Abuso sexual infantil, un fantasma que acecha en secreto (Segunda parte)
El sistema de justicia en Querétaro tiene fallas y aciertos cuando se enfrenta contra el abuso sexual infantil. Adriana tenía cinco años cuando su tío la violó, el año pasado. Hoy, cumple una pena de 10 años y seis meses de prisión que apeló para obtener la absolución

Foto: Corazones Mágicos
*Los nombres de los menores involucrados y de sus abusadores fueron modificados para proteger su identidad
Para que no contara lo que pasó, su tío Jorge le daba dulces. Era muy cuidadoso en no dejar la puerta abierta del cuarto de su abuela, recuerda. Adriana es de Tamuín, San Luis Potosí, y pasó la navidad de 2015 en Querétaro, en la casa de su abuela, ubicada en Villas de Santiago. Su tío Jorge la encerró en un cuarto y le mostró, en su celular, videos en los que un hombre tocaba la vagina de otras niñas como ella. Adriana tenía cinco años.
En su terapia psicológica, Adriana muestra con unos muñecos lo que su tío Jorge hizo con ella. Une a los muñecos por la boca y la zona genital en alusión a la acción de un beso. También lo hace replicando la acción de acariciar, poniendo las manos del muñeco en la entrepierna del otro. Cuando juega con ellos a bañarlos, le pregunta su psicóloga “¿Verdad que cuando te estás bañando o encuerada nadie debe tomarte fotos? Mi tío me tomó fotos y eso me da pena”.
Fue precisamente cuando su mamá la bañaba, unos meses después, que Adriana le contó lo que pasó. Su mamá le explicaba que nadie podía tocar sus partes privadas, ni ella o su papá. “¿Ni mi tío Jorge?”, preguntó.
Cuando recuerda lo que le pasó, Adriana siente náuseas. No se puede lavar los dientes y le cuesta mucho trabajo comer porque siente ganas de vomitar. No le gusta que la peinen porque cuando mueven la mano sobre su cabeza recuerda cómo su tío se masturbaba detrás de ella mientras la hacía ver los videos. Se enferma constantemente de la garganta y del estómago.
Según el expediente penal 3103/2016 de Querétaro, su tío introdujo el pene en su boca, tocó y lambió su vagina y le metió los dedos, como en los videos que le mostró. Sobre él pesa una sentencia de 10 años y seis meses por violación equiparada.
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La mamá de Adriana comenzó el proceso penal en contra de su medio hermano por la violación de su hija en agosto de 2016. Dalia Carreño Paredes, encargada del área legal de Corazones Mágicos, recuerda que la acusación inicial fue por abusos deshonestos. Fue hasta que la niña pudo decirlo en terapia que la denuncia escaló a violación equiparada. Este delito se comete cuando existe penetración vaginal, anal u oral con cualquier objeto. Adriana no sabe qué significa la palabra penetración.
De ahí parte el problema, asegura Dalia. El sistema de justicia trata a los niños como adultos, sometiéndolos a preguntas que no entienden y que los revictimizan. Las agencias del Ministerio Público están completamente insensibilizadas y su labor está mermada por la mecanización de procesos.
Los fiscales, lamenta, se ven sometidos a largas horas de trabajo y carecen de una infraestructura digna de trabajo. Todos los días, decenas de casos llegan a sus escritorios, una historia más fuerte que la otra.
“Nos costó muchísimo, pero creo que aquí tuvo un trabajo muy importante la psicóloga de la Fiscalía, la niña le contó todo, le describió los hechos. La fiscal entendió hasta que la psicóloga le explicó”.
La fiscal de acusación acudió a Corazones Mágicos para entrevistar a Adriana en un lugar en el que ella se sintiera segura. Allí se dio cuenta de la magnitud del daño sufrió mientras jugaba con ella a la casita con una Barbie y un Ken. Tras esta experiencia, la fiscal le pidió al juez que llevara la acusación de abusos deshonestos a violación equiparada, delito que sí es grave y por el que no se puede salir bajo fianza.
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Adriana y su mamá fueron con las autoridades de San Luis Potosí, pero no fueron escuchadas porque el delito no ocurrió en ese territorio. En junio de 2016 dejaron Tamuín para buscar justicia en Querétaro. Su primer acercamiento fue con el DIF, que de inmediato las canalizó con Corazones Mágicos.
Desde entonces, ambas viven en Querétaro. Corazones Mágicos las apoya con un pequeño cuartito en donde duermen juntas, y les ayudó con una despensa. Adriana va a una nueva escuela, aunque no hace muchos amigos. Se suele asustar cuando un adulto irrumpe en una habitación en la que está ella.
Jorge está en la cárcel desde finales de 2016, cuando se le dictó prisión preventiva. El nuevo sistema de justicia penal acortó los tiempos, y el 13 de marzo de 2017 recibió su sentencia. La apeló. Considera que existen elementos que constituyen una duda razonable y espera salir libre si en segunda instancia le conceden la razón y le dan la absolución.
Adriana lo identificó a través de una pantalla. Lo señaló con su dedo. Su ropa era blanca, dijo. Estaba en la sala de testigos protegidos.
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La fiscal que tomó el caso quiso carearla con su agresor. Consideró importante que la niña de seis años identificara, frente a todo el juzgado, quién es el hombre que le hizo cosas malas. “¿Qué siente por tu tío?”, le preguntó. “Asco”.
Fue Dalia Carreño, su representante legal, quien interpuso un recurso contra la orden de carear a la menor. Citó a la justicia internacional y los principios de protección a los menores para evitar someterla a ese evento traumático. Adriana ha vomitado al menos un par de veces, sin razón aparente, cuando en terapia recuerda a su tío Jorge.
¿Qué aciertos tiene el sistema de justicia de Querétaro en cuanto al tratamiento del abuso sexual infantil? Escuchan, celebra Dalia. Si bien la fiscal de acusación que tomó el caso se opuso en un primer momento a poner a Adriana en la sala de testigos protegidos, finalmente accedió. De igual forma el juez se mostró empático y permitió a la niña estar lo más cómoda posible.
El de Adriana es el primer caso que Corazones Mágicos representa legalmente en el nuevo sistema de justicia penal. Por lo pronto, Jorge está en la cárcel.
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Adriana ha bajado cuatro kilos desde que su tío Jorge abusó de ella sexualmente. Casi no come. Según Marisol Zabalegui, coordinadora del área de psicología de Corazones Mágicos, Adriana tiene un gran sentimiento de culpa que refleja en su cuerpo. La violación oral le ha provocado aversión a todo lo que se relacione con su boca. Le da asco comer y mejor lo evita.
Cuando dibuja a su familia, ya no se dibuja a sí misma. “Ya no quepo”, dice, pues la sensación de vergüenza ha dañado su autoestima. Se siente humillada, aunque no pueda conceptualizarlo. Es lo que pasa con los menores abusados sexualmente. Son sometidos a una carga sexual tan impropia para sus cuerpos y sus mentes que desarrollan patologías que van más allá de su comprensión. Si no se les trata, estas patologías moldean su personalidad y les afectan en su edad adulta.
Adriana representa al secreto como un hechizo. Hace juegos de roles en los que se muestra a sí misma como la guardiana del mismo. Sus historias terminan con este personaje aislado y castigado, sin la compañía de sus amigos. Sufre una profunda falta de confianza en sí misma que refleja al preguntar a cada momento si está haciendo bien la actividad que realiza.
Si alguien entra a la habitación en la que se encuentra, se pone tensa. Prefiere mantener las puertas abiertas. Está constantemente en alerta, en estado de vigilancia. Para ella, los varones adultos son una amenaza constante. Adriana tiene seis años, pero padece secuelas psicológicas profundas tras una negra navidad.
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Abusos deshonestos es el delito que consiste en la ejecución de un acto sexual, sin que haya la intención de la cúpula, sin el consentimiento de la persona. Por el nombre, parece más una afrenta contra la dimensión moral de la persona y no contra su cuerpo.
La sexualidad nos sigue dando culpa y vergüenza, asegura Marisol. El abuso sexual infantil no solo subsiste bajo el cobijo del silencio que pacta el agresor con su víctima. El silencio, de hecho, es de todos.
“Pareciera que lo que se pone en cuestionamiento es la honestidad de la víctima. Ahí es donde vemos cómo sigue cortado todo este tema por el tabú de la sexualidad y las falsas percepciones culturales que tenemos sobre la sexualidad”.
La frustración de la sexualidad en una sociedad moralista provoca un sentimiento de culpa que revictimiza a quien es abusado. No solo padece la agresión en su cuerpo, también carga con los prejuicios culturales que le estigmatizan y no en pocos casos, incluso, le responsabilizan.
Ese es el dulce que como sociedad nos comemos para no hablar. Un círculo de niebla que invisibiliza nuestra dimensión sexual y la guarda bajo llave en los rincones oscuros de lo privado. La sexualidad se vive ni siquiera en casa, sino en un cuarto bajo llave con el rostro clavado en una pantalla.
Desde el 21 de diciembre de 2016, los abusos deshonestos dejaron de llamarse así en el Código Penal de Querétaro. Ahora se tipifica como abuso sexual, pero pese al poder de las palabras, para esta sociedad sigue siendo más un asunto de honestidad que de dignidad.