×

Busquedas Populares


×

Opinión



Secciones




Oficio de relojero, tradición que perdura en el tiempo

Por Staff Códice Informativo - 09/11/2016

Desde Pinal de Amoles a la capital, es un oficio que sigue de generación en generación

 Oficio de relojero, tradición que perdura en el tiempo

Allá por los años 60 en la comunidad de Bucareli, del municipio de Pinal de Amoles, nació una tradición que se niega a morir entre la familia González, pues aquel oficio prometedor ante la modernidad de la época, hoy, pese a los avances tecnológicos, sigue siendo necesario.

Don Antonio González Sánchez era un adolescente cuando le regalaron su primer reloj, “de los que duraban” dice él, que había que darles cuerda, y que cuidó como un tesoro pues era algo que añoraba, y más si venía de su padre como regalo de cumpleaños.

Un día, tras un descuido, aquel reloj terminó en el suelo y parte de sus piezas al interior se dañaron, aquel reloj ya no servía.

“Estaba yo con un reloj, decía: (…) pues sí, dizque lo estoy arreglando aquí”, explicó.

Su padre, también de nombre Antonio, había aprendido empíricamente a reparar algunos relojes, y así como como compuso el de su hijo, con el tiempo se metió al negocio y fue de los primeros relojeros en la Sierra Gorda.

“No era relojero conocido, porque estábamos viviendo en el poblado de Bucareli, en Pinal de Amoles”, recuerda Don Antonio a su padre.

Su padre había sido su héroe, y Don Antonio lo quería emular, comenzó a ver, se enseñó, y más tarde decidió probar suerte en la gran ciudad, la capital queretana.

“Me inicié de lleno y me gustó, me gustó; entonces conocí a ‘El Mago’, que estaba en Hidalgo 38 y ahí estaba una persona que se llamaba Agustín Hernández González, que después fue mi patrón”, recuerda el relojero.

Los años le dieron conocimientos, pero no era fácil porque había más competencia, pero su paciencia fue la clave para ser de los mejores, aclientarse y más tarde poner su negocio, pues decía que “prefería las cosas lentas pero bien hechas”.

Don Antonio se mudó al Barrio de la Cruz, donde finalmente quedó instalada desde hace 44 años la relojería “El Zafiro”, que actualmente opera en la calle de Manuel Acuña.

Conocedor del funcionamiento preciso de la maquinaria, de los detalles en su estética y su ajuste, el cambio de micas, accesorios de la correa, o de pila, Don Antonio sigue teniendo clientes desde hace años, hoy algunos han fallecido, pero los hijos de sus clientes acuden ahora a su negocio, pues dice que es una actividad que se niega a morir.

“Yo creo que no se van a acabar nunca, porque salen los relojes suizos, salen los relojes chinos, salen los relojes japoneses, salen de todo… ¡pásele joven!, ríe mientras recibe a un cliente.

Él es siempre fiel a su negocio, no falta el joven o la mujer que necesita poner su reloj a tiempo para llevar el día a día, pese a cualquier circunstancia.

Ahora su hijo, de 35 años de edad, le ayuda en el negocio, aprendió como Don Antonio, viendo a su padre, y espera que el legado continúe, ahora en la ciudad.


Otras notas



De nuestra red editorial