Auctoritas y Potestas
“…Esto da pie a una discusión: si es mejor ser amado que temido, o a la inversa. La respuesta es que ambas cosas son deseables, […]
“…Esto da pie a una discusión: si es mejor ser amado que temido, o a la inversa. La respuesta es que ambas cosas son deseables, pero puesto que son difíciles de conciliar, en el caso de que haya que prescindir de una de los dos, es más seguro ser temido que ser amado”.
Extracto de “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo
Uno de los aprendizajes más gratos de mi paso por la Universidad, fue la distinción que en la materia de Teoría Política se hacía de la “auctoritas” y la “potestas” romana. Mientras el primero consistía en “el saber socialmente reconocido”, el segundo era “el poder socialmente reconocido”.
Para explicar la diferencia entre uno y otro, el profesor narraba las funciones de los adivinos romanos, quienes previo a cualquier acto de trascendencia política o social, realizaban “augurios” o “auspicios” para constatar que el día fuera o no propicio para la realización de la actividad.
Los augurios eran realizados por un “augur” quien realizaba el vaticinio a partir de la lectura del vuelo de aves, principalmente, águilas, buitres y halcones y su prestigio residía en el conocimiento, la experiencia y la pertenencia a un colegio.
Por su parte, los auspicios eran formulados por un “arúspice” quien realizaba la premonición a partir de la lectura de las entrañas de las aves y su reconocimiento derivaba del nombramiento que le otorgaba a su favor el “Princeps” o Emperador.
Mientras el primero gozaba de “auctoritas”, el segundo tenía “potestas”.
La persona con “auctoritas” dirige, orienta y asesora dado que goza de calidad moral y de reconocimiento, su relación con los subordinados es de persuasión. Mientras el mandato de quien cuenta con “potestas” deriva en primer término de su nombramiento o posición jerárquica y sus decisiones son impositivas.
En nuestros días gran parte de la clase dirigente mundial goza de lo que denominaban los romanos “potestas”, ejercen el cargo a partir del nombramiento como Primer Ministro, Presidente, Senador, etc., el cual obtuvieron a partir de un proceso establecido previamente. Sin embargo, la capacidad técnica o cualidades morales “auctoritas” no son una condicionante para el ejercicio de dichos puestos.
Lo deseable es que una persona electa para un cargo de elección popular o de designación, tenga los conocimientos y el reconocimiento social “auctoritas” que le permita cumplir a cabalidad con el servicio público, de lo contrario seguirá existiendo una brecha entre la ciudadanía y sus gobernantes.
El binomio “auctoritas” y “potestas” puede aplicarse a diversos sectores de nuestra sociedad y no exclusivamente al público. Los maestros deberían llegar a serlo por su experiencia, su conocimiento y el reconocimiento de su comunidad y no mediante la designación, la venta de plazas, o la herencia. Lo mismo, cabe decir en las iglesias, direcciones generales o gerencias en la iniciativa privada, e incluso en el balompié mexicano donde no necesariamente “debutan con el TRI” quienes tienen mayor capacidad, sino quienes más conviene a los denominados “dueños del balón”.
Para concluir, es pertinente que quienes de algún modo u otro ejercemos mando sobre otros, bien por labor profesional o por posición familiar, lo hagamos a partir del convencimiento, del ejemplo, del diálogo y no exclusivamente motivado por la posición de privilegio de que gozamos. De este modo, la cita inicial de Nicolás Maquiavelo bien podría concluir de la siguiente manera: “es preferible ser seguido que ser temido”.
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