de Abasolo, pasando por Irapuato en donde concluye la autopista que viene desde la capital del país. De Irapuato y hasta Abasolo se transita por una carretera libre pero también de cuatro carriles y cuando aún no dejas Abasolo, al lado izquierdo el viajero encontrará los señalamientos que te indican “Pastor Ortiz- Puruándiro”, ambas municipalidades ya de Michoacán. 

De Abasolo a Pastor Ortiz serán escasos treinta kilómetros. Por ahí se atraviesa todavía parte de El Bajío cuya franja de tierra fértil se va haciendo cada vez más angosta hasta desaparecer en las cercanías de Santa Ana Pacueco, poblado que lo hiciera famoso José Alfredo Jiménez por la canción de “El Perro Negro” cuando dice: “Al otro lado del puente, de La Piedad Michoacán…”. Ese otro lado del puente es precisamente Santa Ana Pacueco.

Al llegar a Pastor Ortiz y cruzando también el ahora seco lecho del Río Lerma, el viajero es bien recibido por un letrero que reza: “Bienvenido a Pastor Ortiz. La Tierra de Benito Canales”. Debo confesarles que cuando leí esto último, se me puso la piel chinita, chinita. Y es que esta historia, las rancherías donde anduvo Canales, las escuche desde niño, de boca de mi abuelo y de mi Tía Lola.

En efecto, en toda esta zona y cuando comenzaba a prender la revolución, se distinguió este bandolero que asolaba rancherías y que preocupó sobremanera a los destacamentos de los federales apostados en esta región.

Pastor Ortiz tendrá hoy escasos cuatro o cinco mil habitantes. Pasando el puente y a mano derecha, se localiza el Panteón Municipal, donde el viajero puede encontrar precisamente la tumba de Benito Canales y en una de sus calles la placa que recuerda el sitio donde fue ultimado.

Si te adentras en sus alrededores, irás encontrando todas las rancherías que narra este inspirado corrido, que volvió a la popularidad a través de una extraordinaria y magistral interpretación realizada por don Ignacio López Tarso y cuya versión se la recomiendo ampliamente.

En el corrido se narran si bien las andanzas y lugares que recorría Benito Canales, como el mentado “Ojo de Agua” cercano a Huanímaro, Gto. o bien la población de Villachuato, ya en el estado de Michoacán, igual y muy particularmente, la valentía con la que enfrentó a los federales y cuya narración es la parte medular de este popular corrido cuando fue asesinado.

Toda esta zona que supe de la misma desde mi niñez, no la conocía y aproveché estos días de asueto para hacer este recorrido.

Y es que prácticamente desde el municipio de Corregidora, donde se encuentran las aguas medicinales de San Bartolo, pasando por los municipios de Celaya, de Villagrán, lugar donde se haya uno de los balnearios más visitados de todo el centro del país como lo es “Villa Gasca”, hasta Abasolo con La Caldera y una infinita cantidad de balnearios locales que cuentan con la generosidad del agua caliente como los que tiene Pastor Ortiz, pero igualmente en Puruándiro y que se extienden hasta la municipalidad de Chucándiro con manantiales que son una bendición de la naturaleza, con aguas termales a unos 32 grados de temperatura y que corren libres durante todos los meses del año. Ahí en Chucándiro los baños son gratuitos para todas las personas que los visiten, aún cuando también existen balnearios con precios módicos y que están dotados de los más elementales servicios de hotelería o bien modestos restaurantes donde se come en forma por demás sabrosa.

Si no conoce esta zona, usted puede aprovechar los días que aún restan de estas vacaciones.

Y es que nuestro país tiene lugares tan hermosos como estos que les narro, llenos de leyenda, de tradición y por supuesto de auténtica comida mexicana, de provincia, que es una verdadera delicia. 

Vale la pena conocer primero México.

Andrés González

Periodista de toda la vida, egresado de la escuela Carlos Septién García, catedrático en la Universidad de Guanajuato, analista político en radio y prensa escrita, además de Premio Estatal de Periodismo en el 2000.


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