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Horacio Llamas y su pedazo de historia en la NBA

Por Staff Códice Informativo - 16/01/2017

El ser el primer jugador nacido en México que apareció en la NBA, le otorgó algunos beneficios a Horacio Llamas, quien a pesar de sus […]

 Horacio Llamas y su pedazo de historia en la NBA

El ser el primer jugador nacido en México que apareció en la NBA, le otorgó algunos beneficios a Horacio Llamas, quien a pesar de sus 28 juegos en el mejor basquetbol del mundo, experimentó momentos y atesoró recuerdos con los que la mayoría de los jugadores del deporte ráfaga solo sueña.

Llamas compartió minutos con un Kobe Bryant adolescente, jugó como titular por primera vez contra su ídolo, Hakeem Olajuwon, sintió la fuerza y el enojo de Charles Barkley, cargó contra un Shaquille O’Neal de 25 años y anotó una canasta ganadora después de un pase relámpago de Michael Jordan.

Lógico, fue más espectador que actor, pero Llamas aprovechó hasta la última gota de su taza de café con la NBA.

Casi 20 años después de hacer historia al ingresar al campo de juego como miembro de los Phoenix Suns, este jugador de 43 años de El Rosario, Sinaloa, se mostró  como pavorreal en la Arena Ciudad de México, durante los dos juegos oficiales de la NBA.

“Aquí todas las personas enloquecen intentando asistir a los juegos. Y lo demostramos, los mexicanos somos geniales y buenos anfitriones”, dijo Llamas.

En entrevista, Llamas, quien jugó sólo 28 partidos de temporada en la NBA, señaló que nunca dejó que su sueño se esfumara luego de no ser convocado al egresar de Grand Canyon College (ahora llamada Grand Canyon University) en 1996. En cambio, participó en la Liga de Verano de la NBA con los Detroit Pistons y Los Angeles Lakers que estaban preparando lentamente a Bryant, su preciado novato de 17 años de edad.

“Me valí con mis propios méritos de lograr un lugar en la nómina de los Sioux Falls Skyforce, de la Continental Basketball Association. Luego, a fines de febrero de 1997, los Suns, con su ataque diezmado por lesiones, me contrató por 10 días”.

El 2 de marzo de 1997, último día de su contrato de 10 días, y con sus padres sentados en la tribuna del Reunion Arena en Dallas, los Suns estaban perdiendo por una cifra de dos dígitos en el segundo cuarto contra los Mavericks. El entrenador de Phoenix, Danny Ainge, miró a lo largo del banco e hizo contacto visual con Llamas, y luego señaló a la mesa de control.

“El tiempo se detuvo en ese momento histórico para mi y mi familia. Entre al campo de juego con un grupo de compañeros de equipo entre los que estaban Jason Kidd, que estaba jugando su primer juego en Dallas después de su resonante cambio de diciembre, al pasar de los Mavericks a los Suns, y Kevin Johnson, quien más adelante cumplió dos mandatos como alcalde de Sacramento”, aseveró.

“Todo, el público, los jugadores, parecía estar en cámara lenta hasta que salté para un rebote y choqué contra otro cuerpo”, dijo Llamas, “y entonces todo comenzó a retornar a la normalidad, a velocidad normal”.

ANTE BARKLEY, OLAJUWON Y DREXLER. Phoenix había comenzado la temporada 1996-97 perdiendo sus primeros 13 juegos y ostentaba un récord opaco de 21-36 cuando Llamas hizo su debut. Créase o no, los Suns siguieron ganando cuando Llamas integró el equipo. Estaban en medio de una racha ganadora de seis juegos y habían ganado nueve de los últimos 10 cuando Llamas fue avisado a último momento de que sería titular inicial contra los Houston Rockets, el 2 de abril.

Esto no era contra cualquier oponente, sino con un fuerte equipo que contaba con tres futuros integrantes del Salón de la Fama entre sus titulares: Barkley, Olajuwon y Clyde Drexler. Eso no amedrentó a Llamas, que estaba especialmente motivado por tener que marcar a Olajuwon, uno de sus ídolos durante la universidad y alguien que había tomado a Llamas bajo su tutela al invitarlo a un campamento de entrenamiento de dos semanas el verano anterior.

El poste, de 6 pies 11 pulgadas (2,11 m) de altura, todavía recuerda que Olajuwon anotó unos doce puntos a pesar de su marca en el primer cuarto y que Barkley actuó muy físicamente en una disputa de pelota mandó al suelo a Llamas, además de decirle algunos insultos.

Eso me hizo enojar mucho”, dijo Llamas. “Así que, después de eso, comencé a jugar muy duro, y con mucha fuerza… chocando y golpeándolo [a Barkley] en la espalda y cosas como esa, y ganamos”.

Charles Barkley hizo que diera lo mejor de mi al tirarme al piso“, dijo.

LA EXPERIENCIA CON SHAQ. Nueve días después de la victoria en Houston, con una racha ganadora de 11 juegos y un lugar en las finales al alcance de la mano, los Suns viajaron a Los Ángeles para enfrentar a los Lakers, un equipo que contaba con O’Neal en su primera temporada con L.A., y con Bryant, que sería titular inicial por sexta vez en su año de novato.

O’Neal había estado ausente de los 28 juegos previos debido a una lesión en la rodilla y cuando Ainge hizo entrar a Llamas, el entrenador de los Lakers, Del Harris, sacó a O’Neal.

Sean Rooks reemplazó a O’Neal y los Lakers le pasaron la pelota en cuatro posesiones consecutivas, y cada vez no pudo anotar. Eso hizo que Harris enviara a O’Neal de nuevo al campo de juego y Llamas inmediatamente recordó lo que Olajuwon le había enseñado durante sus sesiones de entrenamiento — ser físico contra los centros más grandes, desde el momento en que llegan a la línea de 3 puntos hasta que se ubican como poste.

“No había que dejar que se ubicara en la posición de poste bajo, porque iba a ser muy difícil de defender, así que eso fue lo que hice“, afirmó Llamas.

Llamas no tuvo mucha suerte para impedir que O’Neal anotara, pero luchó físicamente con la poderosa superestrella, incluso abriendo un corte sobre el ojo de O’Neal que lo obligó a retirarse a los vestuarios por un rato, mientras muchos pensaban que había vuelto a sufrir una lesión de la rodilla.

El siguiente partido como visitantes fue contra Golden State y cuando Llamas ingresó en el juego contra los Warriors, recordó rápidamente su batalla contra O’Neal.

“No podía mover mi espalda”, dijo Llamas. “Estaba tan duro. No me podía mover después de marcar a Shaquille. Nunca olvidaré eso”.

LE DIO EL TRIUNFO A MICHAEL JORDAN. Después de jugar en varias ligas internacionales en los cuatro años siguientes, Llamas intentó retornar a la NBA en 2002, con los Washington Wizards. Uno de sus compañeros de equipo en esa pretemporada era Jordan, con 39 años de edad, que estaba comenzando la última de sus 15 temporadas en la NBA. Llamas aprovechó cada una de las oportunidades que tuvo para aprender de este séxtuple campeón de la NBA y elegido cinco veces MVP de la liga.

“Él acostumbraba llegar temprano a las prácticas porque tenía una cirugía de rodilla”, comentó Llamas. “Yo también llegaba temprano, así que cada vez aprovechaba a hablar un poco con él”.

Durante uno de sus 16 días con los Wizards, Llamas quedó en el mismo equipo interno que Jordan, que raramente practicaba en esa pretemporada y, mucho menos, participaba en juegos. Pero algo impulsó a la veterana leyenda a intervenir en este juego en particular.

Posiblemente fuera la posibilidad de enfrentar a Jerry Stackhouse, quien en algún momento fuera considerado el “próximo Jordan” después de seguir sus pasos en Carolina del Norte. O tal vez fuera la presencia de Christian Laettner, un graduado de la archirrival Duke, o incluso Bryon Russell, ya conocido por haber sido “ridiculizado” por Jordan cuando Russell era un joven jugador de los Utah Jazz y Jordan estaba en su apogeo con los Chicago Bulls.

Según Llamas, las palabrotas intercambiadas fueron épicas, y la intensidad llegó a su punto máximo cuando faltaban ocho segundos y el equipo de Jordan perdía por dos puntos. Después de un minuto de descanso, Jordan se dirigió a la canasta, atrajo a Laettner y lanzó la pelota a Llamas, que estaba justo después de la línea de 3 puntos.

Llamas anotó los tres puntos ganadores cuando sonó la chicharra, Jordan levantó sus brazos triunfalmente y se burló en voz alta, y Stackhouse se fue enojado del gimnasio, golpeando las puertas dobles al salir.

El basquetbolista mexicano fue dejado libre unos pocos días más tarde, pero por un momento se sintió como si hubiera ganado el Juego 7 de las finales de la NBA.

 

 


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