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Yo soy el ciclista que te robó espacio en Universidad

Por Raúl Mendoza Bustamante - 07/05/2018

Viajar en bicicleta es, sin duda, una actividad de alto riesgo, así lo atestiguan las bicis blancas que cuelgan en diversas partes del municipio, como símbolo de ciclistas caídos

 Yo soy el ciclista que te robó espacio en Universidad

Es lunes y el sol de primavera ya brilla con fuerza, a pesar de que apenas son las 9 de la mañana, lo único que aligera el calor es la brisa que se produce al romper el viento mientras viajo en bici rumbo al trabajo.

La primera y última parte del trayecto es complicada, pues hay que lidiar con calles estrechas y conductores que no están dispuestos a ceder un centímetro de calle en una especie de competencia no declarada en contra del ciclista.

No son todos, pero sí un número importante, y el horario no ayuda mucho: es probable que varios conductores vayan con retraso rumbo a sus actividades cotidianas, como la escuela o el trabajo.

En estas partes de mi recorrido no hay ciclovías, por lo que se requiere de pericia y mantenerse en alerta constante para sortear el peligro de una caída, ya sea porque un auto se cierra de manera improvisada para estacionarse sin intermitentes de por medio, o porque un peatón cruza sin mirar a ambos lados de la calle.

No es que sea algo imposible, pero sí hay una diferencia radical cuando circulo por Universidad. En esta avenida, una de las principales de la ciudad, se construyó una ciclovía dividida por una guarnición que en sus primeros días cobró los ejes delanteros de varios coches.

La medida no fue bien recibida por los automovilistas, pero su utilidad está fuera de discusión, al menos para los que viajamos en bici: transitar por esta zona es hasta cierto punto relajante, pues tu espacio está asegurado y, hasta cierto punto, protegido.

Después de dos meses de usarla, debo reconocer que no hay tantos ciclistas como se esperaría, sin embargo, cada día se suman más. La razón es, probablemente, multifactorial, pero en especial considero que es cultural, pues la mayor parte de los queretanos no estamos dispuestos a ceder el coche, porque el automóvil es un símbolo de realización personal y, en algunos casos, de éxito económico.

Pero también de infraestructura: hasta esta administración fue que se comenzó con la implementación de ciclovías que ayudan a proteger el recorrido del ciclista, pues viajar en bicicleta es, sin duda, una actividad de alto riesgo, así lo atestiguan las bicis blancas que cuelgan en diversas partes del municipio, como símbolo de ciclistas caídos.

Aunque Querétaro crece económicamente a ritmos de primer mundo, nuestra cultura vial y de movilidad no lo hace con la misma dinámica: usamos el automóvil hasta para ir a las tortillas, y quien no lo haya hecho, que tire la primera piedra.

Hay puntos por mejorar, y en esto coinciden ciclistas que he entrevistado en estos días: la ciclovía de Universidad está sucia, y en pocos días se ha deteriorado de manera importante la pintura; se entiende que es complicado destinar personas para su limpieza diaria, pues la mayor parte de la basura es hojarasca o lodo, pero también pone en entredicho la planeación para dar mantenimiento a la zona.

También hace falta cultura vial, y aunque es un aspecto que no atañe directamente a las autoridades, estas sí comparten parte de la responsabilidad, pues esta cultura se debe fomentar a través de campañas y de la participación ciudadana.

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No es la primera vez que utilizó la bicicleta como un medio de transporte por un periodo prolongado de tiempo. Durante la universidad fue la forma de llegar a tiempo a clases e ir a una que otra fiesta con mis compañeros.

También fue la mejor opción hace 7 años, cuando me robaron mi auto en Av. Universidad. La usé todos los días por unos 8 meses, obligado por las circunstancias, hasta que pude comprar un nuevo vehículo. Aún así, la seguí usando eventualmente hasta que un año después me fui al D.F. y se la vendí a un conocido.

Hace poco compré una nueva bicicleta y dos aspectos fueron clave para que me decidiera a abandonar el coche como medio de transporte principal: un mejor estilo de vida y la implementación de ciclovías en gran parte de la ciudad.

La experiencia en este tiempo ha sido positiva, en gran medida por la creación de infraestructura para el ciclista, que, aunque incipiente, poco a poco va tomando forma: varias calles importantes de la ciudad ahora tienen un espacio confinado para quien se transporta en bici.

Lo único que falta, a mí parecer, es cultura vial; no solo de los automovilistas, sino también de los peatones y, claro también, de nosotros los ciclistas.

Aún sigo utilizando el automóvil, sobre todo los fines de semana que viajo con la familia. A pesar de usar la bici, no me considero un “bicinazi”. No estoy en contra del uso del coche, sino a favor de un uso más diverso de las formas de transportarnos, pues creo que todos los medios pueden convivir de manera armónica.

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En dos meses he enfrentado a todo tipo de automovilistas, desde aquellos que se acercan a ti lo más que pueden mientras pisan a fondo el acelerador, con un objetivo hasta el momento por mí desconocido, hasta aquellos que amablemente te ceden el paso o avanzan de manera lenta brindándote espacio en zonas donde apenas cabe un vehículo.

Pienso en esto mientras me acerco a la oficina donde trabajo, agitado por pedalear de manera constante desde el Tec de Monterrey hasta la calle de Reforma, a un costado de la Plaza Fundadores, en el Centro Histórico de la ciudad.

He medido el tiempo, y hago en promedio 4 minutos menos que si viniera en automóvil. Aunque no es una diferencia radical, el ahorro de gasolina y los kilos de menos han sido otros de los incentivos que me han motivado a continuar usando la bici.

Sé que Querétaro no se convertirá en Amsterdam de la noche a la mañana con la creación de algunas ciclovías, pero sé que, al menos, es el comienzo para un cambio de paradigma en nuestra entidad.


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