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La Aristocracia Ganadera: razones y perspectivas de la escritura

Por Raúl Mendoza Bustamante - 04/03/2025

Con motivo de la publicación de su más reciente libro, Jaime He comparte la inspiración con la que construye sus historias, sus hábitos y el rumbo a donde se dirige como escritor

 La Aristocracia Ganadera: razones y perspectivas de la escritura

Jaime He es un destacado escritor queretano, oriundo de Celaya, que se ha especializado en la creación de narrativa, sobre todo relatos breves, crónicas y algunos ensayos. Cuenta con estudios de grado en Diseño Industrial, así como un máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. Actualmente, ha publicado dos libros en los que compila una variedad de cuentos de su autoría: “Melancolía de los Pupitres” y “La Aristocracia Ganadera”, además de algunos relatos que han sido publicados en diferentes antologías de Querétaro, México y España. Ha sido ganador, en dos ocasiones, del concurso literario “Ignacio Padilla”, y finalista en el premio “Amparo Dávila”.

¿Por qué elegiste escribir cuentos? ¿Por algo en específico o simplemente cuestiones del destino?

No, no es nada al azar. Yo siempre, desde que comencé a leer, encontré en el cuento, en el género, un vehículo muy potente para contar historias, sobre todo por la densidad que tiene como característica. Es un género que permite concentrar muchos significados, que se centra mucho más en la anécdota, en la trama, donde se tiene mucho más potencia en cuanto a intensidad, a diferencia de la novela que es mucho más digresiva, es más amplia; a veces comento que la novela yo la veo como un discurso magnífico y el cuento es un susurro, un chisme, es algo mucho más breve, más contenido. Y a veces, si lo haces bien -porque es difícil-, es también mucho más poderoso. A mi parecer, no es nada azaroso, o porque sea más breve, que sea más fácil de escribir, no lo veo así. Realmente es un género que yo disfruto pensar, trabajar y que yo consumo muchísimo, siempre tengo o intento tener una novela, algún libro de poesía o de ensayo y siempre un compendio de cuentos de algún autor, de cabecera siempre estoy leyendo cuento todo el tiempo.

¿Te acuerdas cuál fue el primer cuento que escribiste?

Sí, mira, nunca me lo habían preguntado. El primer cuento que escribí se llama, o se llamaba -que salió en una antología hace muchos años-… Yo tomé un taller en la universidad, un taller de narrativa de Velasco, el padrino Velasco, y en ese entonces iban a sacar una pequeña plaquette de ese taller; escribí un cuento que se llamaba “Campeón, como Mamey Calado”, y es la historia de un boxeador, digamos, de calle, no profesional, amateur totalmente, que ya se quiere retirar. Pero resulta que uno de los vecinos, que también se dedica a pelear, le ‘echa los perros’ a su novia, y la novia le dice que su actual novio, que es el protagonista, la tiene que defender. Tiene que volver del retiro para defender el honor de su novia. Es un cuento obviamente muy vasco, muy primario, pero lo escribí sobre todo pensando mucho en el lenguaje, inspirado por la obra de un autor, creo que es de Tamaulipas, Rafael Ramírez Heredia; si bien no lo quise copiar, si fue un homenaje, porque intenté que el lenguaje tuviera ciertas características similares a la narrativa que él escribe, y que durante mucho tiempo influyó en mí.

¿Qué autor consideras tú que es el que más ha influido en tu trabajo?

Mira, que ha influido, no lo sé. O sea, me gustaría que los que más me gusten estén ahí, de alguna manera, en mi narrativa, pero te puedo decir que John Cheever es uno de mis autores favoritos, a los que siempre acudo; Jorge Ibargüengoitea, el escritor de Guanajuato, es otro. Por supuesto, los lugares un poco comunes, como Juan Rulfo. Pero sobre todo, la narrativa breve norteamericana, y un poco la rusa, me han influido mucho, una autora norteamericana llamada Amy Hempel, últimamente me fascina, siento que sus cuentos son… está haciendo otra cosa, a pesar de que la señora tiene 75 años, yo no he encontrado nada parecido a ella. Otro, por ejemplo, Rubén Fonseca, el brasileño, que son cuentos muy caóticos, muy violentos, donde siempre los personajes son policías, o detectives, o prostitutas. Esas influencias latinoamericanas, como Rodrigo Fresán, todos los argentinos, Ricardo Piglia, César Aira, y Samanta Schweblin, María Enríquez últimamente, que tienen ahorita un boom muy importante en la narrativa latinoamericana, bueno, son autores a los que recurro cotidianamente, pero diría, para que aparezca ahí muy bien puesto, John Cheever. Yo soy ‘chiveriano’, quiero que mi hijo nazca el 27 de mayo, que es su cumpleaños, y sí, es un autor que es muy famoso, por lo menos en el universo que plasma, porque series como Mad Men, digamos, retrata muy bien ese periodo de la vida norteamericana, de suburbios, de los gringos estos, de clase media, Cheever hace un universo fantástico sobre esas vidas y esos protagonistas.

¿De dónde tomas tus fuentes de inspiración para construir tus historias?

Sí, bueno, evidentemente todas las historias que cualquier autor de ficción cuenta, pues tienen un porcentaje de autobiografía, pero yo no lo veo así, o sea, continuamente estoy cazando historias. Alguien decía, creo que era (Gordon) Lish, el editor, que escribir o el hecho de ser escritor es estar abierto a los negocios, siempre tener esa sensibilidad para poder hacer un trato, o una venta, mejor dicho. Yo siento que mi manera de escribir es muy cercana a la intuición, estoy en alguna conversación con amigos, o estoy caminando en la calle y de pronto veo alguna escena que me llama la atención, que, sobre todo, me despierta una emoción muy particular y ahí es donde empiezo a cuestionarme por qué me dolió, por qué me interesó y construyo a partir de esa sensación o de esa emoción, una historia que explote o que intente explotar esa emoción. En el primer cuento del libro que se llama “El Poodle de Pedro Infante” pues pasa eso muy claramente: yo vi un día que hacía muchísimo calor, a las doce del día, a un paseador de perros joven, que estaba sudando y estaba literalmente siendo jalado por una docena de perros, y parecía el peor día de la vida de ese pobre chamaco; construí una historia para explicarme o para ponerme en la piel de ese paseador. Así, casi por lo general, son mis historias.

¿Cómo calificarías el estilo de tus cuentos?

Por lo general, yo creo que coqueteo mucho con el fracaso, me gusta reconocerme en los errores o en las torpezas, incluso de mis personajes; y suelo usar algún tipo de humor, sobre todo ironía, sarcasmo o mofa para explotar esos fracasos, para hacerlos quizás más dramáticos. Me gusta esta definición que alguna vez me dijo un amigo que me leyó y me decía es que escribes como con un tranquilo fatalismo, como que va a pasar algo terrible. Pero no se tiene que narrar desde la explosividad o desde la pirotecnia, siento que las cosas que van lentamente, cuando llegan a un punto de intensidad es todavía más brutal, porque no te lo anuncian, es más bien un cúmulo de situaciones, quizá en lo individual sencillas, pero que cuando se juntan y se suman ya construyen un pico de tensión importante. Repito, creo que el fracaso es uno de los temas que a mí me gusta mucho explotar, pero que tampoco corre el riesgo de ser original, el fracaso en la literatura es… es un tema recurrentísimo en toda la historia de la literatura, sencillamente porque en el fracaso nos reconocemos. Nadie, o no todos, nos podemos reconocer en la victoria, sin embargo, todos nos hemos equivocado y en ese fracaso hay un acercamiento empático con el otro, con el personaje y lo hacemos más propio a esa historia.

¿Cuánto tiempo te llevó a trabajar “La Aristocracia Ganadera”? ¿Los cuentos?

A veces digo que no soy tanto un escritor, sino un reescritor, me gusta mucho hacer versiones de mis cuentos, me gusta mucho ese proceso de donde ya tengo un borrador y escribo un segundo borrador o a veces un tercero, y luego empieza todo un sistema de correcciones en donde mutilo el cuento. O de pronto cambia alguna parte que me parece más interesante explotar, de pronto la versión seis la tiro a la basura, bueno, no a la basura, a la basura digital y se queda en el congelador por años. Tengo muchos inicios de cuentos, muchos cuentos desarrollados que no están publicados y que quizá nunca los voy a publicar, a menos que alguna de esas historias en un futuro, no sé, con otras herramientas narrativas que consiga con los años, sea capaz de contarlo de la manera en la que yo me lo imaginé originalmente. El libro anterior me costó más trabajo, fue un proyecto del máster que cursé en Barcelona me costó, bueno, escribirlo a lo mejor unos tres años y medio quizá, y era un libro más breve que este, y este lo que pasó también, este fue un proyecto de una beca que obtuve, la del Fonca, pasó que lo escribí relativamente más rápido, por lo menos los primeros seis cuentos y después sufrieron modificaciones. Hubo cuentos que iban a integrar el proyecto, pero que decidí eliminar; generé unos segundos, y aquí, en este caso, el proceso de publicar fue el más lento: desde meterlos a concursos, primero, cada cuento de forma individual y luego, como conjunto, hasta que la editorial Dharma Books sacó una convocatoria para un premio; no obtuve el premio, solo era un primer lugar de publicación, sin embargo, me escribió el editor, me dijo que le interesaba el libro en sí, que si me esperaba para publicarlo hasta el siguiente año y bueno, no estaba yo para desperdiciar oportunidades y le dije, “sí, está bien”, y bueno, salió a finales del año pasado.

¿Por qué nombrar al libro la Aristocracia Ganadera?, ¿es el cuento que te gustó más?

Sí, bueno, te podría contestar dos cosas. Le puse así al libro por un capricho: se me ocurrió ese título antes incluso de saber qué historia iba a contar, me gustaba mucho el juego de palabras: la aristocracia ganadera como quizá una de las peores aristocracias, una aristocracia bucólica, campestre, que a lo mejor alguien de una monarquía, de un linaje superior, vería a los nuevos ricos o los ricos de rancho. Me gustaba ese juego de palabras, ese choque de significados de lo que es supuestamente la aristocracia y luego el ganado, algo mucho más cotidiano, repito, bucólico. Fue totalmente un capricho. Incluso mi editor ni siquiera me lo debatió. Le dije, “así se va a llamar, porque así se llama”, y la historia la construí ya con el título puesto, que no me pasa muy seguido, al contrario, siempre escribo el cuento y luego estoy batallando por nombrarlos; en este caso fue al revés. Sí es uno de mis favoritos también, porque tiene mucho que ver con un familiar mío que me contó un detalle de esa historia que se me hizo muy potente, yo no había escuchado que sucedía eso al momento de palpar una vaca, le tengo mucho cariño por ese motivo: mi tío ya no vive. Es uno de mis favoritos, pero quizá el de “El Poodle…”, el de “Helio”, me divertí muchísimo escribiéndolos, pasé un muy buen rato con el personaje, fueron tardes muy sabrosas de escritura. Le guardo un particular cariño a Helio, a pesar de que es un cuento de terror, le guardo un cariño muy importante a ese cuento y al de “El Poodle de Pedro Infante”, quizá también porque con ese me gané un premio y pues el dinerito no está de más.

¿Crees que con el tiempo se hace más fácil escribir?

No creo, de hecho pienso, es mi opinión, que se vuelve un poco más difícil; quizá redactar es más sencillo. Tienes algunas herramientas porque ya lo has hecho antes, sin embargo, uno conforme escribe también está leyendo; y entre más lees, más te das cuenta de que hay un universo gigantesco que cada vez se amplía más: autores nuevos, autores que están haciendo cosas muy interesantes o incluso, no nuevos, nuevos para ti, pero que tienen a lo mejor 500 años que ya lo hacían, y que tú por vagancia o por ignorancia no conoces su trabajo, tú vas dialogando con esas lecturas, vas trabajando con base en ellas y se vuelve el reto más alto, o tú intentas poner la vara más arriba y te metes en problemas que son los buenos retos, problemas que te tienes que poner si eres un artista medianamente serio. A la par, claro, de tus intereses éticos o políticos, que eso es otro tema, eso tú lo tienes ya: una mirada que se va afinando, no que venga solo, pero que ya lo traes y hay que pulirlo, esa mirada, ese interés. Eso es por un lado, y por el otro, la parte técnica, la parte de la narrativa, de las herramientas. Aunque vas sumando más, te das cuenta que careces de más todavía, que te faltan muchas más navajas y rifles o flores, lo que sea. No, creo que no se vuelve más difícil, pero creo que si construyes cierta pericia y sobre todo cierta, no decir templanza, una manera de estar tranquilo, de que lo vas a lograr, así que, aunque los retos son un poco más difíciles, también tienes la experiencia que te hace pensar “va a salir, solo sigue disciplinado, sigue constante y tarde o temprano sale”, y si no sale tampoco importa. Esa idea de que a nadie le importa lo que escribes, es muy liberadora porque no eres responsable de nada, más que contigo mismo, con tus gustos y tu ejercicio artístico. Sin pensar en “ay, es que ya tengo que publicar” o “¿qué van a decir mis amigos o mis lectores porque no saco nada?”, no, es que realmente la gente jamás pone un segundo de su tiempo en pensar en ti, son cargas inútiles que uno se achaca, presiones extras. Mientras tú tengas cierta disciplina y una vocación sólida… sí, los retos son más cabrones, pero tienes más talante, más potencia para hacerlo.

¿Qué le dirías al Jaime veinteañero?

Ah, va a ser una respuesta muy ñoña, pero le diría ponte horarios, porque a lo mejor en mis veintes yo escribía cuando sentía este impulso, esta emoción luego leer un cuentazo y me sentaba y escribía; luego esa emoción se apagaba y lo dejaba ahí semanas. Me he dado cuenta con los años que no, que las historias salen con el día a día, a lo mejor no el lunes, a lo mejor no el miércoles, pero el sábado te va a salir y no puedes llegar al sábado si no escribiste de lunes a viernes. Es una cuestión de tenacidad, de disciplina, y eso le diría al Jaime veinteañero, “ponte horarios” aunque sea dos horas al día, hora y media, pero cumple todos los días y llegas a algo. Aira siempre dice que él escribe… ya sé que es un autor muy prolífico, pero él dice que solo escribe una página al día, una página al día… es más, que ni se permite más. En cuanto tiene algunas ideas, deja palabras al final, pero no sigue redactando; también eso decía Hemingway, que uno nunca tiene que escribir sin tinta en el tintero, que dejes algo, dejes alguna idea, porque eso te va a servir el día siguiente para comenzar, para no amanecer seco. No tienes que escribir mucho, o sea, Nausgaard escribe veinticinco páginas al día, César Aira una página al día, pero los dos escriben diario; yo creo que con eso llegas a una obra suficiente o meritoria.

¿Te has planteado hacer una novela?

Sí, tengo proyectos A ver hoy en día tengo tres historias que siento que van a ser largas y quizá una en particular siento que me puede dar material para una novela medianona o bueno, entre chica y mediana, sin embargo, todavía no sé. Siento yo que tengo el aliento de un narrador breve que construyo una historia en poco tiempo, en poco espacio, más bien, tiempo no, sin embargo, me estoy permitiendo algunos recursos narrativos para no contenerme, o sea, en el cuento luego me doy manazos de “no, esta descripción sobra”, “este personaje no va a actuar, quítalo”, y la novela es mucho más permisiva para todo ese tipo de cosas. Por el momento me estoy dando la libertad de que la historia fluya, ya veré si lo que queda tiene más o menos forma de novela y se puede pulir para que termine en ese género, o de plano solo van a ser cuentos largos. No tengo prisa tampoco, digo, si llego a 60 años y resulta que solo escribí puro cuento, yo feliz como cuentista me siento muy satisfecho. Repito, es mi género si en el camino surge un par de novelas también no estaría mal tenerlas, pero vaya, no es mi meta, no es mi maratón no, yo corro 100 metros planos y se acabó.

¿Dónde se puede conseguir tu libro?

El libro ahorita está de venta en la Pesoa y en Submarino, pero ya aparece en las páginas de Gandhi; todavía no hay ejemplares, pero estoy esperando que a lo mejor en unas dos semanas ya esté en Gandhi en Sótano, en Amazon y en las independientes de Guadalajara, de México de aquí de Querétaro, de Monterrey, algunas ciudades más, pero bueno, en los canales comerciales en esos tres va a estar este pequeño bebé…


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