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Tragedia… por ahorrar en gasolina

Por Staff Códice Informativo - 30/11/2016

El piloto del avión, Miguel Quiroga, tenía la opción de abastecerse de combustible en Bogotá, pero decidió no hacerlo

 Tragedia… por ahorrar en gasolina
  • La tragedia que sufrió el lunes el Chapecoense brasileño en Colombia ha puesto en entredicho el funcionamiento de la compañía LAMIA, pequeña aerolínea fundada en 2009 en Mérida (Venezuela) a la que pertenecía el avión accidentado. Se da la circunstancia que uno de sus dos dueños, el boliviano Miguel Quiroga Murakami, pilotaba el aparato en el momento de producirse el siniestro y fue una de las 71 personas que perdieron la vida.

    Misma forma en que perdió la vida su señor padre, el también piloto Orlando Quiroga, pereció en un avionazo en 1963 cuando volaba por los aires de Caravani, cuando Miguel sólo tenía un año de edad, así lo narró el mismo piloto que trasladaba al equipo Chapecoense, en una entrevista para el diario Los Tiempos, el pasado 20 de marzo de 2015.

    Quiroga Murakami era dueño de la aerolínea LAMIA -siglas de Línea Aérea Mérida Internacional de Aviación- junto con Marco Antonio Rocha, cuando ésta se traslado a Bolivia. Sin embargo, la aerolínea cuenta con pocos recursos, como demuestra su escasa flota de cuatro aviones, de los cuales solo uno, el que se estrelló el lunes en Cerro Gordo (Medellín), estaba apto para volar.

    Además, restringe al máximo el consumo de combustible, como afirman algunos testimonios, como el de Miguel Borja, goleador del Atlético Nacional colombiano.

    Es el mismo avión, misma tripulación, el mismo capitán. En ese avión a veces tuvimos que parar a poner combustible, eso da para investigar”, aseguró Borja tras viajar con la misma compañía. Recuerda haber vivido en su interior “una pesadilla. Teníamos miedo porque es un avión pequeño, obligado a continuas paradas para repostar”.

    En los audios que se dieron a conocer la tarde de ayer, se presume que el piloto boliviano se tardó en avisar que tenían una emergencia por escasez de combustible y una falla eléctrica.

    El mimo director de la aerolínea LAMIA, Gustavo Vargas, reconoció que el piloto tenía la opción de abastecerse de combustible en Bogotá en caso de sufrir un déficit; al contar con puntos para recargar combustible establecido en el plan de vuelo.

    Tenemos alternativas, una alternativa cercana era Bogotá y si él (el piloto) veía que tenía una deficiencia de combustible, él tenía toda la potestad de entrar a reabastecer”, mencionó el ejecutivo.

    Después de varios minutos, el responsable del vuelo donde viajaba el equipo brasileño había solicitado pista libre debido a que el avión había sufrido una falla eléctrica.

    Al menos ese fue el relato de otro piloto que escuchó el diálogo entre la torre de control y el encargado del vuelo TJ85 que se estrelló cerca de Medellín.

    Juan Upegui, copiloto del vuelo de Avianca 9253, que casualmente sobrevolaba Medellín justo al momento del accidente, relató el drama entre el piloto de la línea aérea LAMIA y la operadora en tierra.

    Pista libre y esperando lluvia sobre la superficie Lamia 933, bomberos alertados”, responde la controladora aérea.

    Poco antes, el piloto había solicitado “prioridad para la aproximación” y le pide en varias ocasiones que le indique “vectores la pista”, es decir orientaciones para aproximarse lo más rápido posible al aeropuerto.

    Al inicio de la grabación se escucha como la controladora de turno estaba dando prioridad a otra nave de la aerolínea Viva Colombia que tenía un problema por “una fuga”.

    Cuando el piloto de la aeronave de Lamia informó de la gravedad de su situación, la controladora desvió a otros dos aviones comerciales que estaban aproximándose al aeropuerto para que pudiera aterrizar el avión del Chapecoense.

    “Emergencia de combustible señorita, por eso le pido de una vez curso final“, le dice el piloto.

    Poco antes de perder el contacto, la controladora le dice que no tiene la altitud necesaria, a lo que el piloto dice que se encuentra a 9,000 pies.

    Según expertos consultados por varios medios colombianos, esa altitud es insuficiente para pasar el Cerro Gordo, cercano al aeropuerto y contra el que se estrelló finalmente la aeronave, apenas a 17 kilómetros de la pista.

    “¡Ahora tenemos falla total eléctrica! ¡Tenemos falla total eléctrica! ¡Vectores para proceder a la pista!”, suplicaba el piloto.

    “¡Ahora no lo tengo en contacto radar, no lo tengo en contacto radar!”, explicaban desde la torre de control.

    “¡Ayuda! ¡Vectores para proceder a la pista!”.

    Upegui, quien será citado a declarar en la investigación, explicó lo sucedido a RC Noticias.

    “Recuerdo que estaba en la mesa diciendo: ‘¡Hágale, hágale, lleguen, lleguen, lleguen!’… y el piloto gritaba ‘¡Vectores!’ y ahí paró la cosa.

    “La controladora ‘¡tatata, responda, tatata responda!, y se le quebró la voz. Nosotros nos pusimos a llorar en el avión”, contó el testigo, quien vio al avión pasar debajo de ellos rumbo a la tragedia.

    En el accidente murieron 71 personas, entre ellos la mayoría del club brasileño Chapecoense, que iría a jugar la Final de ida de la Copa Sudamericana ante el Atlético

    El aviador Miguel Quiroga, en noviembre del 2015, logró la autorización para ofrecer vuelos chárters a bajo costo, muchos de ellos a clubs y selecciones de futbol, entre ellos Argentina, Venezuela, la propia Bolivia, el Sportivo Luqueño paraguayo, el Chapecoense brasileño o el Atlético Nacional de Medellín, al que el equipo brasileño se iba a enfrentar horas después del accidente en la final de ida de la Copa Sudamericana.

    El propietario del hangar donde estuvo aparcado el avión desplomado, un RJ85, cuya autonomía de vuelo era de 2,965 kilómetros, mientras que la distancia entre Santa Cruz de la Sierra, ciudad boliviana de donde partió, y Medellín es de 2,975 km. Según este testimonio, “no tenía combustible para hacer ese vuelo, pero la compañía opera al limite para hacer más dinero”.


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