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A contraluz

Por Juan Carlos Arreguín - 13/06/2022

Las ideas expresadas en las columnas, así como en otros artículos de opinión, no necesariamente corresponden a la línea editorial de Códice Informativo, y solo son responsabilidad del autor.

Fue en el año de 1929 bajo las siglas PNR que se fundó el Partido Revolucionario Institucional, se creó para gobernar, descansó sus primigenios liderazgos […]

 A contraluz

Fue en el año de 1929 bajo las siglas PNR que se fundó el Partido Revolucionario Institucional, se creó para gobernar, descansó sus primigenios liderazgos en militares que impusieron la costumbre de acatar con verticalidad las instrucciones giradas desde la Presidencia de la República, en su ADN no está el ser oposición, de 1930 al 2000 ganó todas las elecciones federales y encumbrado creó, a través de sus gobiernos, instituciones que se mantienen vigentes. No se puede entender la historia de México sin el PRI.

El partido cuyo lema es “Justicia y Democracia Social” en su génesis postuló ser un partido de izquierda; el campo y el bienestar social fueron legados revolucionarios que el PRI adoptó en su Declaración de Principios y que permeó entre la sociedad que lo respaldó inercialmente. Con independencia de los excesos y abusos de muchos de los gobernantes emanados de sus filas, el Revolucionario abandonó sus causas originarias. Desde la década de los 80’s se convirtió en un instituto político más cercano a la derecha, lo mismo privatizó empresas, se acercaba al clero, que fomentaba el capitalismo libre. Si el pragmatismo llevó al PRI a traicionar sus principios dogmáticos, no entiendo por qué hoy haya quienes se sorprendan de su decadencia.

El partido hegemónico que se regocijaba en barrer las elecciones, de ser creadores del carro completo, el que sin importar candidatos o propuestas triunfaba en los comicios, está herido de muerte.

El PRI hoy gobierna solo tres estados, y al menos uno, el Estado de México, seguramente lo perderá el año siguiente, porque en Coahuila aún se mantiene en la preferencia del electorado; cuenta solamente con 70 diputados federales de 500 posibles y la mayoría de ellos accedieron bajo la vía de la proporcionalidad. No queda nada del otrora partidazo.

Es presidido por un campechano que privilegia a su grupúsculo olvidando que lo que le dio fuerza y vigor al partido fue el amalgamiento de diversas expresiones, antes lo mismo cabían los campesinos que los obreros, los comerciantes que los profesionistas, y hoy, solo una camarilla que acepta con sumisión los designios de la cúpula son los que parecen ser dignos militantes. En el PRI el debate se agotó, aquellos ayeres donde el contraste de ideas permitía una propuesta más viva para la ciudadanía se agotó y dio paso a la sumisión; la miopía de quienes acompañan a los que conducen los destinos de ese instituto político inclusive los lleva a creer que Alejandro Moreno es honesto y que no había pactado ya con Morena su libertad a cambio de votos en las reformas presidenciales.

La extinción del PRI la decreta la ciudadanía no sólo en los comicios (por cierto cada vez más copiosamente al grado de poner en riesgo los registros locales como partido), lo hace todos los días en el uno a uno. A pesar de lo fallido del gobierno de Morena, son los más los que manifiestan que prefieren eso a regresar al PRI, otros se regocijan diciendo que son priístas los que gobiernan y con ello justifican lo malo de esta administración, mientras otros manifiestan que huyendo de lo malo del PRI terminamos con López Obrador, pero nadie o casi nadie habla de retornar a los tricolores. Las nuevas generaciones aún sin conocer la historia de el multicitado instituto (que tuvo muchas buenas) sólo escuchan lo negativo y con eso se han quedado.

Si está decretado el final lo que uno no entiende es por qué no extinguirlo con dignidad. Con sincero pesar vemos cómo se empeñan en no solo terminar de destruirlo, sino inclusive, buscan cómo aprovecharse de quizá la última ola de plurinominales que el próximo proceso electoral traiga consigo. Su único interés es ser los primeros en las listas de representación, y los que hoy juegan a ser grandes amigos, en menos de un año estarán despedazándose por lograr su ególatra interés.

Si hubiera un interés genuino por reconstruir, pasarían del fácil discurso al complejo proceso de reagrupamiento. Se atrincheran en la cómoda postura de acusar traición para no convocar a liderazgos y expresiones diferentes a las de ellos, cuando los que hoy encabezan cuentan con un largo historial de jugar para proyectos antagónicos al partido. Es solo un pretexto, conocen bien que en democracia interna los triunfos se construyen con equilibrios que se traducen en espacios electorales, y estos al ser cada vez menos, ya están repartidos. Prefieren evidenciarse con Consejos Municipales de 30 militantes en franco ayuno democrático, cuando en realidad se trata de simulaciones, porque desde ahora ya se sabe quiénes serán los cómodos dirigentes municipales e inclusive las candidatas y candidatos en los próximos procesos, salvo, claro, que antes no logre la dirigencia vender su alicaída franquicia al mejor postor y entonces, más de alguno que ya se soñaba en la boleta electoral vea traicionada su aspiración y entienda que el “te doy mi palabra” está en desuso.

Al PRI se lo acabaron en menos de dos años. Ojalá los Gallegos, los Bailleres, los León y muchos otros que aún viven y ayudaron a construir el partido hegemónico en Querétaro le dieran un buen jalón de orejas a estos turbopriistas que, de valientes, tienen tan poco.

Juan Carlos Arreguín

Licenciado en Derecho y Maestro en Amparo. Consultor Político con Diplomados en Derecho Electoral y Estrategia Electoral. Fue Secretario de Gobierno Municipal, Director de Desarrollo Político Estatal, Director de Análsis Politico Estatal, Coordinador Operativo del Programa Social Estatal.


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