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“Profe lo van a tronar…”

Por Staff Códice Informativo - 02/03/2016

Sereno, con la mirada perdida en el fondo, hace una pausa para contestar después de la pregunta, es Enrique Meza, quien en aquella eliminatoria rumbo […]

 “Profe lo van a tronar…”

Sereno, con la mirada perdida en el fondo, hace una pausa para contestar después de la pregunta, es Enrique Meza, quien en aquella eliminatoria rumbo a la Copa Mundial del 2002, dirigió por una única ocasión a Cuauhtémoc Blanco. “Sólo lo dirigí un partido, fue el día que lo lesionaron…”

El domingo 8 de octubre de 2000, la victoria más amplia de México sobre Trinidad y Tobago en la historia, fue un día amargo cuando debió hacer sido uno de los momentos más felices de Enrique Meza, quien ese dirigía su primer partido oficial al mando del Tri, tras haber estado en el banquillo en sólo dos encuentros amistosos.

Meza estaba a cargo del Tri que había comenzado la eliminatoria mundialista de cara a Japón-Corea 2002, y estaba sembrado en el Grupo B de la segunda ronda con Trinidad y Tobago, Canadá y Panamá. No había dudas de la superioridad de México respecto a sus rivales cuando se anunció la conformación del sector, pero tras una pobre salida a Panamá donde México se impuso apenas 1-0, el segundo encuentro fue una inesperada derrota ante Trinidad y Tobago en Puerto España, ambos encuentros con Manuel Lapuente como técnico.

Meza recibió el timón de manos de Manolo de quien había sido su auxiliar en Cruz Azul, sabía que no habría una nueva oportunidad, a pesar de que su primera reacción fue decirle a Lapuente que no se fuera, y él mismo, esperar a que pasara el Mundial del 2002.

“Yo nunca fui Seleccionado Nacional, fui a una juvenil y nunca tuve la oportunidad de ir a la Mayor, y cuando se viene lo de la Selección me emocioné, le hablo a Manolo, yo había sido su auxiliar y le digo `Manolo, no la dejes´, él ya tenía la experiencia, los jugadores lo querían pero él quiso irse después de los resultados de los dos primeros partidos y yo era un candidato, y cuando él la deja, me hablan y yo tenía mis dudas, pero tenía mucha ganas. Llegando a mi casa le platiqué a mi señora y le dije que me habían hablado y que quería dirigir la Selección pero que quizá sería mejor después del Mundial. Y ella me dice `¿Y si después ya no hay?´… Y entonces acepté y no me arrepiento. Sí, me fue como en feria, pero también fui muy feliz, y esa felicidad no la cambio por nada”.

Y luego le pregunto, “Profesor, hay jugadores que gravitan, hay jugadores que hacen diferencia, Cuauhtémoc Blanco es uno de ellos, que tan diferente hubiera sido la Selección de Meza, ¿qué hubiera sido diferente si él hubiera podido jugar?, ¿si no hubiera pasado aquel accidente, aquella lesión?…

Meza se pone serio, más que lo de costumbre… Toma aire y me dice: “Mira, yo a Cuauhtémoc le tengo mucho cariño, pero a Cuauhtémoc, -se detiene un segundo y continúa- sólo lo dirigí un partido… Fue el día que lo lesionaron… Y déjame te digo algo, yo creo que la Selección no dependía de Cuauhtémoc, pero Cuauhtémoc Blanco, en México, es Cuauhtémoc Blanco…

Aparte del aprecio que yo le tengo, creo que es uno de los mejores jugadores que ha dado México. Y bueno, sólo lo tuve un día, que fue el día de la lesión…”

Luego hace un silencio el hombre que ha ganado cuatro títulos del futbol mexicano y el único en ganar una competencia de clubes en Sudamérica, con el Pachuca, la Copa Sudamericana… Se queda meditando y al ver que voy a hacerle una pregunta más me dice… “Perdóname que te interrumpa, Edgar, pero fue un día… Un día… Cuauhtémoc andaba haciendo tonterías en el campo…”

Blanco ya había hecho dos de los seis goles con los que ganaba México a los minutos 20 y 27, mientras que Jared Borgetti había conseguido tres tantos a los 26, 30 y 71 y el otro fue de Davino al 66…

Hasta que al minuto 76 vino la desgraciada jugada, cuando el dominio de México era pleno, quizá eso provocó que Cuauhtémoc se desconcentrara y de una forma u otra, empezara a burlarse de los rivales. Estaba en el mejor momento de su carrera.

Y retoma Meza…”A pesar de la goleada, yo estaba enojado, estaba muy enojado… Y Jorge Campos viene y me dice `Profe, no se enoje, este hijo de tal por cual es diferente´ y yo lo sabía, Cuauhtémoc siempre fue diferente, gran jugador… Luego me dice Campos: `Profe, si puede sáquelo, porque se está burlando de los negros y lo están cazando..´ Y yo lo iba a sacar, pero me tardé, no lo hice… Y en eso vino el jugador de Trinidad y le reventó la rodilla´… Lo expulsaron, marcaron el penalti que cobró Víctor Ruíz y ganamos 7-0… Pero perdimos a Cuauhtémoc”…

AQUEL OSCURO DÍA

Era el minuto 76 de tiempo corrido en el duelo entre México y Trinidad y Tobago en el Estadio Azteca. Fue el domingo 8 de octubre del año 2000. Cuauhtémoc recibió un servició por la banda derecha en el interior del área, cuando giró para apuntar hacia el centro del área, Ancil Elcock el número 13 de los visitantes, con el mote bien ganado de “el carnicero” trinitario, lo embistió clavándole los tacos apenas debajo de la rodilla derecha. Carlos Bátres, el árbitro guatemalteco le sacó una roja directa al trinitario que ya había recibido antes una amarrilla, en el minuto 15 del mismo partido.

Fue un golpe brutal, una agresión artera y cobarde que cortó de tajo los sueños de figurar en España para el ex delantero del América que apenas comenzaba su aventura en el Valladolid, la ausencia de Blanco condicionó de alguna manera toda la etapa de Enrique Meza al mando de la Selección, pues sin el talento de Cuauhtémoc, ese equipo naufragó penosamente.

La brutalidad de la falta hizo pensar al instante que traería consecuencias, y el diagnóstico médico posterior confirmó lo peor: la rodilla estaba seriamente averiada, pues había sufrido la rotura del ligamento lateral interno, el cuerno posterior del menisco y, lo peor, también el ligamento cruzado anterior, lo que le marginó de la actividad durante más de seis meses.

LA HIPOCRESÍA. Unos días después, el defensa caribeño, que originalmente había sido suspendido por la FIFA hasta que el mexicano se reintegrara a la actividad, tal vez esperando una reducción en su castigo, se atrevió a decir públicamente que estaba arrepentido y que su intención jamás había sido la de lesionar a Cuauhtémoc: “Espero en Dios que él pueda regresar pronto, honestamente estoy muy apenado y voy a rezar para que regrese antes de los ocho meses”. El entonces jugador del Columbus Crew, de la MLS, Elcock, siempre aseguró que nunca obró de mala fe, pues se dijo amigo de otros jugadores mexicanos como Jorge Campos y Luis Hernández, pero la violencia de su patada impidió siempre creer demasiado en sus palabras.

EL REGRESO. Casi 11 meses después, el 2 de septiembre de 2001, Blanco reaparecería con la Selección Nacional. Enrique Meza ya no era más el entrenador de aquel equipo, y Javier Aguirre había aceptado el reto de intentar rescatar la eliminatoria rumbo a Corea-Japón 2002 que estaba muy cuesta arriba. Esa tarde quedó claro que el talentoso volante no estaba aún en ritmo pero su ingreso en el segundo tiempo, en el Estadio Nacional de Kingston, fue crucial para que México, que perdía 1-0 con Jamaica, acabara ganando 2-1 con dos tantos del ídolo, que anidó la pelota en el arco enemigo a los 68 y 76 minutos, y empezó a enderezar el rumbo que permitió al Tri estar presente en aquella Copa del Mundo.

IRONIAS DEL DESTINO
Una curiosidad el 11 de junio del 2009, justo ante Trinidad y Tobago, Cuauhtémoc llegó a los 100 partidos internacionales con el Tri, siendo el sexto elemento en alcanzar esa cifra. Antes lo hicieron Claudio Suárez, Pavel Pardo, Ramón Ramírez, Jorge Campos y Alberto García Aspe.

GENIO Y FIGURA.
Nadie discutió su presencia en Sudáfricacon 37 años a cuestas.
Ya no era el mismo de antes; estaba lejos de su mejor nivel y los años no pasan en vano, pero el talento que lo distinguió no le abandonaba aún del todo y apareció con chispazos de monumental genialidad con los cuales le alcanzaba para cambiarle el rumbo a un partido y el rostro a un equipo.

Como los toreros se fue para volver. Tuvo su Vuelta Olímpica en Chiapas, en septiembre de 2008, tras jugar unos tristes segundos frente a Canadá, en un vulgar adiós que no le correspondía, que le quedaba pequeño, pequeñito. Nadie pensó entonces que luego, Blanco sería nuevamente requerido y no sólo eso, también, nuevamente decisivo.

Cuauhtémoc no sólo jugaría buena parte de la eliminatoria para el 2010, sino que volvería a convertirse en el héroe que recolecta aplausos, halagos y un sitio indiscutible en el corazón de la patria futbolera mexicana, esa que le ha convertido en santo, aunque fuera del campo no lo sea. Cuauhtémoc amenaza con no irse jamás, al menos de la memoria colectiva del país, en la que se resguardan sus goles bajo llave y para siempre.


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